Helen Keller International (HKI) es una organización creada en 1915 por Helen Keller, primera mujer sordociega que obtuvo una titulación superior, y George Kessler, superviviente del hundimiento del Lusitania. En principo la organización nació centrada en la ceguera, pero al actuar contra uno de sus desencadenantes, la falta de vitamina A, HKI comenzó a desarrollar programas nutricionales.
Actualmente, lleva a cabo más de 120 programas basados en la evidencia científica y en la investigación actual en visión, salud y nutrición. Sus acciones llegan a alrededor de 100 millones de personas en 20 países en África y Asia cada año. En 2014, trabajando con organizaciones locales, HKI contribuyó a que 54 millones de niños africanos recibieran las dosis de vitamina A necesarias para evitar problemas asociados al desarrollo del sistema nervioso, como la ceguera. Sus estrategias son adaptadas de acuerdo a la evidencia científica y se integran con las organizaciones y gobiernos locales, lo que hace posible su mantenimiento a largo plazo.
Discurso
Cooperación al Desarrollo VII edición
Tres de cada cuatro personas en países en desarrollo viven en zonas rurales y en su mayoría se alimentan de lo que cultivan. Lo que cultivan… y nada más. Demasiado a menudo eso no basta para una vida sana. Según Naciones Unidas la malnutrición, definida como dieta que no aporta los nutrientes adecuados, es en todo el mundo la principal causa de enfermedad. De ahí el énfasis en las palabras de Kathy Spahn, presidenta de Helen Keller International: «¡La buena nutrición es esencial! Esencial para el cerebro, para la educación, para acceder al desarrollo económico…».
La ONG Helen Keller International (HKI) es el último galardonado con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cooperación al Desarrollo, por combatir la malnutrición a través de programas que llegan cada año a más de cien millones de personas en veintiún países de Asia y África.
La malnutrición condena a quienes la padecen a un círculo vicioso de pobreza, enfermedad y más hambre. En todo el mundo, uno de cada cuatro niños menores de cinco años padece atrofia por malnutrición. El déficit de hierro provoca letargo, cansancio crónico y problemas de desarrollo cognitivo en la mitad de los bebés de entre 6 y 24 meses en países en vías de desarrollo. La falta de vitamina A debilita las defensas y aumenta en más de un 20 por ciento el riesgo de morir por malaria, diarrea o sarampión, a la vez que es la principal causa de ceguera infantil.
HKI quiere cambiar esa realidad llegando «a los más vulnerables, los más desfavorecidos, a los más difíciles de alcanzar», manifiesta Spahn. Uno de los logros de HKI, que celebra este año el centenario de su existencia, es hacer posible que 54 millones de niños africanos reciban dos veces al año complementos de vitamina A. Pero la organización, declara su presidenta, aspira a que «la capacidad de combatir la malnutrición esté en manos de los propios afectados», y por eso promueve la creación de huertos familiares que mejoren la nutrición de las familias.
El Programa Producción Familiar de Alimentos, con sus cultivos nutricionalmente variados, se ha convertido hoy en «una de las principales herramientas para llegar a las comunidades con menos recursos», señala el acta del jurado.
La ONG Helen Keller International fue fundada en 1915 por Helen Keller y el empresario George Kessler para ayudar a los soldados que habían quedado ciegos en la I Guerra Mundial a causa del gas mostaza. Helen Keller (1880-1968) fue la primera persona sordociega que obtuvo un título universitario: sorda y ciega desde bebé debido a una infección, aprendió a leer y escribir gracias a su institutriz. A su vez, George Kessler (1862-1923) fue uno de los supervivientes del hundimiento del transatlántico Lusitania, torpedeado en 1915 por un submarino alemán.
Hoy en día Helen Keller International emplea a ochocientos trabajadores, en su gran mayoría naturales de los veintiún países en que opera la organización. Y su foco no está solo en la ceguera, como explica su presidenta: «En los años cincuenta pasamos de tratar a gente ciega a intentar prevenir la ceguera, y eso hizo que nos involucráramos en la deficiencia de vitamina A. Pero queríamos un enfoque más completo, y así empezaron nuestros programas de enriquecimiento de alimentos con micronutrientes a escala industrial y el de Producción Familiar de Alimentos».
El Programa de Producción Familiar de Alimentos arrancó en 1990 en Bangladesh. Se dirige a mujeres de comunidades sin acceso al mercado laboral y alimentario con el fin de formarlas en técnicas agrícolas avanzadas y respetuosas con el medio, técnicas que generan cosechas más abundantes, todo el año, y de especies escogidas por su riqueza en micronutrientes. Los huertos se completan con la cría de aves de corral, animales pequeños y, si es posible, pescado. Durante tres años HKI suministra semillas y otros recursos que después generarán los propios cultivos. El programa siempre se realiza en colaboración con entidades locales.
Su principal objetivo es mejorar la nutrición desde la concepción hasta que el niño cumple dos años, período conocido como la ventana de los mil días, y por eso incluye educación nutricional en aspectos como la alimentación durante la gestación o la lactancia materna. El programa se dirige a las mujeres por su papel en la alimentación familiar y porque, según señala Kathy Saphn, son ellas las que «cuando tienen los recursos sacan a la familia de la pobreza». Pero no se ignora a los hombres: «En uno de nuestros programas en Bangladesh les invitamos a las lecciones de cocina y a participar en la educación, y como resultado de su incorporación comenzaron a ayudar a las mujeres en los cultivos».
En 2012 solo en Bangladesh el Programa de Producción Familiar de Alimentos llegaba a 900.000 hogares y 4,5 millones de personas. Hoy se extiende a Camboya, Indonesia, Nepal y Vietnam, y a cinco países africanos: Burkina Faso, Costa de Marfil, Mozambique, Senegal y Tanzania.
Una evaluación realizada por HKI en cuatro países asiáticos muestra que los hogares que lo han adoptado cultivan, de media, cuarenta y cinco variedades, frente a las diez de los huertos tradicionales, además de haberse reducido en ellos significativamente los casos de anemia y de ceguera infantil. Kathy Spahn rememora una experiencia especialmente satisfactoria: «Fuimos a visitar uno de los huertos en el sur de Nepal. Lo habíamos iniciado hacía diez años y ya no lo gestionábamos nosotros. Y ahí estaba esa pequeña casita con lo que había sido un pequeño huerto que ahora era enorme, lleno de hortalizas magníficas y todo tipo de verduras. Fue emocionante: la matriarca de la familia tenía 101 años de edad y estaba ahí, mirándolo todo… Fue precioso. El proyecto caminaba solo».