Paul R. Ehrlich nace en 1932 en Filadelfia (Estados Unidos). En 1953 se gradúa en Zoología en la Universidad de Pensilvania y en 1957 se doctora por la Universidad de Kansas. Más tarde, en 1959 se incorpora a la Universidad de Stanford donde ha desarrollado su carrera profesional.
En 1966 obtiene la cátedra en Ciencias Biológicas en esta universidad y en 1977 la cátedra de Estudios de Población en esta misma institución. Ehrlich es desde 1984 presidente del Centro de Biología de la Conservación. Tiene más de 1000 publicaciones incluyendo 50 libros. Ha obtenido numerosos galardones durante toda su trayectoria como el Blue Planet Award, el Distinguised Scientist Award (AIBS) o el Eminent Ecologist Award de la Ecological Society of America. Además, es fellow de la American Association for the Advancement of Science (AAAS), de la Royal Society y miembro de la National Academy of Sciences (Estados Unidos).
Discurso
Ecología y Biología de la Conservación, VI edición
El entomólogo, ecólogo y biólogo de la conservación Paul Ehrlich ha capturado a lo largo de su carrera cientos de miles de mariposas de la subespecie ‘Euphydryas editha bayensis’. Las observa, escribe en la superficie de sus alas —para identificarlas con un número propio— y las libera de nuevo. Así, registrando el devenir de la vida de estas mariposas a lo largo de los últimos cincuenta años, Ehrlich ha realizado algunos de los descubrimientos hoy considerados más valiosos para entender la biodiversidad: la descripción precisa de los procesos de coevolución y el concepto de metapoblación.
Irónicamente, estas mariposas de alas negras, naranjas y blancas, endémicas en el área de la bahía de San Francisco, están hoy amenazadas de extinción. Por estas aportaciones Paul R. Ehrlich, catedrático de Ciencias Biológicas de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), recibe el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación. Como afirma el acta del jurado, Ehrlich «ha contribuido de forma decisiva a múltiples avances conceptuales en ecología y biología de la conservación, con una gran influencia en otras disciplinas académicas»
La curiosidad de Ehrlich por las mariposas empezó a los 10 años durante un campamento de verano. Años más tarde, tras estudiar Zoología en la Universidad de Pensilvania y doctorarse en la Universidad de Kansas con el prestigioso entomólogo Charles Duncan Michener, Ehrlich se incorpora en 1959 a la Universidad de Stanford.
Poco después establece en la reserva ecológica de Jasper Ridge —la estación experimental de esta universidad— el estudio sobre las ‘Euphydryas edita’, siendo en estos momentos uno de los proyectos de campo de mayor pervivencia que aún genera datos. El fin inicial de su investigación, por entonces, era determinar de qué depende el tamaño de las poblaciones de mariposas. Pero uno de sus primeros resultados provino de una observación del todo marginal: Ehrlich se dio cuenta de que algunas de sus mariposas comían plantas de la familia ‘Plantaginaceae’, mientras que otras escogían las de la familia ‘Scrophulariaceae’. Le resultó curioso. Un día, al volver del campo lo comentó con su colega el botánico Peter Raven, premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad 2007.
«Ha contribuido de forma decisiva a múltiples avances conceptuales en ecología y biología de la conservación, con una gran influencia en otras disciplinas académicas».
TUITEAR
«Comenzó entonces una tormenta de ideas entre dos evolucionistas, uno con mucha experiencia en mariposas, y otro en plantas», ha explicado Ehrlich. Día tras día, en conversaciones de sobremesa complementadas con exhaustivas búsquedas en la literatura, los dos investigadores lograron recabar información sobre las preferencias alimentarias de unas seis mil especies de mariposas, y concluyeron que estaban relacionadas con el tipo de toxinas que generan las plantas para protegerse de los herbívoros. Realizaron, así, el primer estudio en profundidad de un fenómeno que llamaron coevolución: la presión de las mariposas selecciona a las plantas capaces de generar defensas químicas, lo que a su vez confiere ventaja a las mariposas capaces de tolerar esas toxinas.
La carrera armamentística entre plantas y mariposas se desarrolla en un ciclo sin fin —teóricamente— con las especies acopladas en lo que algunos han llamado un tango evolutivo. El trabajo que lo explica, “Butterflies and plants: A study in coevolution”, publicado en la revista’ Evolution’ en 1964, sugería por primera vez la «enorme importancia de las interacciones entre plantas y herbívoros en la generación de diversidad terrestre». Es una de las publicaciones consideradas más influyentes en ecología evolutiva, y ha inspirado en las últimas décadas docenas de libros y miles de estudios.
Mirando atrás, a Ehrlich le sigue maravillando el que no necesitaran para ese trabajo «ni un solo dato experimental extra». Les bastó con la gran cantidad de información que aportan sobre la dieta los coleccionistas de mariposas. «Fue un caso afortunado de dos científicos que tienen una idea, recopilan más información y publican un artículo que cambia toda un área de la biología evolutiva en sí misma». Recuerda que avanzaban «con una emoción creciente, porque sospechábamos que la coevolución era en general un proceso infravalorado». Aunque el concepto estaba ya en Darwin, «en ciencia lo crítico no es solo tener la idea, sino aportar los datos. Nosotros teníamos una cantidad ingente de datos».
Lo cierto es que el trabajo de Ehrlich y Raven revela la importancia de la coevolución como motor de biodiversidad y ayuda a responder una de las preguntas más importantes en ciencia: por qué hay tantas especies en el planeta. Otro de los descubrimientos que inspiran las mariposas de Jasper Ridge tiene que ver con las llamadas metapoblaciones.
Se trata, de nuevo, de un cambio de paradigma: si en los años sesenta el foco de la investigación estaba en las poblaciones grandes y en las especies, el trabajo de Ehrlich revela la importancia de las poblaciones pequeñas a la hora de preservar la salud de los ecosistemas. El origen de este resultado fue, de nuevo, la observación de un hecho imprevisto. En realidad había tres poblaciones de’E. editha’ en Jasper Ridge. Él y su grupo habían sido testigos, a mediados de los años sesenta, de la extinción relativamente rápida de una de esas tres poblaciones de mariposas; pero lo sorprendente para ellos fue comprobar pocos años más tarde que el hábitat de esa población era colonizado por miembros de las demás.
Así, hoy se sabe que una población integrada por grupos distintos, pero entre los que aún hay intercambio genético, es más resistente; algo que conviene saber para mitigar el impacto de la fragmentación del hábitat o el cambio climático. Ehrlich destaca una razón adicional para analizar la biodiversidad a escala de poblaciones locales y no solo de especies: «Son las poblaciones las que nos proporcionan los servicios ecosistémicos».
Este énfasis en los servicios ecosistémicos es precisamente otra de las aportaciones de Ehrlich, y recuerda que proteger la biodiversidad es cuestión de supervivencia. El desarrollo de la sociedad descansa sobre procesos naturales como la polinización de los cultivos, la protección contra la erosión o las propias cosechas, y eso, resalta el galardonado, tiene implicaciones importantes a la hora de diseñar estrategias de conservación. Ehrlich ha sido además pionero en cuantificar el impacto de la actividad humana en la naturaleza y en el desarrollo del concepto de sostenibilidad ecológica. Uno de sus trabajos más citados, publicado en la revista ‘BioScience’ en 1986, revela que los humanos consumimos una parte muy importante de la biomasa generada por los organismos fotosintetizadores: casi el cuarenta por ciento. Un dato que refleja el gran peso del hombre en la biosfera y sugiere que la desaparición de las mariposas de Jasper Ridge es, ante todo, un signo de los tiempos.