Jane Lubchenco nació el 4 de diciembre de 1947 en Denver (Colorado). Es la mayor de seis hermanas. Sus padres eran médicos. Obtuvo las máximas calificaciones en el instituto y estudió Biología en Colorado College. A continuación se trasladó a la Universidad de Washington para hacer un máster en Zoología. La tesis consistió en una investigación sobre estrellas de mar, la misma especie sobre la que trabajaba un compañero de estudios, Bruce Menge. Decidieron prestarse ayuda mutua y poco después se casaron. Al concluir el máster, el matrimonio se trasladó a Massachusetts y ella se doctoró en Harvard, donde fue profesora ayudante durante dos años.
En 1977, Lubchenco y Menge se trasladaron a la Universidad Estatal de Oregón, donde pasarían los siguientes treinta años. El matrimonio pactó con la facultad compartir una plaza a tiempo parcial, de modo que pudieran compatibilizar docencia e investigación con la crianza de sus dos hijos. Su trayectoria antes y después de ser nombrada catedrática, en 1988, está sembrada de proyectos de investigación sobre el terreno desarrollados en Estados Unidos, Jamaica, Panamá, Chile, Qingdao (China) y Nueva Zelanda.
En 2009 fue nombrada por Barack Obama responsable de la Administración Nacional de la Atmósfera y el Océano (NOAA), como parte del nuevo ‘Equipo de Ciencia’ presidencial. Se convirtió así en la primera mujer y en el primer ecólogo marino en dirigir este organismo, que abandonaron el de 27 de febrero de 2013 por decisión propia. Desde 2014 hasta 2016 ha sido Science Envoy for the Ocean del Departamento de Estados de Estados Unidos. Actualmente y desde 2014 es Distinguished Professor y Advisor en Estudios Marinos de la Universidad Estatal de Oregón. La influencia de Lubchenco en la comunidad científica es amplia: ocho de sus artículos están catalogados como ‘Science Citation Classics’ y sus proyectos están vinculados con no menos de 150 ‘papers’ publicados por otros investigadores.
Su liderazgo en la comunidad científica le ha llevado a ser presidenta de la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS, por sus siglas en inglés), el Consejo Internacional de la Ciencia y la Sociedad Ecológica de América; y a formar parte, durante diez años, del Consejo Nacional de la Ciencia. Es miembro, asimismo, de la Academia Nacional de Ciencias, la Academia Americana de las Artes y las Ciencias, la Royal Society y otros organismos.
Lograr que el conocimiento científico informe las decisiones en la vida social y política ha sido una preocupación constante de Lubchenco, que le llevó a crear el Programa de Liderazgo Aldo Leopold, que enseña a los ecólogos cómo comunicar la ciencia a los medios de comunicación y los decisores públicos en términos comprensibles; y el Communication Partnership for Science and Sea, una organización que se dedica a transmitir información relevante y formar a los decisores públicos y privados en temas de ecología marina.
Doctora honoris causa por 18 universidades, ha recibido numerosos galardones y fue nombrada por la revista Nature ‘2010 Newsmaker of the Year’.
Discurso
Ecología y Biología de la Conservación, V edición
Rueda de prensa
Lubchenco, ha advertido que el modelo de sobrepesca es insostenible.
En su hasta hace poco cargo de directora de la NOAA (Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica) de Estados Unidos, Jane Lubchenco ha tenido que tomar decisiones relativas a la investigación del clima, a las pesquerías del país o a cómo hacer frente a uno de los vertidos de petróleo más graves de la historia: el de la plataforma petrolífera ‘Deepwater Horizon’ en el Golfo de México en 2010. Lubchenco es una científica doblemente relevante, porque a esa faceta decisora, esta ecóloga marina –capaz de observar durante años bígaros y algas en la costa de Nueva Inglaterra– une su condición de referencia en la investigación, con trabajos pioneros que han ayudado a entender el funcionamiento de los ecosistemas costeros y han demostrado el gran valor de las reservas marinas. Jane Lubchenco es la ganadora del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación.
Como “líder mundial en ecología y conservación marina” –señala el acta del jurado–, Lubchenco mostró con sus experimentos “que la estructura y la función de los ecosistemas costeros está controlada por los efectos conjuntos de los nutrientes, la luz, la temperatura y los herbívoros”. Además, “ha liderado el diseño de reservas marinas a partir de principios fundamentales en la ciencia ecológica”, proporcionando así argumentos científicos útiles para determinar dónde crear redes de reservas marinas y cuáles deberían ser su tamaño y grado de protección óptimos.
Lubchenco no pasó su infancia cerca del mar –decidió su carrera tras un curso de ‘verano mágico’ en el Marine Biological Laboratory en Woods Hole, Massachusetts–, pero su tesis doctoral es una versión altamente sofisticada de lo que hacen los niños de costa: una investigación paciente y minuciosa del comportamiento de los caracoles en los charquitos intermareales. ¿Qué algas prefieren comer? ¿Cómo afecta su número al ecosistema en cada charco? Estos experimentos, novedosos en una ciencia con un enfoque hasta entonces muy descriptivo, están recogidos en algunos de los trabajos más citados en su área. “Mi forma de trabajo se ha basado en comprobar mis ideas con experimentos, para así entender de verdad cómo funcionan los ecosistemas marinos, cómo están cambiando y cómo podemos gestionar nuestra actividad para hacerla compatible con la conservación de los océanos y las costas”, explica Lubchenco.
Se dio cuenta, por ejemplo, de que los herbívoros juegan un papel estructural en el ecosistema mucho más importante de lo que se creía. En el caso de los caracoles, son ellos, con claras preferencias alimentarias por unas algas sobre otras, los que determinan el grado de biodiversidad en el charco. A mayor escala, este hallazgo se traduce en que una de las fuerzas que rigen el funcionamiento de los ecosistemas costeros son las especies situadas en la base de la cadena trófica, como el plancton y los herbívoros. Esta investigación, llevada a cabo en los años setenta, echaba por tierra la idea entonces extendida de que la dinámica de estos ecosistemas depende sobre todo de los depredadores –carnívoros–. Y también contribuye a entender el fenómeno biológico de los afloramientos, en los que los nutrientes emergen del fondo marino hacia las aguas superficiales y generan áreas ricas en pesca. Muchas de las pesquerías más importantes del planeta se explican por los afloramientos, de ahí la necesidad de entenderlos. Así que, como afirma el acta, “la perspectiva de la profesora Lubchenco sobre los procesos ecológicos ha sido determinante para comprender que el vínculo entre los afloramientos, el clima y las perturbaciones ecológicas es clave para la conservación de las pesquerías a largo plazo”.
Los trabajos sobre las reservas marinas son posteriores. Y parten de la constatación de que “la situación de los océanos es realmente grave”, dice Lubchenco. Amenazas como la sobrepesca, la degradación de hábitats costeros o la contaminación química se unen a los efectos del cambio climático, que se hacen notar “más rápido de lo esperado”. Como explica la galardonada en el trabajo ‘Plugging a hole in the ocean: The emerging science of marine reserves’ (Ecological Applications, 2003), “la degradación rápida y radical de los océanos del planeta es una llamada de atención cada vez más urgente sobre la necesidad de poner en marcha estrategias más efectivas para proteger, mantener y restaurar los ecosistemas marinos”. Tras revisar múltiples evidencias a favor de proteger no solo una especie –como solía hacerse– sino áreas cuidadosamente seleccionadas, Lubchenco concluye que “el diseño y la implementación de redes de reservas es el próximo gran desafío para la conservación y gestión de los recursos marinos”.
Lejos de ver su doble faceta de científica y gestora como contradictoria, Lubchenco es una firme defensora de que “debemos utilizar la ciencia para sustentar nuestras decisiones”. Se entiende así que la atención a los recursos pesqueros, precisamente, haya sido una de sus principales labores como directora de la NOAA: “Hemos hecho grandes avances para acabar con la sobrepesca en aguas estadounidenses y hemos trabajado con colegas en otros países, también de la Unión Europea, para conseguir que esta sea una actividad sostenible”, afirma. “Si queremos comer pescado, y que los pescadores continúen teniendo trabajo, debemos comenzar a pescar ya de forma responsable”.
Si es poco habitual que un científico deje la primera línea de investigación para dedicarse a la administración, probablemente lo es menos aún que recorra el camino de vuelta. Tras los últimos cuatro años en la NOAA, Lubchenco ha decidido regresar ahora a su cátedra en la Universidad Estatal de Oregón, donde enseña desde 1977. Pero no por ello dejará de trasladar sus conocimientos a la sociedad. Su visión de una ciencia “útil, además de apasionante” exige una comunicación de calidad entre los científicos y el público en general: “Los científicos necesitamos aprender a hablar de ciencia de forma que sea comprensible y relevante en relación con los grandes problemas del mundo. Debemos compartir nuestra pasión por la ciencia, y explicar la importancia que el nuevo conocimiento tiene a la hora de resolver problemas del mundo real”.