BIOGRAFÍA
Karen O’Brien (Aquisgrán, Alemania, 1963) es licenciada en Relaciones Internacionales por el College of William and Mary (Virginia, EEUU) y máster en Recursos de la Tierra por la Universidad de Wisconsin-Madison (Wisconsin, EEUU). Posteriormente se doctoró en Geografía por la Universidad Estatal de Pensilvania (EEUU) con una tesis sobre la “Deforestación y Cambio Climático en la Selva Lacandona de Chiapas, México”. Ha trabajado como docente en la Universidad del Estado de Pensilvania y como investigadora en la Comisión para la Cooperación Ambiental en Norteamérica (Montreal, Canadá) y en el Centro para la Investigación Internacional del Clima y el Medio Ambiente-CICERO (Oslo, Noruega).
O’Brien expone las conexiones entre globalización y cambio climático en su libro Double Exposure: Global Environmental Change in an Era of Globalization, publicado en 2008. Más recientemente, en Responding to climate change: the three spheres of transformation (2018); y en Climate and Society: Transforming the Future (2019). Es autora además de más de 150 publicaciones especializadas y diez libros, así como de varios informes del IPCC. Desde 2001 trabaja en la Universidad de Oslo, donde actualmente es catedrática de Geografía Humana.
CONTRIBUCIÓN
Si en ediciones anteriores el Premio Fronteras del Conocimiento había reconocido contribuciones a la ciencia del cambio climático desde la modelización, la Física o la Economía, este año el galardón reconoce la aportación de las Ciencias Sociales. En concreto, el jurado ha premiado a tres investigadores que han liderado el estudio de “cómo las condiciones sociales y la culturales determinan nuestra vulnerabilidad al cambio climático y nuestra capacidad de adaptación”, según ha destacado el jurado.
A lo largo de las últimas décadas, la evidencia científica ha demostrado que el cambio climático avanza a un ritmo más rápido de lo esperado. Ese conocimiento ha permitido diseñar escenarios futuros que ayudan a prever el efecto del cambio climático en diferentes regiones del planeta, y cómo puede impactar sobre sus poblaciones.
El geógrafo Ian Burton (Derby, Reino Unido, 1935), profesor emérito de la Universidad de Toronto, llegó al desafío del cambio climático desde la investigación sobre desastres naturales, y fue pionero a la hora de promover el concepto de ‘adaptación’ para hacer frente a los efectos del cambio climático que, a la luz de las previsiones, son ya inevitables. Burton impulsó así, desde las primeras reuniones internacionales sobre el clima, una nueva área de investigación para definir las mejores estrategias de adaptación en infraestructuras, urbanismo, agricultura y arquitectura, entre otros ámbitos, y que deben ir en paralelo a los esfuerzos para mitigar el cambio climático reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero.
A mediados de los noventa, el IPCC (Panel Intergubernamental del Cambio Climático) ya incluyó la adaptación como ámbito de estudio de uno de sus Grupos de Trabajo. Tanto Burton como Adger y O’Brien han ejercido, a lo largo de su carrera, un papel de liderazgo en el trabajo de este Grupo. Posteriormente, en 2013, la Comisión Europea desarrolló la Estrategia de adaptación al cambio climático que los países integrantes de la UE, entre ellos España, han traspuesto a nivel nacional.
Adger, Burton, y O’Brien “enfatizan la importancia de la interacción entre el cambio ambiental y la globalización”, así como la necesidad de “incorporar la dimensión cultural y, centralmente los valores” a los esfuerzos de adaptación a los impactos del cambio climático que ya no se pueden detener. La investigación de los galardonados, que han colaborado en numerosas ocasiones, ha sido instrumental a la hora de trasladar el conocimiento a la toma de decisiones, incorporando el ángulo de análisis propio de las ciencias sociales.
En palabras de Miquel Canals, director del Departamento de Dinámica de la Tierra y del Océano de la Universidad de Barcelona y miembro del jurado, “los premiados documentan la dimensión humana del cambio climático en toda su magnitud: la salud, el bienestar, la desigualdad, la vulnerabilidad de naciones enteras, los cambios demográficos, las migraciones…, todos ellos grandes temas de nuestro tiempo cuya conexión con el cambio climático a menudo tendemos a ignorar. Sus aportaciones son también una ventana hacia el futuro, un futuro en el que los efectos globales del cambio climático se exacerbarán sin ningún género de dudas. En otras palabras, los premiados nos ponen, como sociedad y como individuos, frente al espejo. Mirar lo que el espejo refleja, y actuar en consecuencia, ya depende de todos y cada uno de nosotros”.
En un principio, el concepto de adaptación no fue fácilmente aceptado. Como explicó ayer por videoconferencia el profesor Burton tras conocer el fallo, quienes destacaban la necesidad de las medidas de mitigación – es decir, la reducción de emisiones de gases invernadero – consideraban contraproducente hablar de adaptación: “Argumentaban que con la mitigación no sería necesaria la adaptación; pero yo defendí, basándome en las evidencias obtenidas en mi investigación, que necesitábamos tanto medidas de adaptación como de mitigación, porque no era posible mitigar lo bastante rápido como para evitar algunos impactos”.
Burton se apoya en los últimos informes del IPCC para afirmar que el cambio climático está avanzando a un ritmo distinto del que se esperaba inicialmente, “cuando los científicos del clima hablaban de un proceso gradual”.
Migraciones por impactos climáticos
Neil Adger (Ballymena, Irlanda del Norte, Reino Unido, 1964), que reconoce el papel inspirador de Burton, ha concentrado su investigación en uno de los principales efectos sociales del cambio climático: las migraciones. Gran parte del trabajo de Adger, catedrático de Geografía Humana en la Universidad de Exeter (Reino Unido), incluye toma de datos sobre el terreno, con la realización de encuestas y entrevistas a población local en países como Vietnam y Bangladesh. Sus conclusiones muestran que el grado de vulnerabilidad de una población al cambio climático depende muy directamente de medidas sociales y políticas, no únicamente del clima en sí.
El galardonado, contactado tras el fallo, resaltó que aunque los migrantes raramente mencionan de manera explícita el cambio climático como causa de su decisión, sí que la atribuyen al dramático deterioro de fuentes tradicionales de recursos, como la agricultura, están asociados en muchos casos al clima.
Adger cree que además de actuar sobre los espacios naturales, las estrategias de adaptación deben fijarse también en las ciudades: “El flujo migratorio que predomina en todo el mundo es el movimiento de las zonas rurales a las ciudades. El cambio climático acelera este proceso, porque sus impactos restan atractivo a las zonas rurales. Las ciudades son un punto clave en la adaptación al cambio climático; necesitamos que se preparen, que planifiquen cómo adaptarse al cambio climático para resistir mejor esta amenaza”.
También Karen O’Brien (Aquisgrán, Alemania, 1963), catedrática de Geografía Humana de la Universidad de Oslo, investiga el impacto en poblaciones vulnerables que, según su trabajo, están sometidas a una doble exposición: al cambio climático y a la globalización. Según explicó ayer ella misma, “si en la fotografía una doble exposición se refiere a dos imágenes que se solapan y crean una imagen borrosa, con este concepto expresamos cómo los procesos de globalización y del cambio climático se superponen y crean desigualdad. Ambos procesos no solo se solapan, sino que se retroalimentan”.
Caros Duarte, director de la Cátedra Tarek Ahmed Juffali en Ecología del Mar Rojo en la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá (Thuwal, Arabia Saudí) y secretario del jurado, señala que “la aportación de los investigadores premiados es fundamental en estos tiempos en los que los estímulos verdes para reactivar la economía tras el Brexit apuntan a una transición energética rápida. Es fundamental abordar esta transformación de forma que no dañe a los más vulnerables, no sólo en las zonas geográficas más desfavorecidas, sino en los países desarrollados, donde el termino pobreza energética se ha extendido al incluir muchos países los costes de la transición a renovables como una tasa fija en los recibos de la luz, afectando sobre todo a hogares con padres en paro, hogares monoparentales y de personas con impedimentos. La justicia social ha de ser un referente fundamental en las soluciones al cambio climático, tanto de adaptación como de mitigación”.
La investigación de O’Brien se refiere además al concepto de adaptación introducido por Burton desde una perspectiva psicosocial y cultural. O’Brien habla de tres esferas de adaptación para llegar a la transformación que requiere el reto del cambio climático: “El cambio climático es un problema que trasciende al medio ambiente; es un reto social y cultural. La adaptación ante los efectos del cambio climático requiere una transformación profunda en tres esferas –la práctica, la política y la personal– que interactúan entre sí. La práctica atañe a la tecnología y el comportamiento, la política a las estrategias y medidas concretas, y la personal a los valores. Esta transformación debe promoverse por tanto desde el ámbito tanto colectivo como individual”.
O’Brien defiende que uno de los motores más potentes para esta transformación proviene de la educación, al igual que de los medios de comunicación como difusores del conocimiento sobre cambio climático basado en la evidencia.
Una situación de “urgencia”
Los tres galardonados coinciden en que la investigación y las acciones dirigidas tanto a la adaptación como a la mitigación revisten la mayor gravedad y exigen respuestas urgentes basadas en el mejor conocimiento. Como señala Burton, “no debemos subestimar la importancia y la urgencia del cambio climático”. En su opinión, “no estamos haciendo lo bastante ni en mitigación, ni en una adaptación que sea sostenible, es decir, que no revierta en un mayor impacto”.
Aun así, Burton se declara, “con cautela”, esperanzado: “El actual movimiento de protesta juvenil refleja una creciente concienciación de la sociedad hacia las poblaciones que están sufriendo incendios, tormentas extremas y sequía en otras zonas del mundo. Pero además, es importante señalar que el sector privado, que durante mucho tiempo ha evitado expresar preocupación sobre el cambio climático, ahora está empezando a cambiar su visión, y me refiero en particular a los grandes inversores que se están dando cuenta de que deben empezar a invertir más en energías renovables”.