DNDi: Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas
PREMIO FRONTERAS DEL CONOCIMIENTO
Cooperación al Desarrollo
V Edición
El galardón ha sido para la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi por sus siglas en inglés) por desarrollar y distribuir junto a sus colaboradores tratamientos nuevos y accesibles para enfermedades ligadas a la pobreza.
Durante la última década, la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi) y sus colaboradores han desarrollado y distribuido nuevos tratamientos eficaces y accesibles para enfermedades relacionadas con la pobreza, tales como el chagas, la enfemedad del sueño, la malaria y la leishmaniasis, que afectan a las poblaciones más vulnerables. A pesar del progreso de la salud pública en el último siglo, muchas de las enfermedades que afectan a las poblaciones más pobres siguen olvidadas.
La insuficiencia de incentivos de mercado provoca que se dedique solo el diez por ciento del gasto en investigación a enfermedades que representan el noventa por ciento del coste en la salud mundial. Controlar y eliminar estas enfermedades es un componente vital en la estrategia para aliviar la pobreza. En las últimas décadas, la colaboración público-privada representa un modelo institucional de buenas prácticas, que traslada la investigación científica a la cooperación al desarrollo de las poblaciones más desfavorecidas que sufren las enfermedades olvidadas, mediante la gestión del conocimiento y la difusión de sus resultados.
La DNDi es un claro ejemplo de colaboraciones para el desarrollo de productos. Fundada por siete instituciones públicas y privadas de diferentes países, la DNDi ha trabajado con éxito con el sector académico, la industria, las ONG y los gobiernos de todo el mundo para desarrollar y aplicar seis nuevos tratamientos contra la malaria, el chagas, la enfermedad del sueño y la leishmaniasis. Estas enfermedades afectan a 3.000 millones de personas y algunos de sus nuevos fármacos se han registrado en más de treinta países de África, Asia y Latinoamérica.
Por poner un ejemplo, se han distribuido más de 150 millones de dosis de sus tratamientos contra la malaria. En estos momentos, están trabajando en el desarrollo de nuevos productos. La labor de la DNDi abarca el complejo proceso integral del diseño, evaluación, registro, producción y aplicación de los fármacos, y todo ello bajo los más estrictos estándares de calidad y seguridad e intentando siempre llevar la investigación y producción a los países afectados.
La DNDi representa un claro ejemplo de modelo institucional de buenas prácticas, aportando la investigación científica a la cooperación al desarrollo, mediante el conocimiento empresarial y el desarrollo de resultados para ayudar a las poblaciones más marginales que padecen enfermedades que en otros países del mundo ya están erradicadas.
Con un equipo de unas 120 personas repartidas en sus sedes de Suiza, Brasil, Congo, Kenia, India, Malasia, Estados Unidos y Japón, coordina una red de colaboradores que integra un total de 600 personas que trabajan en contacto con las instituciones públicas y privadas que se implican en cada proyecto concreto. El objetivo de DNDi es descubrir y desarrollar nuevos tratamientos para las “enfermedades olvidadas” y para otras ligadas a la pobreza, asegurándose además de que sean accesibles de forma equitativa para la población de los países más desfavorecidos.
Desde su creación, DNDi ha logrado seis nuevos tratamientos adaptando otros anteriormente existentes a las necesidades y condiciones de los países afectados. En concreto son dos tratamientos contra la malaria –ASAQ, en colaboración con Sanofi, fabricado en África y distribuido en 32 países; y ASMQ, basado en una tecnología transferida desde Brasil a la India-; uno contra la enfermedad del sueño –NECT, que ha sustituido a tratamientos anteriores más tóxicos y caros-; otros dos contra la leishmaniasis –que acortan la duración del tratamiento y se aplican en África del Este y Asia- y un sexto contra la enfermedad de Chagas, con una nueva dosificación específica para uso pediátrico que sustituye el uso de dosis de adultos fraccionadas con su correspondiente riesgo de error, y que ha sido desarrollada por un laboratorio público brasileño.
Actualmente el DNDi está promoviendo investigación para tratar otras dos enfermedades: la filariasis y el VIH pediátrico. Tiene en marcha un total de 30 proyectos en diferentes etapas del proceso y 11 de ellos son candidatos a generar nuevos fármacos. La financiación de DNDi procede a partes iguales de la iniciativa pública -gobiernos e instituciones- y de la privada –fundaciones, ONG y otras entidades-.
CONTRIBUCIÓN
Discurso
Cooperación al Desarrollo, V edición
La enfermedad del sueño, endémica en treinta y seis países africanos, causa decenas de miles de muertes al año. Su última gran epidemia ocurrió a finales de los noventa y afectó a medio millón de personas. El medicamento más usado entonces contra ella, el melarsoprol, es tan tóxico que puede llegar a ser letal, y su hasta hace poco única alternativa era un fármaco muy caro y complejo de administrar que incluso llegó a desaparecer del mercado porque no daba beneficios a su fabricante.
Esto ha cambiado. Gracias a la labor de la DNDi (Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas), ahora se dispone ya de un fármaco mejor en eficacia, coste y logística; el primero nuevo contra la enfermedad del sueño en veinticinco años. La DNDi recibe este año el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cooperación al Desarrollo. No es el único éxito de esta organización. La DNDi ha desarrollado y distribuido junto a sus colaboradores “tratamientos nuevos y accesibles para enfermedades ligadas a la pobreza, incluidos el chagas, la enfermedad del sueño, la malaria o la leishmaniasis, que afectan a las poblaciones más vulnerables del mundo”, según recoge el acta del jurado.
Hay 17 enfermedades que la Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga como olvidadas, porque están muy lejos de las prioridades de la investigación biomédica y farmacéutica mundial. Se estima que causan el 90 por ciento de la carga de morbilidad global en el planeta –afectan a más de mil millones de personas en todo el mundo, la mitad de ellas niños–, pero solo consumen el 10 por ciento de los recursos destinados a la investigación.
El resultado es que de los 1.556 fármacos nuevos aprobados entre 1975 y 2004, solo 21 –el 1,3 por ciento– habían sido desarrollados específicamente para enfermedades tropicales, incluyendo malaria y tuberculosis. El problema es de salud, pero también económico. Como explica Bernard Pécoul, director de la DNDi, en su Manifiesto para avanzar en el control y la eliminación de las enfermedades tropicales olvidadas, estas dolencias “son una de las razones importantes por las que los 1.400 millones de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza no pueden salir de la marginación y la desesperanza; son las infecciones más comunes entre los más pobres del mundo, la principal causa de incapacidad crónica y pobreza”.
Y he aquí el círculo vicioso: una población condenada a la miseria perpetua no es atractiva a ojos del mercado. “Son enfermedades que provocan la muerte o que gente joven que las padece no pueda trabajar, lo que empobrece a su país», dice Pécoul. “Su impacto económico es muy fuerte. Los afectados no pueden sostener un mercado, por eso no hay inversión del sector privado”. Buscando una salida a este bucle perverso de pobreza y enfermedad se creó en 2003 la DNDi, una organización sin ánimo de lucro fruto del acuerdo entre siete instituciones públicas y privadas: Médicos Sin Fronteras, Consejo Indio de Investigación Médica, Instituto de Investigación Médica de Kenia, Ministerio de Salud de Malasia, Instituto Pasteur (Francia), la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) de Brasil, y el Programa Especial para la Investigación y Entrenamiento en Enfermedades Olvidadas de la Organización Mundial de la Salud.
Así, la DNDi cuenta hoy con un equipo de unas ciento veinte personas repartidas en sus sedes de Suiza, Brasil, Congo, Kenia, India, Malasia, Estados Unidos y Japón, y con una red de unos seiscientos colaboradores. Su labor consiste en detectar la necesidad de un tratamiento e implicar a instituciones públicas y privadas –incluidos laboratorios farmacéuticos– para producirlo y distribuirlo con los máximos estándares de calidad y promoviendo que también las fases de investigación y desarrollo tengan lugar en los países afectados. Se trata, en última instancia, de obtener fármacos eficaces, baratos y que puedan administrarse de modo sencillo y rápido para facilitar la adherencia al tratamiento. Y todo ello según los más exigentes estándares de calidad y seguridad.
En la enfermedad del sueño, por ejemplo, el fármaco más eficaz y seguro disponible hasta la entrada en escena de la DNDi exigía una inyección cada seis horas durante dos semanas de hospitalización. Así que muchos países, incapaces de asumir ese coste, seguían optando por el tóxico melarsoprol. De ahí que la llegada en 2009 del nuevo medicamento fuera «un gran cambio», dice Pécoul. “Yo he trabajado más de veinte años con Médicos Sin Fronteras y era difícil entrar en un hospital sabiendo que un cinco por ciento de los pacientes iban a morir por la toxicidad del tratamiento. Pero no teníamos otra solución, porque la enfermedad del sueño mata al cien por cien”.
Además de este nuevo fármaco, la DNDi ha desarrollado otros cinco que mejoran algunos ya existentes. Dos son contra la malaria –ASAQ, en colaboración con Sanofi, fabricado en África y distribuido en treinta y dos países, y ASMQ, basado en una tecnología transferida desde Brasil a la India–; otros dos contra la leishmaniasis; y un sexto contra la enfermedad de Chagas, con una dosificación de uso pediátrico desarrollada por un laboratorio público brasileño.
Para el futuro inmediato los objetivos son la filariasis y el VIH pediátrico. Hay en marcha otros treinta proyectos, once de ellos para generar nuevos fármacos: “Hemos conseguido firmar contratos con muchos laboratorios farmacéuticos incluso en etapas muy tempranas del desarrollo de fármacos”, señala Pécoul. “Ellos saben que no van a hacer negocio, pero son proyectos que encuentran apoyo dentro de la propia empresa, y además se dan cuenta de que en estos países está el mercado del futuro”.
Entre sus colaboradores se encuentra la planta española del laboratorio GSK, centrada en medicamentos para enfermedades olvidadas. Las enfermedades tropicales olvidadas afectan a los más pobres entre los pobres, personas “sin poder político ni económico» pero cuya salud es también un indicador de la nuestra, recuerda Pécoul. Y para ilustrarlo toma una frase de Mahatma Gandhi: «Una civilización se juzga por cómo trata a sus minorías”.