Jacob Ziv (Tiberíades, Israel; 1931-2023) se formó en Ingeniería Electrónica en el Instituto Technion de Israel en los años 50 del pasado siglo, y se doctoró en 1962 por el Instituto de Tecnología de Massachusetts, MIT (Estados Unidos). Regresó al Technion en los años 70, donde fue decano de Ingeniería Electrónica de 1974 a 1976, y vicerrector de asuntos académicos entre 1978 y 1982. Posteriormente asumió la presidencia del Comité Estatal de Planificación y Presupuestos Universitarios (1985-1991), una figura de enlace entre el gobierno y las universidades de Israel.
A lo largo de su trayectoria desarrolló su actividad en la docencia, la investigación, el mundo de la empresa –en los Laboratorios Bell y la empresa Melpar, durante sus estancias en Estados Unidos–, e incluso la planificación de la política científica y universitaria.
Fue miembro de la Academia Nacional de Ciencias y Humanidades de Israel, que presidió entre 1996 y 2005. También formó parte de la Academia Europea de las Ciencias y las Artes, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y la Sociedad Filosófica Americana. Ha recibido el Premio Israel, en la categoría de ciencias exactas (1993), la Medalla Richard W. Hamming del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, IEEE (1995) y el Golden Jubilee Award (1998) y el Premio Claude E. Shannon (1997) de la Sociedad de la Teoría de la Información del IEEE.
Discurso
Tecnologías de la Información y Comunicación, I edición
“Como a todos los científicos, me fascinan los aparatos electrónicos, y acabo de comprarme un iPod de segunda generación que es una maravilla”, confesaba espontáneo el ingeniero israelí Jacob Ziv tras obtener el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Tecnologías de la Información y la Comunicación. El comentario trasciende la anécdota: quien lo hace es uno de los responsables de que hoy día dispongamos de este tipo de tecnologías.
La labor investigadora de Ziv ha tenido unos resultados muy concretos –y universales– en nuestro mundo. Y es que a él le debemos, en colaboración con Abraham Lempel, el desarrollo del algoritmo LZ77, un principio clave para la creación de archivos como el mp3 o el pdf. “Muchos aparatos dependen de la compresión de información para un almacenamiento más eficiente”, explica cuando se le pregunta sobre la repercusión de sus hallazgos. Jacob Ziv es una punta de lanza de la Teoría de la Información. Deudor de los trabajos de Claude Shannon, que en 1948 inauguró la nueva ciencia con su obra ‘Una teoría matemática de la comunicación’, Ziv reconoce la importancia fundacional de aquella labor: “Tengo la gran suerte de trabajar en un campo que ha permitido abrir las puertas a las modernas tecnologías de la comunicación”, afirma rotundo.
En la actualidad, es miembro de la Academia Nacional de Ciencias y Humanidades de su país. Pero la institución que ha marcado su trayectoria es el Instituto Tecnológico de Israel, el Technion, en el que se formó y al que regresó en 1970 para iniciar su carrera como profesor después de realizar un doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Ziv es profesor emérito de Ingeniería Eléctrica en este importante centro universitario situado en Haifa, que es referente mundial en Tecnologías de la Información y Comunicación, y en otras disciplinas, como la Medicina.
A lo largo de su trayectoria ha desarrollado su actividad en la docencia, la investigación, el mundo de la empresa –en los Laboratorios Bell y la empresa Melpar, durante sus estancias en Estados Unidos–, e incluso la planificación de la política científica y universitaria. Además, de sus trabajos en Teoría de la Información se han derivado importantes desarrollos tecnológicos.
La implicación de Ziv con la vida universitaria le llevó a ser decano de Ingeniería Electrónica –la facultad más grande del Technion–, de 1974 a 1976. Luego fue vicerrector de asuntos académicos (1978-1982) y posteriormente asumió la presidencia del Comité Estatal de Planificación y Presupuestos Universitarios (1985-1991), una figura de enlace entre el gobierno y las universidades de Israel.
Jacob Ziv se muestra precavido al referirse a futuras derivaciones de sus teorías. “Predecir el futuro siempre es arriesgado, aunque es cierto que estamos asistiendo a la aplicación de ideas relacionadas con la compresión de información en otros campos, como pueden ser la Teoría del Conocimiento o, fuera del ámbito de la comunicación, en la Bioingeniería.” Aún está por demostrar, en fin, que esas ideas, eficaces en lo que a los sistemas de comunicación se refiere, den el mismo juego en otros terrenos.
La repercusión del algoritmo LZ77 parece suscitar menos dudas. Si alguna vez alguien se pregunta cómo es posible que una película o un libro “ocupen tan poco espacio”, en este algoritmo se encuentra la respuesta. Con su desarrollo se lograba identificar las redundancias más frecuentes en el lenguaje. Así, por ejemplo, el LZ77 permitió, dentro de un texto, que una palabra como que pasara de sus tres caracteres a ser representada en un único signo, con el consiguiente ahorro de espacio de almacenamiento y, a la vez, sin perder ninguna información esencial.
“No sacamos ni un céntimo con él, aunque nos divertimos mucho desarrollándolo”
TUITEAR
Curiosamente, y aunque es un firme defensor de la conexión entre la investigación, incluida la que se genera en el contexto universitario, y el mundo de la empresa, nunca patentó su algoritmo, esa suerte de piedra Rosetta de la tecnología cuyo valor mercantil, a tenor de sus aplicaciones, hubiera sido incalculable. “No sacamos ni un céntimo con él”, asegura, “aunque nos divertimos mucho desarrollándolo”. Podría parecer que estamos ante un científico que considera que Ciencia y Economía son dos mundos aparte. En absoluto. Basta recordar su comentario al conocer el fallo de este premio:
“Me ha emocionado especialmente el hecho de que, en mitad de una crisis económica mundial, la fundación de una institución financiera apueste por reconocer la importancia del espíritu científico”. Tanto Ziv como su algoritmo siguen vigentes. Su repercusión alcanza a la industria de la música, el cine, la fotografía y el libro, como consecuencia de los archivos comprimidos mp3 (sonido), jpg (imagen) o pdf (texto) por citar solo tres ejemplos. No se trata únicamente de que la información ocupe menos espacio: también se consigue transmitir a mayor velocidad. Esa línea de investigación ha permitido también mejorar la capacidad de memoria de los discos duros y optimizar la retransmisión por Internet, lo que la hace aún más inestimable.
Pero junto a estas aplicaciones del algoritmo hay que añadir otras derivadas de la línea más teórica de los trabajos de Ziv. Doctor en Ingeniería Eléctrica por el Instituto de Tecnología de Massachussets, ha trabajado como teórico de la información, sobre todo en el área de la llamada compresión con pérdidas (aquella en la que es imposible reconstruir exactamente los datos originales). Esa labor también ha tenido una repercusión enorme en la compresión de vídeo y tiene, asimismo, aplicaciones en la tecnología de los reproductores de DVD y en la televisión de alta definición.
La distinción taxonómica entre ciencia básica y aplicada queda disuelta en figuras como la de Ziv.
Sus trabajos, que inspiran a investigadores tanto básicos como aplicados, a ingenieros y a teóricos de la información, anticiparon el futuro, dieron forma a las tecnologías del presente y todavía pueden impulsar la aparición de nuevos desarrollos.
El reto ahora está en hacer compatibles sus hallazgos con los avances que se han venido produciendo en otros ámbitos de la tecnología y la ciencia. “Hay un juego interminable”, dice Ziv, “entre la nanotecnología y la fabricación de circuitos cada vez más pequeños.
A la vez, hay una capacidad infinita de generar información. Así que, aunque la capacidad de las memorias crece constantemente gracias, en parte, a la nanotecnología y otras aplicaciones, también la velocidad a la que se genera información es cada vez mayor. Ahí es donde se hace necesaria una compresión de datos más eficiente”.