Claudia Goldin (Nueva York, Estados Unidos, 1946) se licenció en Economía en la Universidad de Cornell en 1967 y se doctoró en esta misma disciplina en la Universidad de Chicago en 1972. Su carrera docente e investigadora se inició en las universidades de Wisconsin y Princeton, donde fue profesora, y continuó en la Universidad de Pensilvania, donde fue primero profesora titular y más tarde catedrática. Hoy ocupa la Cátedra Henry Lee de Economía de la Universidad de Harvard, a la que se incorporó en 1990.
Otra institución clave en la trayectoria de Goldin es la Oficina Nacional de Investigación Económica, de la que forma parte desde hace treinta años y donde durante veintiocho ha dirigido el Programa de Desarrollo de la Economía Americana. Además, ha llevado a cabo investigación en The Brookings Institution, la Fundación Russell Sage y el Instituto Radcliffe de Estudios Avanzados.
Ha sido presidenta de la Asociación Económica Americana y de la Asociación de Historia Económica, así como directora de Long-term Trends in American Economic History Monograph Series y del Journal of Economic History. Forma parte del consejo editorial de publicaciones como el Quarterly Journal of Economics, The Review of Economics and Statistics y The Journal of Interdisciplinary History.
Su impacto científico se ha traducido en nueve libros y noventa capítulos de libros y artículos científicos, y ha sido, asimismo, asesora de la Seguridad Social, la Oficina Presupuestaria del Congreso, el Consejo de Investigación Nacional y la Academia Nacional de Ciencias, entre otras instituciones.
Discurso
Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, XI edición
A Goldin, “se la acredita como la creadora del campo del análisis empírico de la brecha de género”, ha explicado el jurado tras dar a conocer el fallo, algo que recoge en su obra seminal de 1990 Understanding the gender gap – An Economic History of American Women. Se trata de un libro enormemente influyente que analiza las causas de las diferencias salariales entre hombres y mujeres, cuestionando las explicaciones más convencionales de este fenómeno.
En su estudio, la economista e historiadora económica, combina en un trabajo cuidadoso e innovador, largas series temporales históricas sobre la brecha de género en el mercado de trabajo con las teorías económicas sobre determinación de salarios, participación en el empleo y discriminación, para rastrear la historia económica de las mujeres estadounidenses. “Aunque el libro se ocupa de analizar un país, Estados Unidos, sus resultados son aplicables a otros países”, ha asegurado Goldin inmediatamente después de conocer el galardón.
Goldin apunta como origen de la discriminación salarial la utilización creciente de los mecanismos de promoción con la expansión del trabajo administrativo, en contraste con los mecanismos de pago por unidad de trabajo realizada que predominaban entre las mujeres empleadas en las manufacturas a principios del siglo XX. Goldin argumenta que el desarrollo de los departamentos y las políticas de personal crearon las condiciones institucionales que permitieron la persistencia de la discriminación.
Además, su investigación comprueba cómo han variado las aspiraciones de las mujeres a lo largo del siglo XX: a principios del siglo tenían que elegir entre trabajo como medio de subsistencia o familia; a partir de los años 20 eligieron anteponer el trabajo; en los años 40 esa relación se invirtió, y en los 60 se introdujo el concepto de carrera, que se situó por delante de la familia, hasta llegar al momento actual, a partir de los años 80 en que las mujeres quieren compaginar carrera y familia.
En Understanding the gender gap también observa que aunque hoy seguimos conviviendo con las diferencias de género, éstas se han reducido a lo largo del tiempo. “Los factores cruciales que las han reducido –asegura Goldin- tienen que ver con lo que está ocurriendo en el entorno de los individuos, más que con los propios individuos. Me refiero a los cambios económicos y tecnológicos, como el aumento de los ingresos. Sobre todo, la reducción de las diferencias se debe a cambios educativos que dan a las mujeres el empoderamiento necesario para desarrollar sus carreras profesionales”.
Después de casi treinta años, este libro sigue siendo una fuente esencial de material para estudiantes y académicos en esta área de investigación y ha dado forma a gran parte del trabajo actual sobre la mujer y el mercado laboral.
En sus investigaciones, Goldin cubre un amplio rango de materias, incluyendo la inmigración, la desigualdad de ingresos no solo entre géneros, el cambio tecnológico y la educación. En la mayor parte de sus estudios interpreta el presente a través del pasado y explora los orígenes de asuntos de interés actual. Actualmente está completando un amplio proyecto sobre las transiciones familiares y profesionales de graduados universitarios de ambos sexos desde finales del siglo XIX hasta el presente.
Cómo reducir la brecha
“Hemos heredado del pasado diferencias sociales y culturales”, explica la profesora Goldin al desgranar las causas de la brecha salarial. Una de las principales es un tipo de organización del trabajo que hace que los empleados que trabajan más horas sean más valiosos para sus empresas. “Si una pareja tiene hijos que requieren cuidados, uno de los miembros de la pareja se suele responsabilizar de atender sus necesidades en casa, mientras que el otro está más pendiente de las necesidades del trabajo. Por lo general, de manera desproporcionada las mujeres han asumido el papel de atender las necesidades del hogar, y los hombres han estado más volcados en el trabajo”.
Es, por tanto, la maternidad y el cuidado de los niños, otra de las razones. “En muchos estudios no vemos grandes diferencias salariales cuando las mujeres no tienen niños, o no asumen la responsabilidad de ocuparse de las obligaciones del hogar”, asegura.
Así, la brecha salarial cambia a lo largo de la vida del trabajador. Es pequeña cuando termina la educación y empieza la carrera profesional, pero se incrementa con la edad. El punto clave es que aumenta cuando las mujeres se casan y empiezan a tener hijos. En Estados Unidos, justo después de licenciarse, las mujeres ganan 92 céntimos por cada dólar que ganan los hombres. Cuando alcanzan los 40 años, ganan solo 73 céntimos por cada dólar que ganan los hombres, según datos ofrecidos por la propia Goldin.
“El cambio fundamental tiene que ver con los hombres más que con las mujeres”, en palabras de Goldin. A su modo de ver, si los padres de familia son capaces de exigir un mayor salario por su disponibilidad laboral, le estarán trasladando a sus empresas que valoran mucho a su familia. “Y si las empresas se dan cuenta de que tienen que pagar a sus empleados mucho más para contar con su total disponibilidad, suelen reaccionar”, destaca.
La catedrática de Harvard pone el ejemplo del sector de la sanidad en Estados Unidos, en el que los médicos han exigido poder tener horarios más flexibles y se han creado “grupos de trabajadores con perfiles similares que permiten sustituciones cuando uno de ellos tiene que atender sus obligaciones familiares. Así se puede evitar que la organización o la empresa tenga que pagar mucho más a un individuo por atender a sus hijos”.
Goldin -que fue la primera mujer en conseguir una posición laboral fija en los departamentos de Economía de las Universidades de Pensilvania, primero, y Harvard, posteriormente- defiende que es necesario un cambio cultural tanto en las empresas como en los hogares: “Se espera y se asume que las mujeres deben disfrutar una baja por maternidad, pero no se espera lo mismo de los hombres. Es necesario que esta actitud cambie para que deje de pensarse que el hombre que disfruta de una baja por paternidad no es un buen trabajador”.
De nuevo, la solución que propone es que se establezcan grupos de trabajadores que puedan apoyarse. Si se asume que todos los individuos del grupo pueden disfrutar de sus bajas y se pueden cubrir los unos a los otros en esos periodos, no se produce un gran impacto en la empresa.
En cuanto al futuro, la profesora Goldin destaca que aunque la historia demuestra que ya se ha logrado mucho progreso en este terreno, y que la incorporación de la mujer al mundo del trabajo ha sido muy importante, “muchos de los problemas a los que nos seguimos enfrentando tienen que ver con lo que ocurre en nuestros propios hogares, y esto es muy difícil de resolver. Es fundamental que los hombres también asuman la responsabilidad de estar pendientes de lo que ocurre en sus hogares, y sean los primeros que digan a sus jefes que no están dispuestos a trabajar horas extra el domingo y perderse el partido de fútbol de su hija”.
El jurado también destaca su influyente artículo Orchestrating Impartiality: The Impact of Blind Auditions on the Sex Composition of Orchestras, en el que demuestra, recopilando datos sobre la contratación de músicos en las orquestas por medio de las “audiciones ciegas”, la existencia del sesgo de género en las decisiones.
Otra de sus contribuciones destacadas en el acta es The power of the pill: Oral Contraceptives and Women´s Career and Marriage Decisions, artículo en el que demuestra que tras la popularización de la píldora anticonceptiva, las mujeres elegían cursar estudios de nivel superior, anteponían sus carreras profesionales y postergaban el matrimonio.
Finalmente, el jurado menciona su libro The race between education and technology, con L. F. Katz, en el que contribuye “al análisis de las tendencias recientes en cuanto a desigualdad salarial y de ingresos” enfatizando el papel de la educación en los resultados económicos.