Jeffrey I. Gordon se licenció en Medicina por la Universidad de Chicago en 1973. Tras concluir su formación clínica en Medicina Interna y Gastroenterología y realizar una estancia de investigación postdoctoral en los Institutos Nacionales de la Salud, en 1981 se incorporó a la Universidad de Washington en San Luis (Misuri, Estados Unidos), en la que ha permanecido desde entonces.
Su trayectoria docente e investigadora se ha articulado en torno a la medicina, la química biológica, la bioquímica y la biofísica molecular, áreas en las que ha recorrido todo el escalafón académico, hasta llegar a los dos puestos que hoy ocupa: el de Dr. Robert J. Glaser Distinguished University Professor y el de director del Centro Familia Edison de Ciencias del Genoma y Biología de los Sistemas. Además, ha sido presidente del Comité Ejecutivo de la División de Biología y Ciencias Biomédicas, puesto que supervisa toda la formación de grado en ciencias biológicas de la universidad.
Es autor de más de 500 artículos de investigación en revistas internacionales, titular de 24 patentes y ha dirigido 63 tesis doctorales y 68 proyectos de investigación postdoctoral. Es miembro del consejo editorial de las revistas Cell Metabolism, Cell Host and Microbe, y Science Translational Medicine. Una especie bacteriana intestinal aislada en 2009 fue bautizada en su honor: Parabacteroides gordonii.
Discurso
Biología y Biomedicina, XI edición
El trabajo de Gordon ha inaugurado toda una nueva área de investigación básica en biomedicina para entender el papel de los microbios en el funcionamiento normal del organismo, y ha abierto nuevas vías de investigación en el estudio de múltiples enfermedades, así como en la búsqueda de tratamientos innovadores.
Gordon ha descubierto, por ejemplo, que los microorganismos presentes en el intestino influyen en la aparición de obesidad. Al mismo tiempo, ha comprobado que las consecuencias a largo plazo de la malnutrición en niños, como fallos en el desarrollo neurológico y del sistema inmune, dependen no solo de la dieta sino también de la adquisición de un microbioma sano.
Además, gracias a su trabajo han comenzado a explorarse los posibles usos terapéuticos del microbioma. Según el acta, “los trasplantes de microbiota fecal pueden ser beneficiosos para el tratamiento de algunas enfermedades, entre ellas algunos tipos de colitis. A medida que avanza el conocimiento de los mecanismos moleculares precisos que median la influencia de las bacterias sobre nuestra fisiología, se abre una gran promesa en el desarrollo de tratamientos contra diversas enfermedades humanas”.
Una “simbiosis” esencial entre microbios y humanos
Que el cuerpo humano convive con numerosos microorganismos que lo colonizan se sabía hace tiempo, pero no se sospechaba su importancia. De hecho, el interés de Gordon y su grupo por la flora intestinal surgió mientras investigaban en otra área: la formación del intestino. Buscando las señales químicas que las células se intercambian mientras construyen el intestino, Gordon descubrió que también los microorganismos de la flora intestinal hablan constantemente con nuestras células, y realizan tareas esenciales para ellas. Por ejemplo, digerir nutrientes que el cuerpo humano es incapaz de metabolizar.
La comprobación de que entre microbios y humanos existe una “simbiosis” esencial para la supervivencia mutua fue un primer e importante cambio de paradigma. Lo explicó ayer Gordon tras conocer el fallo: “No podemos vivir o funcionar solos; hay una colaboración constante entre las decenas de billones de microbios que habitan en nuestro cuerpo, y nosotros mismos”.
“La gente debe adoptar una visión más amplia de sí misma: somos una maravillosa mezcla de componentes genéticos y celulares de microbios y humanos”, explicaba el investigador. “Hay cien veces más genes microbianos que humanos en nuestros cuerpos, así que en ese sentido somos más microbianos que humanos, pero el hecho es que nos beneficiamos mutuamente de la compañía que nos hacemos. La pregunta que debemos hacernos es hasta qué punto nuestra biología es fruto de la contribución de nuestros microorganismos”.
Gordon se confiesa “cautivado” por la noción de que hace cientos de millones de años un organismo mucho más simple tuvo que decidir si contaba con genes suficientes para metabolizar los nutrientes que necesitaba, o si adoptaba los de otros organismos, entablando con ellos una relación simbiótica que dura hasta el presente. “Se asocia a los microbios a guerras y conflictos, en vez de a la cooperación, pero lo que han desvelado nuestras investigaciones es que los microbios pueden ser nuestros amigos”, dice.
El papel del microbioma en la obesidad y la malnutrición
Para investigar el papel de los microbios intestinales, Gordon y su grupo recurrieron a ratones criados en condiciones estériles, sin microbiota propia. Así podían colonizarles con microorganismos conocidos, e investigar su efecto en relación con determinados nutrientes. Ese tipo de investigación es la que ha permitido demostrar que los microorganismos tienen un papel causal en el desarrollo de enfermedades como la obesidad, y en el tratamiento de la malnutrición.
Como explica Gordon, “nuestra investigación se ha centrado en averiguar qué es lo normal en las comunidades de microbios intestinales, cuáles son las desviaciones de lo normal, y si estas desviaciones pueden ser causas de una enfermedad”.
El nuevo campo de investigación en el microbioma está en plena efervescencia, pero Gordon recuerda que “hay que ser muy humilde ante todo lo que queda por aprender”. Es fácil caer en la tentación de pensar que hay microorganismos que engordan y otros que adelgazan, pero no será tan simple: el efecto de cada microbioma es personal, porque “lo importante es la interacción” entre los microorganismos y las células del portador.
Menos diversidad microbiana en Occidente
Lo que sí parece claro es que la riqueza de nuestro microbioma es importante, y en el mundo occidental se está empobreciendo: “Hemos investigado el microbioma de personas en diferentes regiones del mundo, y hemos comprobado que en los países occidentalizados se ha producido una pérdida en la diversidad de las comunidades de microbios intestinales. No es una buena noticia. Creemos que es un reflejo de nuestro estilo de vida, de nuestra dieta y quizás de lo que consumimos, incluyendo el uso abusivo de antibióticos”.
De cara al futuro, Gordon confía “en que podamos comprender mejor cómo alimentarnos de manera más saludable, mejorando los contenidos de la comida para beneficiar el microbioma del consumidor, y tomando mejores decisiones sobre cómo procesar la comida para potenciar sus ingredientes activos, de forma que beneficien el estatus nutricional de las poblaciones”