BIOGRAFÍA
Philip Kitcher (Londres, Reino Unido, 1947) es titular emérito de la cátedra John Dewey de Filosofía en la Universidad de Columbia (Nueva York, EE.UU.) desde 2003, institución en la que fue nombrado catedrático en 1998. Doctorado en Historia y Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Princeton (Nueva Jersey, EE.UU.) en 1974, ha desarrollado su trayectoria académica en Estados Unidos, ejerciendo como profesor titular en la Universidad de Minnesota y en la Universidad de California en San Diego. Fue presidente de la American Philosophical Association entre 1996 y 1997, así como editor jefe de Philosophy of Science entre 1994 y 1999. En 2013 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad Erasmus de Róterdam (Países Bajos), reconocimiento que también recibió por parte de la Universidad de Estudios Humanísticos de Utretch (Países Bajos) en 2019. Su interés investigador, que comenzó en la filosofía de las matemáticas, ha ido extendiéndose a lo largo de su carrera hasta abarcar desde cuestiones conceptuales y metodológicas de la biología hasta el papel de la investigación científica en las sociedades democráticas.
CONTRIBUCIÓN
Después de estudiar Matemáticas en la Universidad de Cambridge, sus primeras investigaciones durante el doctorado en la Universidad de Princeton se centraron en la historia y la filosofía de las matemáticas, hasta que, motivado por las preguntas de sus estudiantes, se interesó por la biología y propuso argumentos en contra de la teoría de la sociobiología que, según el galardonado, se basaba en el comportamiento social de insectos como las hormigas y lo extrapolaba a los humanos de manera demasiado simplificada. También en el campo de la filosofía de la ciencia destaca su libro The Advancement of Science, en la que Kitcher presentó un nuevo modelo de la explicación científica basado en la habilidad de unificar fenómenos dispares y que se ha convertido en una referencia en los manuales contemporáneos de filosofía de la ciencia. Kitcher ha explorado además las lecciones que puede aportar la biología a la hora de explicar la ética humana, que surge como manera de amplificar la capacidad natural que poseen los seres humanos, al igual que los primates y otras especies, para responder ante las necesidades ajenas.
El galardonado sostiene que el objetivo último de la ciencia es beneficiar a la humanidad y propone que el progreso de las ciencias y de los sistemas éticos y políticos pueden formar una “espiral virtuosa”: a medida que aprendemos más sobre el mundo, podemos tomar mejores decisiones éticas que, a su vez, nos permiten saber más sobre qué programas y proyectos científicos son los más importantes. Defiende el papel de la educación como herramienta no solo para formar a las personas en una profesión que les permita ganarse la vida, sino para dotarles de los recursos para que se comprendan a sí mismos y se conviertan en ciudadanos que cooperen con los demás. Además, considera que la crisis climática es un problema ético y político, ya no científico ni tecnológico.
La amplitud de los objetos de estudio de Kitcher llega hasta la música y la literatura, y su último proyecto desgrana la forma en la que la literatura puede despertar nuestra comprensión ética de los demás. Para el galardonado, las humanidades juegan un papel crucial en nuestra comprensión de nosotros mismos y, dentro de ellas, la filosofía actúa como “superdisciplina” que trata de aunar el conocimiento generado por las demás ramas del saber.