BIOGRAFÍA
Cuando Holton nació, en el Berlín de 1922, las bandas de fascistas ya atacaban a políticos e intelectuales judíos en Alemania, una dramática situación que obligó a su familia –padre abogado y madre fisioterapeuta– a regresar Austria, su país de origen. Holton creció en Viena, pero en 1938 también llegó allí el peligro, como se puso de manifiesto durante la terrible Noche de los Cristales Rotos.
Por pura suerte –el destino de los niños se decidía en un sorteo– Holton, su hermano y otros 10.000 niños, con la ayuda de la asociación cuáquera Kindertransport, emigraron sin sus padres al Reino Unido, donde Gerald estudiaría ingeniería electrónica. En 1940 pudo reunirse con su familia en Estados Unidos. Por entonces varias universidades estadounidenses ofrecían plazas a refugiados europeos, y Holton tuvo la oportunidad estudiar en la Wesleyan University in Middletown, en Connecticut, donde obtuvo su licenciatura en Física en 1941 y un máster en la misma disciplina en 1942.
Durante la II Guerra Mundial, como muchos otros físicos, fue invitado a participar en el Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica en Los Álamos (Nuevo México), pero se negó, una decisión que atribuyó a su aprecio por la espiritualidad de los cuáqueros que cuidaron de él en Inglaterra. Sin embargo, Holton sí contribuyó a actividades bélicas que consideraba defensivas, como enseñar a los oficiales de la Marina a usar el radar, y formó parte de la unidad de investigación militar situada en Harvard.
Finalizada la guerra, en 1947 se doctoraría en Harvard con una investigación sobre la estructura de la materia a altas presiones bajo la dirección de Percy Williams Bridgman, un físico brillante galardonado con el Nobel de Física en 1946. Su vida académica permanece hasta hoy vinculada a esta universidad.
CONTRIBUCIÓN
El jurado reconoce igualmente “sus innovadoras aportaciones a la enseñanza de la ciencia, su decisivo papel en la preservación del legado documental de Albert Einstein y sus estudios sobre el destino de los niños que tuvieron que abandonar la Alemania nazi”.
Holton, catedrático de Física y de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard (EEUU), es una figura central del análisis de cómo la ciencia influye en el modelado de la cultura de la sociedad, y también de cómo, en una interacción continua, la matriz cultural de cada periodo histórico condiciona de manera íntima la práctica científica, al influir en la creación de teorías y modelos.
Como ha explicado el propio galardonado, en su trabajo ha pretendido mostrar “cómo la ciencia está entrelazada plenamente con su contexto, en vez de como si hubiera caído del cielo o emergido por sí misma”. Su estilo diferencial de hacer historia de la ciencia se caracteriza por poner el foco en la dimensión conceptual y cultural de la misma. “La ciencia”, ha escrito, “debería atesorar su historia, y el estudio de la historia debería atesorar la ciencia”.
La obra de Holton analiza y reivindica el papel de la ciencia como agente modelador de la cultura de cada época, pero sin deslizarse nunca hacia el cientificismo, la idea de que fuera del lenguaje científico, solo hay irracionalidad y sinsentido. Al contrario, Holton siempre ha defendido que existen muchos otros campos, como el arte y la literatura, fundamentales para dar forma y contenido a la cultura de una sociedad, pero considera que la ciencia es un elemento civilizador esencial porque contribuye no solo al crecimiento económico y al bienestar de una sociedad, sino –de manera más profunda– a la configuración de los modos de pensar, de tomar decisiones y de actuar en cada periodo, tanto en el plano individual como colectivo.
La ciencia –recuerda Holton– tiene como pilares la veracidad, la objetividad y la generación de un conocimiento que no es inmutable sino que está permanentemente sometido al escrutinio de otros, y por tanto es siempre revisable ante la aparición de nueva evidencia o modelos conceptuales más elegantes y generales. Por eso, además de salud, crecimiento económico y eficacia tecnológica, la ciencia aporta racionalidad y por tanto fortalece la capacidad de una sociedad para resolver sus problemas. Pero, a su vez, su obra ha demostrado cómo la propia ciencia no se desarrolla de manera encapsulada, aislada del tejido cultural -no solo socioeconómico- en el que crece en extensión y en profundidad. En palabras del propio Holton, “la ciencia forma parte de un tapiz, está entretejida dentro de una cultura”.
El físico e historiador galardonado con el Premio Fronteras del Conocimiento en Humanidades ha sido además una de las primeras voces que, desde una perspectiva fina y respetuosa con otras fuentes de la cultura general, ha abogado durante el último medio siglo por la necesidad imperiosa de trasladar la cultura científica al público general. No solo por la utilidad inmediata de los conocimientos científico-tecnológicos, sino por la influencia del pensamiento científico en la orientación cognitiva, la construcción y el desarrollo de los mapas mentales o mindset de la sociedad. La amplísima obra de Holton ha puesto de relieve el papel fundamental de la cultura científica como factor unificador de la humanidad.
Los ‘themata’ en el pensamiento de Einstein y otros grandes científicos
Como estudioso de la historia de la ciencia, y de la manera en que tienen lugar los descubrimientos científicos, una de los principales aportaciones de Holton ha sido la identificación de los themata, cristalización de ideas muy generales que emergen de manera recurrente –a menudo de forma no consciente por formar parte del entramado latente de la cultura– en el pensamiento de los científicos más creativos a lo largo de la historia, como la simetría, la causalidad o la búsqueda de la unificación en las fuerzas fundamentales.
Holton reparó en la existencia de los themata mientras analizaba los documentos de Albert Einstein, que se ocupó por primera vez de archivar y poner a disposición de la comunidad científica. Tras el fallecimiento del gran físico alemán en 1955, un colega de Harvard le sugirió que preparase –para una ceremonia de homenaje– una historia de los descubrimientos de Einstein, pero Holton advirtió que los estudios sobre su investigación eran escasos. Se dirigió entonces al Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, institución en la que Einstein pasó la última etapa de su carrera y donde se conservaban todos sus escritos y correspondencia (más de 40.000 documentos en total).
Con la colaboración de la secretaria de Einstein, Helen Dukas, Holton dedicó dos años a clasificar y analizar este material, advirtiendo su gran valor, convirtiéndose así en el primer investigador que analizó estos textos desde la perspectiva de la historia conceptual de la ciencia. “Pensé que era mi obligación moral ordenar todo esto en un archivo que pudieran utilizar los investigadores”, recordaba Holton en una entrevista. De hecho, con su estudio tanto de la producción científica, como de su correspondencia y otros documentos, Holton hizo que Einstein, como antes ocurriera con Newton o Darwin, pasara a ser objeto de estudio en sí mismo. Fue así como Holton identificó los themata que reflejan la impronta de las ideas y metáforas culturales en el pensamiento científico, la huella de la cultura en la ciencia.
“Me di cuenta – para mi sorpresa, no era algo que me esperaba – de que Einstein obedecía a una compulsión epistemológica, como tantos otros científicos, de ver la ciencia como si miraran a través de ciertas cerraduras, ciertas lentes”, explicó Holton. “Los denominé themata – temas – es decir, ideas que están tan grabadas en sus mentes que quizás no eran plenamente conscientes de ellas. Estas ideas determinan la estructura básica que subyace a todo su trabajo”.
En el caso de Einstein, algunos de los conceptos más repetidos eran la búsqueda de la unidad –en las fuerzas de la naturaleza–; explicaciones formales, más que fenomenológicas; causalidad; completitud; fenómenos continuos frente a discretos. Se trata de conceptos que constituyen igualmente el núcleo de la investigación de otros grandes científicos, desde Johann Kepler a Niels Bohr, tal y como ha documentado Holton en su libro The Thematic Origins of Scientific Thought (Harvard University Press, 1973).
Los themata, en definitiva, son construcciones derivadas de la matriz cultural en la que trabajan los científicos, que interiorizan en su trabajo, de una manera muchas veces inconsciente, y que condicionan su manera o estilo de pensar e investigar. Holton los define como conceptos que actúan como una especie de plantilla conceptual que le permiten a un científico fijarse en determinados objetos, fenómenos o conexiones.