Andreu Mas-Colell (Barcelona, España; 1944) estudió en las facultades de Ciencias Económicas de Barcelona y Valladolid, y prosiguió su formación en la Universidad de Minnesota, doctorándose en 1972. Tras su paso como docente por la Universidad de Berkeley, donde fue profesor de Economía y Matemáticas (1972-1981), ocupó en la de Harvard (1981-1995) la cátedra de Economía, puesto que desempeña en la actualidad en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es director del Centro de Investigación en Economía Internacional y presidente de la Barcelona Graduate School of Economics.
Entre 2009 y 2010, fue secretario general del European Research Council. En la Generalitat de Catalunya, ha sido consejero de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información (de abril de 2000 a diciembre de 2003) y consejero de Economía y Conocimiento (de diciembre de 2010 a enero de 2016).
Es miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes y doctor ‘honoris causa’ por las universidades de Alicante, Toulouse, París (HEC) y la Universidad Nacional del Sur, en Argentina. En 2006, fue reconocido con el Premio Nacional de Investigación Pascual Madoz en Derecho y Ciencias Económicas y Sociales. En 1988 obtuvo el Premio Rey Juan Carlos I de Economía y en 2006 la Creu de Sant Jordi.
Como dato anecdótico hay que resaltar el hecho de que la llegada de Sonnenschein (Nueva York, Estados Unidos; 1940) y Mas-Colell al mundo de la Economía tuvo que ver, si no con las leyes de los juegos, a las que tantas horas de su trabajo acabarían dedicando ambos, sí al menos con las más elementales pautas del azar. “Cuando empecé en la universidad, cuenta Sonnenschein, yo era un estudiante de Ingeniería. Pensé en esa vía como una manera de utilizar las Matemáticas, porque no me imaginaba que se podía ser un matemático. Ignoraba su existencia, mientras que sí había algunos ingenieros en mi familia. Y por supuesto que para nada imaginé tampoco que podría llegar a convertirme en un economista. Para empezar, porque no sabía lo que un economista podría hacer, puesto que no tenía ni idea de cómo las Matemáticas pueden aplicarse a la Economía”.
Algo similar sucedió en el caso de Mas-Colell: “En los medios sociales de mi familia”, dice, “las profesiones universitarias que contaban eran Ingeniería y Medicina. Esto último, porque era lo que estudiaba uno de mis tíos, muy aplicado académicamente. A mí no me interesaban ni una cosa ni la otra. Curiosamente, aunque estuviese en el Bachillerato de Ciencias, como correspondía a un estudiante con buenas notas, mis inclinaciones eran de Letras. Economía era una carrera nueva, a la que se podía acceder desde los estudios de Ciencias (no así a Derecho, por ejemplo, y por lo mismo nunca estuvo una carrera legal en mi horizonte), de tal modo que les parecía sensata a mis padres, pequeños empresarios con mentalidad muy práctica. Y para mí tenía una dimensión social muy atractiva. En resumen: me hice economista después de sopesar las partes positivas y negativas de mis preferencias, además de por una serie de circunstancias al margen. Acerté, pero hubiera podido no acertar. En general, pienso que en Europa el compromiso con trayectorias profesionales específicas se toma demasiado pronto”.
De ese modo, los dos se decidieron a descubrir hasta el último rincón del mundo por el que, finalmente, se dejaron atrapar, fascinados por las posibilidades que brindaba a su imaginación el amplio rango de estrategias que podía abarcar: de la Informática a la Filosofía pasando por la Biología o la Psicología. Aunque si en un territorio se han distinguido uno y otro por encima de los demás, es en el relativo a la aplicación de la moderna Teoría de la Demanda Agregada como instrumento ideal para un mejor entendimiento de los ciclos económicos, y la Teoría del Equilibrio General que, explica Sonnenschein, primero en poner el tema sobre la mesa, parte de la base “de que el valor de los bienes para los individuos está determinado por el gusto de los consumidores, por la tecnología y por la distribución de riqueza”.
Todos estos elementos se interrelacionan, de igual manera que en dos recipientes conectados entre sí, el líquido tiende a alcanzar en ambos el mismo nivel. “Los agentes en juego generan un sistema matemáticamente muy complejo, y Andreu Mas-Colell y yo trabajamos juntos para determinar de forma precisa la naturaleza de esta complejidad”. Una explicación que complementan las palabras de Mas-Colell al destacar de su trabajo conjunto: “Las elaboraciones demuestran que la teoría que parte de Adam Smith y se va retomando hasta nuestros días, es muy robusta y muy fuerte en lo que se refiere a las propiedades que los economistas llamamos de bienestar económico. En cambio, es mucho más débil en cuanto a propiedades predictivas o dinámicas”. Una dura labor de investigación, complementada, en solitario y conjuntamente, a la hora de sentar las bases para la postulación de la Teoría Walrasiana, dando un paso decisivo en las aplicaciones previas para, a partir de ese momento, indagar y sacar a la luz numerosos aspectos hasta entonces desconocidos –decisivos para su posterior implementación por los economistas actuales–, como las teorías de la Elección Social y del Diseño de Mecanismos.