Didier Queloz (Ginebra, Suiza; 1966) ha forjado su carrera en la Universidad de Ginebra. Físico de formación, se doctoró en Astrofísica con Michel Mayor en 1995: su trabajo como doctorando fue precisamente el que le conduciría al hallazgo del primer exoplaneta.
Entre 1997 y 1999, fue Distinguished visiting scientist en el Jet Propulsion Lab (Estados Unidos) y en 2000 se incorporó de nuevo a su alma mater, donde es catedrático desde 2008. Desde 2013, es también catedrático de Física en el Laboratorio Cavendish de la Universidad de Cambridge (Reino Unido).
En 1995, junto a Michel Mayor, descubrió 51 Pegasi b, el primer exoplaneta (planeta fuera del Sistema Solar). Desde entonces, su grupo ha contribuido al descubrimiento de más de 250 planetas extrasolares. Sus decisivas contribuciones a este campo de investigación le han valido reconocimientos como el Premio Balzers de la Sociedad Suiza de Física (1996) o el Premio Royal Society Wolfson Research Award (2013). En 2017, recibió junto a Mayor el Premio Wolf de Física, considerado el más prestigioso del área tras el Premio Nobel. Tras recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento (2012), obtuvo el Premio Nobel de Física junto a Michel Mayor y James Peebles (2019).
Discurso
Ciencias Básicas, IV edición
“No pienso en el riesgo cuando investigo, lo hago porque me encanta; mi sensación se parece a la pasión artística. Tal vez esa sea la fórmula del éxito”, dice el astrofísico Didier Queloz, ganador, junto con Michel Mayor, del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ciencias Básicas por descubrir el primer planeta extrasolar en órbita alrededor de una estrella parecida al Sol.
Su hallazgo se produjo en 1995. Queloz era entonces un estudiante de doctorado que poco antes se había embarcado en un proyecto de alto riesgo, con muchas probabilidades de fallar y por tanto de frenar su incipiente carrera. A mediados de los noventa buscar planetas era considerado “muy extraño, algo fuera de las principales corrientes científicas”. Y por una buena razón: ¿Cómo detectar un objeto relativamente diminuto, opaco, al lado de otro millones de veces mayor y muy brillante? “El riesgo forma parte de toda investigación de frontera, pero entonces estaba tan emocionado que nunca lo sentí”, dice Queloz.
Su entrega y la de su maestro, Michel Mayor (Lausanne, Suiza; 1942), obtuvieron recompensa. El descubrimiento de un planeta alrededor de la estrella 51 Pegasi «ha dado lugar a una revolución en la astronomía», afirma el acta del jurado. “Hoy se conocen ya más de quinientos exoplanetas e incluso se han realizado las primeras mediciones de algunas de sus atmósferas”, prosigue el documento. Para la comunidad astrofísica la meta ya no es hallar planetas, sino planetas como la Tierra y capaces de albergar vida.
Volvamos atrás. ¿Qué impulsó a Mayor a iniciar un proyecto tan arriesgado? Su visión no nacía de la nada. Este astrofísico y catedrático de la Universidad de Ginebra inició su carrera analizando el movimiento de las estrellas próximas al Sol como vía para demostrar que la estructura de la Vía Láctea es espiral. Mayor medía la velocidad radial de las estrellas, es decir, su movimiento de acercamiento o alejamiento en relación al observador. Era una forma tediosa de medida, para la que Mayor construyó un instrumento especial, un espectrógrafo con el que detectar la deformación en la luz de la estrella según su movimiento.
La técnica tiene un interesante efecto secundario: delata la presencia de objetos próximos que ejercen atracción gravitatoria sobre la estrella. Así, con su nuevo espectrógrafo, Mayor advirtió que había estrellas de tipo solar junto a estrellas compañeras de muy baja masa; tan baja, de hecho, que podían no ser estrellas. De ese hallazgo, publicado en 1991, nacería el proyecto que conduciría al descubrimiento del primer planeta extrasolar.
¿Qué eran esos objetos tan pequeños junto a estrellas de tipo solar? Una posibilidad es que se tratara de planetas gigantes, como Júpiter –300 veces más masivos que la Tierra– o mayores. En 1994 Mayor y Queloz, con un espectrógrafo mejorado, se lanzaron a buscar estrellas en cuyo movimiento se detectara la huella de un compañero superjúpiter. Lo siguiente es historia.
Ambos, convencidos de que el trabajo sería largo, se armaron de paciencia. No hizo falta. La búsqueda no fue lenta y el planeta no fue como Júpiter. Ni como ninguno conocido hasta entonces. Lo que encontraron fue del todo sorprendente. Queloz presentó a Mayor los datos con el temor de haberse equivocado, y recuerda la “reacción fantástica” de su director de tesis: “Cualquier otro hubiera dicho que era imposible, pero él está abierto a lo inesperado. Me dijo “sí, tal vez sea un planeta”.
Mayor también lo recuerda: “Vimos muy pronto que uno de los objetos que observábamos, en torno a la estrella 51 Pegasi, mostraba un comportamiento extraño. ¡Tenía una masa comparable a la de Júpiter, pero su periodo [el tiempo en que completa una órbita] era de solo 4,2 días! No sabíamos qué era; entonces creíamos que los planetas gigantes no podían tener un periodo de menos de diez años. Así que decidí posponer el anuncio hasta poder confirmar que la señal no se debía a algún tipo de fenómeno de la estrella”.
En julio de 1995, cuando la estrella volvía a ser observable, repitieron las observaciones: “Nada había cambiado; teníamos un planeta”, rememora Mayor. Enviaron su trabajo a la revista Nature. Lo revisaron a petición de la revista tres astrofísicos, de los que dos recomendaron su publicación y el artículo saldría el 23 de noviembre de 1995. Nature, para evitar filtraciones, recordó a los autores que no debían hablar con periodistas. Pero fue inútil. En octubre Mayor y Queloz presentaban su resultado en un congreso en Florencia. “Ya habíamos enviado el resumen de nuestra charla, y cuando llegamos había un montón de periodistas, cámaras de televisión… Fue una situación muy extraña. ¡Todo el mundo discutía sobre nuestros resultados con los periodistas, excepto Didier y yo! Nos sorprendió mucho la atención de los medios. Solo entonces nos dimos cuenta de la importancia que tiene este trabajo para el público”.
Los planetas extrasolares efectivamente saltaron a las cabeceras, y ahí siguen desde entonces. El Observatorio Austral Europeo (ESO) anunció recientemente la detección de 50 nuevos exoplanetas –entre ellos 16 de masa similar a la terrestre– con el sofisticado espectrógrafo HARPS, construido por el grupo de Mayor y Queloz. Uno de estos planetas está además en el borde de la llamada zona habitable, una estrecha franja alrededor de una estrella en la que se estima que el agua, de existir, podría estar en forma líquida.
También ha comenzado ya la búsqueda de planetas extrasolares con telescopios espaciales y con otras técnicas. El método llamado del tránsito, por ejemplo, mide el levísimo oscurecimiento en la luz de la estrella cuando un planeta se interpone entre esta y el observador. «Combinando estas técnicas se puede determinar si los planetas son rocosos, gaseosos, gigantes…», comenta Mayor.
En opinión de Mayor, “ahora el desafío realmente grande es esclarecer si la vida es un fenómeno común en el universo”. En las condiciones adecuadas, ¿cuál es la probabilidad de que se formen organismos? “Responder esto es crucial. No sé cuándo lo lograremos, puede que dentro de veinte años… Pero lo haremos”. Queloz coincide: “Nosotros hemos dado el primer paso; otros nos dirán un día cómo son estos planetas y si están habitados”.