Gene E. Likens (Indiana, Estados Unidos; 1935) se graduó en Zoología en la Universidad de Manchester en 1957 y dos años más tarde, en 1959, obtuvo el máster en la misma materia en la Universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos), donde también se doctoró en Zoología en 1962. Desde 1969 hasta 1983 ejerció la docencia y la investigación en la Universidad Cornell de Nueva York, donde fue catedrático de Ciencias Biológicas Charles A. Alexander. Además, desde 1984 es catedrático en la Universidad de Yale y a partir de 1985 es catedrático en la Universidad Rutgers.
Desde 2009 es catedrático Einstein de la Academia China de las Ciencias. En 1963 Likens fue cofundador del proyecto Hubbard Brook Ecosystem que tuvo lugar en las Montañas Blancas de New Hampshire. Fue en este estudio donde descubrió la lluvia ácida y el impacto que tiene en los ecosistemas. Además, en 1983, fundó el Instituto Cary de Estudios del Ecosistema en Millbrook, Nueva York -donde actualmente ostenta el cargo de presidente emérito y Distinguished Senior Scientist Emeritus-, una institución perteneciente al Jardín Botánico neoyorquino.
Ha escrito y publicado más de 580 artículos científicos y capítulos de libros, así como 25 libros completos. En total, sus estudios publicados han sido citados cerca de 200.000 veces. Likens ha recibido numerosos premios y distinciones. Es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos, de la Real Academia de las Ciencias Sueca y de la Academia de Ciencias Austriaca, entre otras. Entre los galardones que ha obtenido se cuentan el ECI Prize, el Tyler Prize for Environmental Achievement, la Medalla Nacional de las Ciencias, el Blue Planet Prize y el Alfred C. Redfield Lifetime Achievement Award, entre otros.
Discurso
Ecología y Biología de la Conservación IX edición
Microentrevista
“Me preocupa mucho que cada vez más personas cuestionan la ciencia del cambio climático”
“Desde el principio de los tiempos, la humanidad ha tratado de entender el mundo a través de los rituales y la religión, pero ahora tenemos algo mejor: la ciencia”. Estas palabras de Marten Scheffer (Ámsterdam, Países Bajos; 1958) ilustran el valor que este ecólogo otorga al conocimiento e indirectamente inducen a tomar en serio afirmaciones suyas como esta otra: “Nuestras decisiones de hoy afectarán a muchas generaciones futuras”. Scheffer no es un alarmista exagerado, simplemente habla de lo que sabe. Su trabajo ha desvelado que la acción humana expone a ecosistemas como la selva amazónica, el Ártico o, más cerca de casa, las marismas de Doñana, a un riesgo de colapso repentino con los consiguientes efectos potencialmente irreversibles para todo el planeta.
Otro descubrimiento con grandes implicaciones para el futuro es el de Gene E. Likens. En los años sesenta, mientras investigaba los lagos de un bosque en New Hampshire en apariencia alejado de toda contaminación, Likens detectó que la lluvia era allí cien veces más ácida de lo esperado. “Fue una sorpresa. Desconocíamos qué extensión estaba afectada, y nos llevó mucho tiempo identificar las causas del fenómeno”, explica. Su logro alertó al mundo sobre la gravedad del problema de la lluvia ácida, y espoleó los esfuerzos por paliarlo.
Ambos ecólogos reciben el Premio Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación por contribuir a lo que para el jurado del premio es “uno de los principales desafíos” en el esfuerzo por cuidar la naturaleza: comprender y predecir la reacción de los ecosistemas a las alteraciones provocadas por la actividad humana. Las contribuciones de Likens y Scheffer sirven hoy de guía en la toma de decisiones, y están siendo ya aplicadas a la gestión y restauración de ecosistemas.
El hallazgo de Likens
Presidente fundador del Cary Institute of Ecosystem Studies, en Nueva York, se considera uno de los primeros trabajos científicos con impacto en la legislación ambiental. Cuando lo publicó en 1974 en la revista ‘Science’, Likens escribió: “Hoy en día conocemos solo algunos de los efectos ecológicos y económicos de esta introducción generalizada de potentes ácidos en los sistemas naturales, pero estos efectos sin duda deben ser tenidos en cuenta a la hora de proponer nuevas fuentes energéticas y en la definición de estándares de calidad en las emisiones”.
Es muy importante que actuemos con firmeza contra la contaminación
TUITEAR
La causa de la acidez de las precipitaciones está en la quema de combustibles fósiles, que genera óxidos de nitrógeno y azufre que la química atmosférica transforma en ácidos. Estos compuestos pueden desplazarse a miles de kilómetros de su lugar de origen, de forma que también las regiones supuestamente prístinas se ven afectadas. Nadie duda ya de la gravedad del fenómeno. La acidez es letal para muchos anfibios y peces, empobrece los suelos, perjudica la salud de las plantas y reduce las cosechas.
Las recomendaciones del trabajo de Likens quedaron plasmadas en las ‘Clean Air Act Amendments’ estadounidenses de 1990, responsables en gran medida de que en este país las precipitaciones sean hoy un ochenta por ciento menos ácidas que hace cinco décadas. Likens, sin embargo, no se muestra triunfalista: “La lluvia ácida ha estado cayendo durante muchos años y eso ha hecho que los suelos sean mucho más sensibles a otros impactos”. Además en otras partes del mundo, como la India, el fenómeno sigue en aumento.
La importancia de los tipping points
También el trabajo de Marten Scheffer, catedrático de la Universidad de Wageningen, en los Países Bajos, es útil para la gestión ambiental. Demostró que efectivamente, tal como había sido postulado, cuando los ecosistemas cambian pueden llegar a superar unos ‘tipping points’, o puntos de inflexión, en que sus condiciones varían de manera drástica y potencialmente irreversible. En la actual era, el principal agente que empuja a los ecosistemas a cambiar —y hacia un posible ‘tipping point’— es la acción humana. El hallazgo de los puntos de inflexión en la evolución de los ecosistemas se produjo cuando Scheffer investigaba lagos que se habían vuelto turbios por los fertilizantes agrícolas. Observó que por mucho que se redujeran los contaminantes, las aguas no recuperaban su transparencia: el ecosistema, alterado por los agroquímicos, había alcanzado un nuevo punto de estabilidad que se resistía a abandonar.
Scheffer considera, no obstante, que la existencia de los ‘tipping points’ puede convertirse en una buena noticia: “Una vez que entiendes cómo funcionan, puedes usarlos en tu favor”, observa, “aprovechándolos para salir de una situación indeseada”. En el caso de los lagos, por ejemplo, el concepto de ‘tipping point’ hizo ver que para recuperar las aguas límpidas se necesitaba una auténtica ‘terapia de choque’ —en palabras del propio Scheffer. En efecto, la medida drástica pero eficaz que hoy se emplea consiste nada menos que en extraer los peces del lago.
Recientemente, Marten Scheffer ha aplicado su modelo a las marismas de Doñana, el lugar de invernada más importante en Europa de aves acuáticas, con más de medio millón de ejemplares. Sus conclusiones dan pistas para fortalecer las marismas ante el cambio climático. En concreto, una de las mayores amenazas para Doñana son las toxinas de cianobacterias, que aumentan con los fertilizantes de los cultivos cercanos de fresas y también con el calor. En un escenario de subida de temperaturas, la estrategia debería ser reducir los fertilizantes. “La gestión local tiene un papel muy importante”, asegura Scheffer.