Noam Chomsky (1928, Filadelfia, Estados Unidos) se doctoró en Lingüística por la Universidad de Pennsylvania en 1955, aunque desarrolló la mayor parte de sus investigaciones doctorales en la Universidad de Harvard. Ese año se unió al equipo docente del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde se convirtió en catedrático del Departamento de Lingüística y Filosofía en 1961. Entre 1966 y 1976 ocupó la catedra Ferrari P. Ward de Lengua Moderna y Lingüística y en 1976 fue nombrado Institute Professor. En el año 2002 pasó a ser catedrático emérito.
En 2017, se incorporó a la Universidad de Arizona, donde actualmente es catedrático (Laureate Professor) de Lingüística Agnese Nelms Haury.
Es autor de publicaciones seminales como Estructura lógica de la teoría lingüística, Estructuras sintácticas, Aspectos de la teoría de la sintaxis y El lenguaje y el entendimiento, que han tenido un impacto decisivo en el modelado y orientación de un potente y exitoso programa de investigación en la Lingüística y las Humanidades.
Es miembro de la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y de la Academia Nacional de las Ciencias.
Discurso
Humanidades, XI edición
Chomsky propuso a finales de los años cincuenta que el cerebro humano posee un conocimiento innato, pre-programado, que le permite adquirir y desarrollar el lenguaje, una rompedora teoría hoy mayoritariamente aceptada y cuyas implicaciones han impulsado nuevas vías de investigación en muy diversos campos científicos y humanísticos.
En su undécima edición, los Premios Fronteras del Conocimiento –los galardones de la Fundación BBVA que reconocen la excelencia de la investigación científica y la creación cultural a escala global– incluyen por primera vez una categoría de Humanidades y Ciencias Sociales, que cada año se alternará entre esos dominios y en esta edición ha estado dedicada a las Humanidades.
Según explica el acta del jurado, Chomsky ha situado la investigación de la mente humana y sus productos “en una nueva y fructífera vía que abarca la lingüística teórica, la psicolingüística, las ciencias cognitivas, las filosofías del lenguaje y de la mente y la psicología cognitiva”.
Con su visión del lenguaje como el producto de una facultad innata de la mente humana que lo genera con estructuras predefinidas, Chomsky hizo posible el estudio “tanto desde el punto de vista científico como humanístico” del que podría ser considerado “el producto cognitivo más distintivo de la humanidad”, prosigue el acta. El lenguaje pasa a ser no solo un instrumento de comunicación, sino un objeto cognitivo-biológico emanado de la mente humana, y por tanto en sí mismo una ventana al funcionamiento del cerebro.
“El lenguaje se ha considerado durante siglos un fenómeno estrictamente social”, explica Ignacio Bosque, catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid, miembro de la Real Academia Española y nominador de la candidatura de Chomsky al Premio Fronteras del Conocimiento. “La contribución fundamental de Chomsky es haber desarrollado por primera vez una teoría del lenguaje incardinada en el sistema cognitivo de los seres humanos, un enfoque que permite abordar el lenguaje como parte del mundo natural”. Aunque la teoría chomskiana propone un modelo general, abstracto, de la estructura de las lenguas humanas, este modelo ha permitido asimismo desarrollar estudios muy pormenorizados de las propiedades formales de múltiples lenguas humanas, ha propiciado por lo tanto el surgimiento de una nueva lingüística comparada y ha sentado las bases para el estudio científico de la adquisición y desarrollo del lenguaje.
Chomsky es actualmente catedrático emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y catedrático (laureate profesor) de la Universidad de Arizona. Su primer libro, Estructuras sintácticas, es un tratado técnico sobre lingüística elaborado con notas de sus clases. Fue publicado en 1957, y en esta obra Chomsky –que tenía apenas 29 años– introduce el concepto de gramática generativa: la idea de que las reglas gramaticales de todas las lenguas son generadas por una gramática universal que el cerebro humano posee de manera innata.
“Los universales lingüísticos que Chomsky ha estudiado son de naturaleza formal”, explica el profesor Bosque. “Las palabras se agrupan de ciertas maneras en segmentos contenidos en otros mayores. A pesar de que las lenguas humanas presentan enormes diferencias entre sí, al menos aparentes, las relaciones que se dan entre esos segmentos son constantes, y son sensibles, además, a su constitución interna”.
Esta visión chocaba con las teorías aceptadas entonces, e inicialmente fue rechazada por los lingüistas más consolidados. Chomsky ponía en evidencia las lagunas del saber establecido con ejemplos como el de su famosa frase Colorless green ideas sleep furiously (en español: «Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente»), una construcción que reconocemos como gramaticalmente correcta, aunque no tenga sentido. Para Chomsky, esto evidenciaba que la capacidad para reconocer la estructura formal correcta de una oración está basada en los principios de una gramática universal e innata.
Pese al rechazo inicial, ese primer trabajo y las publicaciones posteriores dieron un vuelco radical al estudio del lenguaje, aproximándolo a la psicología y a la biología. Las obras de Chomsky en las décadas de los sesenta y setenta –y sus reediciones posteriores– figuran entre las más citadas en el área de Humanidades, y se consideran el embrión de disciplinas del todo nuevas, como la psicolingüística. “Un gran número de investigaciones sobre adquisición de primeras y segundas lenguas no serían posibles en la actualidad si no pudiéramos contar con las aportaciones de Chomsky como punto de partida. Incluso muchas de las preguntas que se formulan en ellas no se podrían siquiera plantear. Sin ir más lejos, el concepto de creatividad se ha modificado por completo a partir de los trabajos de Chomsky”, señala Bosque.
Cómo explicar la rápida adquisición del lenguaje
Uno de los problemas a los que la teoría de Chomsky responde mejor que las teorías precedentes es el de la rapidez con que se adquiere el lenguaje. Se estima que, entre los dos y los ocho años, los niños aprenden un término nuevo cada hora que están despiertos. Durante la primera mitad del siglo XX, la teoría conductista explicaba este aprendizaje como un proceso de ensayo y error: expuestos al lenguaje, los niños responden imitando lo que escuchan y corrigiendo los fallos. Para Chomsky, en cambio, la mera respuesta a estímulos no explica la capacidad de los niños para crear oraciones del todo nuevas. La habilidad de producir un número infinito de estructuras –las oraciones– a partir de un número finito de elementos –las palabras– implica que el cerebro humano nace programado con las reglas de la gramática universal que subyace a todas las lenguas, y que por tanto la adquisición del lenguaje no depende únicamente de aprender e imitar lo que otros hablantes le enseñan al niño.
“El simple hecho de que cualquier hablante pueda construir expresiones que nunca ha dicho y entender otras que nunca ha oído no puede explicarse a través de la imitación”, explica Bosque. “Los seres humanos poseemos una facultad del lenguaje articulada en principios lingüísticos de considerable complejidad, una especie de horma en la que cualquier lengua humana encaja. A lo largo de más de setenta años, Chomsky ha estudiado con sumo detalle la estructura de esa horma”.
Chomsky ha desarrollado el conjunto de sus propuestas lingüísticas y de la relación entre el lenguaje y el funcionamiento del cerebro –lo que el jurado del premio llama su programa científico– en algunas de las obras más citadas del área de las Humanidades en términos absolutos. Entre ellas están Aspectos de la teoría de la sintaxis (1965), Estudios sobre la rección y el ligamiento (1981) y El programa minimalista (1992).
“Algunos se extrañan de que Chomksy ponga en el centro de su mira las capacidades cognitivas de los seres humanos, en lugar del conjunto de factores sociales y culturales que condicionan su existencia. Yo diría que es precisamente en eso en lo que radica la profunda originalidad de su pensamiento y el extraordinario alcance de sus contribuciones”, concluye Ignacio Bosque.