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Discurso de aceptación
Peter Singer
Peter Singer (Melbourne, Australia, 1946) obtuvo su licenciatura en Filosofía en la Universidad de Oxford (1971) y se doctoró con una tesis publicada en España bajo el título Democracia y desobediencia. Tras enseñar en las universidades de Oxford, Nueva York y La Trobe (Australia), en 1977 se incorporó a la también australiana Universidad Monash, donde además de catedrático de Filosofía ha sido director del Centro de Bioética Humana y codirector del Instituto de Ética y Política Pública. Desde 1999 es titular de la Cátedra de Bioética Ira W. DeCamp en el Centro Universitario de Valores Humanos de la Universidad de Princeton, puesto que entre 2013 y 2019 compatibilizó con el de Laureate Professor en la Facultad de Estudios de Historia y Filosofía de la Universidad de Melbourne. Desde 1974 -año de lanzamiento de Liberación animal, su segundo libro- ha publicado como autor, coautor, editor o coeditor más de 50 obras, traducidas a 25 idiomas. Es fundador de las organizaciones Animals Australia y The Life You Can Save, fue el presidente fundador de la Asociación Internacional de Bioética y ha formado parte del consejo editorial de revistas como Ethics, International Journal for the Study of Animal Problems y Bioethics.
Peter Singer, según destaca el acta del jurado, es uno de los filósofos morales aplicados más influyentes de la actualidad: “marcó un punto de inflexión al extender y fundamentar la ética aplicándola al dominio de los animales, con notables consecuencias para la legislación internacional sobre el bienestar animal y el progreso moral”.
En palabras de Luis M. Valdés Villanueva, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Oviedo y nominador del filósofo galardonado, “existe un antes y un después de Singer en la consideración moral de los animales. Está fuera de discusión el enorme impacto que ha tenido en la fundamentación de los movimientos en favor del bienestar animal y en las legislaciones que se han desarrollado en varios países para garantizarlo”.
Del ‘especismo’ a la ‘expansión del círculo de la ética’
Para Peter Singer, “la frontera de nuestra especie no es una distinción moralmente crucial”, ya que los demás animales con los que compartimos el planeta también pueden sufrir placer y dolor. “El hecho de que los animales no pertenezcan a la especie Homo sapiens no hace que su dolor sea menos importante, desde el punto de vista ético, que el dolor de un miembro de nuestra especie. El dolor es dolor, y es igual de malo, sea cual sea el ser que lo sufra”. Este es el argumento central sobre el que se fundamentó Liberación Animal (1975), el libro de Singer que hace ya casi cinco décadas removió los cimientos de la ética al ampliar el perímetro de la consideración moral a otras especies. El impacto de esta obra no se circunscribió al ámbito académico de la ética aplicada, sino que además ofreció fundamentación conceptual a los movimientos en defensa del bienestar animal a escala internacional.
Aplicando los principios del utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill, según los cuales el objetivo de la ética debe ser siempre maximizar la felicidad y minimizar el sufrimiento, Singer argumentó que, si los animales son seres sintientes con capacidad para disfrutar del placer y padecer el dolor, no hay ningún otro motivo legítimo para excluirles de nuestra consideración moral.
El propio Bentham había dejado escrito, en un texto pionero de 1789, que con respecto a la posibilidad de que los animales pudieran algún día “adquirir derechos”, la pregunta clave no era “¿pueden razonar?” o “¿pueden hablar?”, sino “¿pueden sentir?”. Singer, siguiendo esta línea de pensamiento, consideró la exclusión de otras especies sintientes de nuestra consideración moral como “especismo”, una forma de discriminación arbitraria como lo son el racismo y el sexismo, que rebaja el estatus moral de las personas por el hecho de pertenecer a una raza distinta o por ser mujer.
Singer recuerda que, durante su propia infancia y adolescencia “ni crecí rodeado de mascotas, ni fui para nada un amante de los animales”. Fue solo cuando conoció, durante su etapa como estudiante doctoral en la Universidad de Oxford, a los 24 años, a un colega estudiante que se había hecho vegetariano, “algo muy inusual en la Europa de los primeros años 70”, que empezó a reflexionar sobre el estatus moral de los animales, hasta que poco después él mismo decidió dejar de comer carne. “Yo mismo soy un ejemplo del poder del razonamiento para cambiar modos de actuar. Fue mi propia capacidad para razonar y pensar, más que mis impulsos emocionales, lo que me llevaron a convertir el maltrato hacia los animales en una de las principales cuestiones éticas a las que he dedicado mi trabajo”.
El sufrimiento de otros seres sintientes, la cuestión clave
“Mi pregunta”, recuerda Singer”, “fue: si hemos rechazado el racismo y el sexismo, y pensamos que todos los humanos tienen unos derechos básicos fundamentales, un estatus moral que nos obliga a no utilizarlos para servir nuestros propios intereses, entonces, ¿por qué trazamos una frontera en nuestra especie? ¿Qué es tan especial o mágico sobre nuestra especie en términos éticos, sobre nuestra pertenencia a la especie Homo sapiens?”
Singer, desarrollando las ideas de Bentham, argumentó que la racionalidad o el uso del lenguaje no podían servir de justificación absoluta para excluir a los animales de nuestra consideración moral, porque de hecho no todos los seres humanos (ya sea por edad, en la primera etapa de la vida, o debido a una discapacidad por enfermedad o accidente) pueden razonar o hablar, pero no por ello les excluimos de nuestro perímetro ético. “La cuestión clave”, concluye Singer, “es el sufrimiento. Somos éticamente responsables con respecto a cómo nos comportamos hacia seres que pueden sufrir, en particular si les provocamos un dolor mayor que los beneficios que recibimos nosotros, que con frecuencia es lo que ocurre en nuestra manera de tratar a los animales”.
Desde esta óptica, en Liberación Animal Singer argumentó que el sufrimiento de los animales -en granjas industriales, actividades recreativas como circos y fiestas populares, y en los experimentos que no pudieran justificarse por sus beneficios para el desarrollo de medicamentos frente a enfermedades graves-, era inaceptable desde el punto de vista ético.
Seis años después de la publicación de Liberación Animal, en El círculo en expansión: Ética, evolución y progreso moral (1981), Singer desarrolló su tesis, argumentando que la extensión del perímetro de consideración moral a los animales ejemplificaba el poder de la razón como fuerza impulsora del progreso ético en la historia de la humanidad, al ampliar nuestra capacidad para la empatía “primero de la tribu a la nación, luego a la raza o grupo étnico, luego a todos los seres humanos y, finalmente, a los animales no humanos”.
Frente a los que pudieran pensar “que la evolución sólo conduce a la selección de individuos que sólo piensan en sus propios intereses y los de sus parientes, porque los genes para tales rasgos tendrían más probabilidades de propagarse”, la aplicación de la racionalidad “nos permite ver que otros, previamente fuera de los límites de nuestra visión moral, son como nosotros en aspectos relevantes. Excluirlos de la esfera de los seres a los que debemos consideración moral puede parecer entonces arbitrario, o simplemente erróneo”.
Un fundamento filosófico para los movimientos y las leyes de bienestar animal
Liberación Animal, un libro traducido a más de 30 idiomas, ha logrado durante las últimas cinco décadas un amplísimo impacto internacional que, tal y como ha señalado el jurado del Premio Fronteras del Conocimiento, ha tenido “notables consecuencias para la legislación internacional sobre bienestar animal y el progreso moral”. El propio Singer destaca que muchas de las prácticas que describió en la primera edición del libro, como por ejemplo “mantener gallinas en jaulas de alambre tan pequeñas que ni siquiera pueden estirar las alas, o mantener terneros o cerdos en establos demasiado estrechos para que puedan darse la vuelta o caminar más de un paso”, hoy son ilegales en toda la Unión Europea y en algunas zonas de Estados Unidos, como California, así como en otros países.
Al mismo tiempo, en el ámbito del uso de animales para la experimentación científica, el filósofo galardonado destaca que hoy “hay más controles y de nuevo la Unión Europea ha sido líder en este ámbito: no está permitido testar cosméticos en animales en este territorio”.
Sin embargo, aunque se han logrado avances significativos, Singer considera que todavía queda “mucho camino por recorrer”. El mayor reto, en su opinión, es mejorar el bienestar animal con respecto a la cría y matanza comercial de animales para la alimentación, porque sigue siendo el ámbito principal donde se produce un abuso injustificable de los animales. “Si nos limitamos a los vertebrados terrestres”, señala Singer, “estamos hablando de entre 70.000 y 80.000 millones de animales producidos cada año. Y si incluimos también al pescado, añadiríamos otros 120.000 millones al total”.
En este sentido, Singer mantiene la esperanza de que la tecnología pueda permitir el desarrollo de productos de origen animal a través de cultivos celulares que produzcan carne sin provocar el sufrimiento de ningún animal, con la ventaja adicional de reducir la amenaza del cambio climático. “Las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria cárnica”, señala, “son muy significativas, y si podemos sustituir la carne por alimentos de origen vegetal, o por carne celular, reduciremos drásticamente las emisiones de gases y nos daremos más tiempo para evitar ese punto de inflexión en el que el clima de todo el planeta sufra daños irreparables durante siglos”.