Klaus Hasselmann (Hamburgo, Alemania; 1931) obtuvo su doctorado en Física en 1957 por la Universidad de Göttingen y el Instituto Max Planck de Dinámica de Fluidos. Entre 1961 y 1972, investigó en la Universidad de Hamburgo y, en Estados Unidos, en el Instituto Scripps de Oceanografía y el Laboratorio Oceanográfico Woods Hole. Entre 1988 y 1999 fue director científico del Centro Alemán de Computación del Clima, en Hamburgo.
Hasselman es actualmente Director Emérito del Instituto Max Planck de Meteorología, en Hamburgo (Alemania), que fundó en 1975 y dirigió durante 25 años. Es miembro fundador del European Climate Forum, que fomenta la investigación multidisciplinar en cambio climático.
Entre los reconocimientos a su carrera, se encuentran el Premio James B. Macelwane de la Unión Geofísica americana (1964), el Premio Académico de Física de la Academia de Ciencias de Göttingen (1970), el Robertson Memorial Lecture Award de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (1990), la Medalla Symons de la Real Sociedad Meteorológica del Reino Unido (1997) y la Medalla Vilhelm Bjerknes de la Sociedad Geofísica Europea (2002). Tras recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento (2009), obtuvo el Premio Nobel de Física junto a Syukuro Manabe y Giorgio Parisi (2021).
Discurso
Cambio Climático, II edición
“No puedes evitar que la verdad científica se abra camino”, dice Klaus Hasselmann, premio Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático. Se refiere a la época más dura de la investigación sobre el cambio climático, en los noventa, cuando mientras la mayoría de la comunidad científica insistía en combatir el fenómeno, otros grupos sociales negaban su existencia. Hasselmann, hoy profesor emérito del Instituto Max Planck de Meteorología, en Hamburgo, es una figura clave en la historia reciente del estudio del clima. No solo ha sido el creador de los primeros modelos que simulan su evolución, sino que ha desarrollado las técnicas necesarias para identificar la “huella humana” en el clima actual. Han sido estos métodos matemáticos los que han demostrado que el cambio climático se debe principalmente a la actividad del ser humano.
Estas contribuciones de Hasselmann casan bien con una de sus aspiraciones al inicio de su carrera como investigador: “Quería trabajar en un área en la que pudiera aportar algo, donde hubiera problemas que me creía capaz de resolver”.
¿Cómo llega un científico a intentar “resolver” el problema del cambio climático?
En el caso de Hasselmann, el primer desafío científico fue una radio galena. “Alguien me regaló uno de esos aparatos sin cables, y me resultaba fascinante que se pudiera escuchar la radio sin electricidad. Para mí era un misterio, así que fui a la biblioteca local y me dediqué por mi cuenta a estudiar electricidad, magnetismo, ondas de radio… Tenía catorce años, mi profesor de Física me consideraba una nulidad y yo nunca caí en la cuenta de que lo que estudiaba por mi cuenta y lo que se decía en clase era lo mismo. Empecé a construir imanes y circuitos, y a enchufarlos a la red, así que se fundían los fusibles. El electricista se quejó a mis padres. O sea, que me di cuenta bastante rápido de que no era un buen experimentalista y me dediqué a la teoría”.
Tras una infancia en Inglaterra huyendo del nazismo, en 1949 Hasselmann regresa con su familia a Alemania y estudia Física y Matemáticas en la Universidad de Hamburgo. Se especializa en dinámica de fluidos, decidido a resolver un problema legendario de la Física: la turbulencia. “Por supuesto no lo resolví, pero aplicando la teoría de la turbulencia desarrollé una técnica para investigar la formación y el desarrollo de las olas en el océano”, explica.
Ese trabajo le condujo en 1961 al Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California (San Diego), y posteriormente al Instituto Oceanográfico Woods Hole (Massachusetts). Hasselmann es entonces un oceanógrafo, que diseña y participa en experimentos internacionales de toma de datos sobre oleaje en diversos océanos. Su trabajo acaba generando el modelo matemático que hoy se utiliza –con mejoras– en unas doscientas instituciones de todo el mundo para elaborar el pronóstico diario de olas que afectan a las costas y a la navegación marina.
En 1972, de forma en cierto modo casual, Hasselmann entra en el área de clima. “Estando en Woods Hole me invitaron a participar como oceanógrafo en el comité que organizaba el World Climate Research Program. Los demás eran meteorólogos, y necesitaban un oceanógrafo. Por entonces ya era obvio que teníamos un problema con el clima; nuestra labor era definirlo. Fue un período fascinante”. Poco después llega la propuesta de la Sociedad Max Planck de crear un instituto para investigar el clima. El centro se inaugura en 1975 e inmediatamente Hasselmann crea una línea de investigación en modelos de clima con jóvenes estudiantes. “Hasta entonces los modelos disponibles no incluían los océanos; nosotros desarrollamos los primeros que sí lo hacían. También fuimos los primeros en introducir el ciclo de carbono en los modelos. En aquella época eran modelos muy burdos, con una resolución de apenas doscientos kilómetros, muy inferior a la actual. Pero el orden de magnitud era correcto”, explica Hasselmann.
La casualidad jugó también un importante papel en uno de los trabajos de mayor impacto de Hasselmann: el desarrollo de la técnica matemática llamada de ‘fingerprinting’ (‘huellas climáticas’). Con ella se ha demostrado la influencia humana en el cambio climático. “Desarrollé esa técnica esencialmente porque una vez, en una charla ante una serie de físicos sobre el problema del clima y las incertidumbres que teníamos, uno de los asistentes me sugirió estimar la probabilidad de que los cambios observados tuvieran una causa natural. Lo hicimos como un simple ejercicio: resultó que esta probabilidad era realmente muy escasa. Los medios de comunicación lo recogieron, y efectivamente ha resultado muy útil. Pero para mí no era una prueba concluyente de la existencia del calentamiento global; simplemente porque esa prueba ya la teníamos”.
Gracias al desarrollo de esa técnica, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, en sus siglas en inglés) pudo atribuir el cambio climático a la acción humana en su cuarto informe, en 2007.
Hasselmann ha dirigido el Instituto Max Planck de Meteorología durante veinticinco años. Si bien no ha logrado su aspiración juvenil de “resolver” el principal problema al que se enfrenta –el cambio climático–, tampoco deja de proponer ideas para ello. En 2001 fundó el European Climate Forum (ECF), una organización integrada por siete centros de investigación –entre ellos los prestigiosos Escuela Politécnica Federal (ETH) de Zúrich, el Postdam Institute for Climate Impact Research (PIK) y el Centro Tyndall– que pretende ser punto de encuentro para científicos/cas, la industria y en general diversos agentes sociales, desde las organizaciones no gubernamentales a los dirigentes políticos.
La visión de Hasselmann es clara
En su opinión los análisis económicos que incluyen todos los costes derivados del cambio climático –incluido el de no combatirlo– indican que es posible considerar el fenómeno como una oportunidad: “Tenemos la tecnología para hacerlo, y si invertimos en ella de forma correcta podremos hacer frente al cambio climático sin que afecte de forma importante a nuestra calidad de vida. Paradójicamente, el principal problema es que ni los políticos ni el público se dan cuenta de que el problema es resoluble”, señala.