Leonard Kleinrock estudió en la Bronx High School of Science, un instituto público en el que se han formado premios Nobel de Física como Leon Cooper o Steven Weinberg; y Robert J. Lefkowitz, premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina 2009 y Premio Nobel de Química 2012.
Dado que no podía sufragarse los estudios universitarios, durante el día trabajaba como técnico electrónico y, al acabar la jornada, acudía a las clases del turno de noche de la diplomatura de Ingeniería Eléctrica en el City College de Nueva York. Sus excelentes calificaciones le proporcionaron una beca para realizar el doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Al plantearse su proyecto de investigación doctoral, la mayoría de sus colegas del MIT trabajaba en teoría de la información, por lo que decidió abordar un territorio hasta entonces prácticamente inexplorado: las redes de datos.
En 1963 se incorporó a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) donde es catedrático desde entonces. Autor de 18 patentes, ha publicado más de 250 artículos y seis libros sobre una amplia gama de temas, incluyendo las redes de conmutación de paquetes, redes de radio por paquetes, redes de área local, redes de banda ancha, informática nómada y redes
peer-to-peer.
Es miembro de la Academia Nacional de Ingeniería, de la Academia Americana de Artes Ciencias, y miembro fundador del Consejo de Ciencias de la Computación y las Telecomunicaciones del National Research Council, organismo que -bajo la dirección de Kleinrock- elaboró un documento estratégico fundamental para la política tecnológica del país titulado ‘Towards a National Research Network’. Entre sus muchos reconocimientos figura la Medalla Nacional de la Ciencia, el más alto honor al mérito científico otorgado por el presidente de Estados Unidos.
Discurso
Tecnologías de la Información y la Comunicación VII edición
Hacía apenas tres meses de la llegada del hombre a la Luna. El 29 de octubre de 1969 dos ordenadores, uno en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y el otro en el Stanford Research Institute (SRI), entablaron la primera conversación de la historia entre dos máquinas a varios kilómetros de distancia. El ingeniero al frente de la hazaña era Leonard Kleinrock, galardonado en esta edición de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Tecnologías de la Información y la Comunicación «por su aportación seminal a la teoría y al desarrollo práctico de internet», recoge el acta del jurado.
Kleinrock, distinguished professor de Ciencias de la Computación en UCLA, se refiere a esa primera conexión —de 50 Kilobytes por segundo, considerada entonces de alta velocidad— como aquella «en que internet pronunció sus primeras palabras». Fue, sin embargo, una sola palabra. Desde el ordenador de Kleinrock en esa universidad, se pretendía enviar la palabra login, si bien, en el SRI únicamente se llegaron a recibir las letras «l» y «o» cuando se cayó el sistema: el primer mensaje que viajo por la red fue «lo».
El proyecto se enmarcaba en el programa militar Arpanet para desarrollar una red de comunicación entre ordenadores. Leonard Kleinrock había sido escogido por sus trabajos teóricos sobre cuestiones esenciales para hacer posible el tráfico fluido de datos en una aún hipotética red. Formado como ingeniero electrónico en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Kleinrock había sido discípulo de Claude Shannon —considerado el padre de la teoría de la información— y dedicó su tesis doctoral a «cómo conseguir que los ordenadores hablaran entre sí», según sus palabras. «Por supuesto que era algo de lo que se hablaba desde siempre —Kleinrock menciona incluso los escritos de Nikola Tesla, de principios del siglo xx—, pero cuando yo empecé no era un objetivo en el que investigaran muchos grupos de forma competitiva», explica.
Kleinrock había advertido ya que uno de los requisitos para crear una red de ordenadores es que los recursos disponibles deben poder ser compartidos eficazmente entre los usuarios, y ya siendo estudiante de doctorado había resuelto esta cuestión de forma teórica. Para ello recurrió a una herramienta matemática llamada teoría de colas, que permite gestionar una red de la forma más eficientemente posible teniendo en cuenta los recursos y los usuarios. Kleinrock desarrolló esta teoría y creó la tecnología de la conmutación de paquetes, «una de las tecnologías básicas para internet», según recoge el acta del jurado.
Kleinrock explica la importancia de la eficacia de la red con un ejemplo: «En una conversación telefónica la conexión física está dedicada de forma exclusiva a los usuarios conectados incluso cuando están en silencio. Me di cuenta de que si se hace eso en una transmisión de datos la red resultaría demasiado cara, no se podría desarrollar». Sería comparable a que las autopistas solo pudieran ser utilizadas por un único coche de cada vez.
Su desarrollo de la teoría de colas permitía compartir los recursos de comunicación mediante la aplicación específica de la conmutación de paquetes: fraccionando cada mensaje en partes más pequeñas, iguales, y haciendo que lo que hoy llamamos ‘router’ —presente en cada domicilio conectado y esencial en el backbone de internet— lo canalice por la red. La idea básica es que los paquetes pequeños de datos ocupan todos los espacios libres de la conexión y llegan antes (y sin atascos) que un único paquete grande.
Por citar otro ejemplo cotidiano, una cola de supermercado es más eficiente —si se considera el tiempo medio que espera cada cliente— si quienes tienen menos compra pagan primero. La conmutación por paquetes en red supone que cada cliente vaya pagando el mismo pequeño número de artículos en las cajas que vayan quedando libres; si eso fuera posible, el tiempo medio de espera de todos los clientes sería menor.
Cuando se llevó a cabo la primera conexión de Arpanet en 1969, Kleinrock no había experimentado nunca en la práctica estos desarrollos, pero sí había hecho simulaciones que demostraban que la teoría funcionaba. Esa primera transmisión exitosa lo constató. Ahora bien, ¿imaginaron entonces los creadores de la red la importancia que esta tendría cuatro décadas después?
Lo cierto es que poco antes del primer balbuceo de la red, Kleinrock había expuesto su visión de que en un futuro habría una conexión de ordenadores «que estaría siempre disponible», a la que podría acceder todo el mundo y que sería invisible como la electricidad. Hoy asegura que internet seguirá conquistando ámbitos vitales, en los que predice un entorno cotidiano «lleno de cámaras, sensores, pequeños dispositivos en la ropa, en el cuerpo», que recojan y envíen datos de modo constante acerca de cada uno de nosotros: «Cuando entre en una habitación sabrá que he entrado, y podré preguntarle dónde están mi libro o las llaves», señala. «La red se convertirá en un sistema nervioso global para el mundo».