El galardón ha sido concedido a Pierre Boulez, por ser no solo un compositor de primer nivel que mira con determinación hacia el futuro, sino también una personalidad comprometida en todos los aspectos de la reflexión y la transmisión de la música.
El jurado ha otorgado a Pierre Boulez el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por ser no solo un compositor de primer nivel que mira con determinación hacia el futuro, sino también una personalidad comprometida en todos los aspectos de la reflexión y la transmisión de la música.
Desde el principio de su trayectoria, Pierre Boulez abrió nuevas perspectivas musicales, renovó el pensamiento y la escritura desde sus fundamentos, realizó una síntesis crítica del pasado reciente e integró algunos aspectos de músicas no europeas. Como director de orquesta no solo ha defendido a los compositores contemporáneos, sino que también ha renovado el repertorio orquestal y ha redefinido la programación de conciertos con el fin de conducir al público hacia una nueva comprensión de la música.
Ha contribuido al acercamiento entre la investigación científica, la composición y la práctica musical a través de la creación del instituto de investigación IRCAM, y el Ensemble Intercontemporain, primer ensemble estable de música contemporánea. Durante los últimos años ha desarrollado en Lucerna un proyecto pedagógico con el fin de formar nuevas generaciones de músicos para los repertorios de los siglos XX y XXI, un esfuerzo que la fundación que lleva su nombre, creada recientemente, permitirá continuar. El conjunto de sus actividades revela su agudo sentido de la responsabilidad intelectual y social como artista en la época moderna.
BIOGRAFÍA
Pierre Boulez (Montbrison, Francia; 1925 – Baden-Baden, Alemania; 2016) inició estudios de Matemáticas en el Politécnico de Lyon, pero con diecisiete años se instala en París para dedicarse a la música. En París se formó con Olivier Messiaen -su gran maestro-, Andrée Vaurabourg y René Leibowitz, quien le introduciría en la técnica dodecafónica. En 1946, con solo 21 años, fue nombrado director musical de la Compañía Renaud-Barrauld, que introdujo el teatro total en Francia y lo difundió por todo el mundo. Es en ese momento cuando Boulez comienza a componer desarrollando el serialismo integral.
Desde comienzos de los cincuenta imparte Análisis Musical en los Cursos de Verano de Darmstadt, donde influye de forma decisiva en la vanguardia musical que surgió después de la II Guerra Mundial, ayudando a crear un nuevo lenguaje y técnicas musicales. En ese contexto académico y creativo se encuadra la obra que sella su creciente reputación: ‘Le marteau sans maître’(‘El martillo sin dueño’, 1955).
Durante los años sesenta se consolida su prestigio como director de orquesta, primero en París, luego en Los Angeles, Bayreuth (Alemania), Japón y, a partir de 1967, como director invitado en la Orquesta de Cleveland. En 1969 es nombrado director de la Orquesta Sinfónica de la BBC, que durante años compatibiliza con la dirección de la Filarmónica de Nueva York, donde sucedió a Leonard Berstein. Simultanea su labor con la batuta con cursos de dirección en Basilea y la publicación de obras de influencia decisiva en la conformación de la estética contemporánea: ‘Penser la musique aujourd’hui’ y ‘Relevés d’apprenti’.
En 1976 dejará las orquestas británicas (y en 1977 la estadounidense), para centrarse en su faceta institucional y poner en marcha el Institut de Recherche et de Coordination Acoustique/Musique (IRCAM) -uno de los estudios de música electrónica más importantes del mundo, ubicado en el Centro Pompidou de París- que funda y dirige hasta 1991. Ese mismo año crea el Ensemble Intercomtemporain, que no solo se especializa en la interpretación de música contemporánea, sino que impulsa la creación musical mediante encargos a creadores de todo el mundo seleccionados por un comité integrado por compositores, musicólogos y profesionales de referencia.
A pesar de dedicarse fundamentalmente al IRCAM, durante los ochenta compuso diversas obras, entre las que destacan ‘Dialogue de ‘lombre double, Dérive’, ‘Antiphonies’ y ‘Répons’. Posteriormente, como director del Ensemble intercontemporain hará giras por Europa, Estados Unidos y Australia; y desplazamientos regulares para ponerse al frente de las orquestas de la BBC, Cleveland, Los Angeles y Chicago.
Concluida su etapa como director del IRCAM, Boulez multiplica su actividad como director de orquesta. En 1995 inaugura los conciertos Ciudad de la Música en París, realiza una gira con la Orquesta Sinfónica de Londres por París, Londres, Viena y Nueva York; participa en el Festival de Tokio; dirige ‘Moisés y Aarón’, de Schoenberg, en la Ópera de Amsterdam; recibe dos Premios Grammy, los premios Edison y Grammophon; y es nombrado director invitado de la Orquesta Sinfónica de Chicago. En 1997 estrena ‘Anthèmes 2’.
Durante la primera década del siglo XXI, Boulez continuó con su prolífica actividad como director, además de tomarse un par de periodos sabáticos para componer y estrenar ‘Dérive 2’. En 2005, coincidiendo con la celebración de su 80 cumpleaños, fue nombrado miembro honorario de la Gesellschaft der Musikfreunde Wien, de la Wiener Philharmoniker y director honorario de la Staatskapelle Berlin. Pierre Boulez falleció en 2016 en Baden-Baden, Alemania, donde residía.
CONTRIBUCIÓN
Discurso
Música Contemporánea, V edición
Rueda de prensa
Boulez señala que 'en la vida artística lo supremo es la generosidad y el reto pendiente de la música contemporánea es interesar al público general'.
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Música Contemporánea a Pierre Boulez reconoció en su V edición la extraordinaria importancia de su figura artística, vinculada a una idea–constante: la búsqueda continua de la imaginación en la razón, o si se prefiere, la tarea imprescindible de acordar la lógica y la intuición.
Boulez fue historia viva de la cultura y el pensamiento por su infatigable búsqueda de esos puntos sutiles y frágiles en los que lo simple se encuentra con lo complejo. Quizá algunos identifiquen esta idea solo con la ciencia, pero él la reivindicó en el mundo de la intuición, la imaginación y la poesía. Su trayectoria constituyó en sí misma una fuerza, a menudo explosiva, en favor de una causa: la creación musical del tiempo en que vivió. Una fuerza tal que le llevó a ser un gigante de su época en tres ámbitos: la composición, la dirección orquestal y la gestión.
Para buscar un perfil que compagine composición y dirección con tal éxito hay que remontarse a Mahler, y luego nadie. Pero el añadido de la gestión convirtió a Boulez en caso único. Y es que solo con la labor y el reconocimiento alcanzado en cada uno de esos campos, tomados aisladamente, Boulez ya sería un grande de la cultura de su época. Pierre Boulez destacó pronto con la creación de los conciertos del Domaine Musical, que se consolidaron en los años cincuenta y sesenta. Luego, en los años setenta, llegaría el momento de las instituciones definitivas, nacidas al tiempo que el Centro Pompidou de París: el IRCAM (Institut de Recherche et Coordination Acoustique/Musique) y el Ensemble Intercontemporain.
Con el IRCAM, Boulez pone en marcha lo que podríamos llamar el poslaboratorio de música electrónica, una institución para pensar la creación musical desde el sonido mismo y liberarla de los fetichismos que habían cristalizado en los laboratorios electrónicos de posguerra. Con el IRCAM nace la reflexión sobre la informática musical, pero también la confluencia de creadores musicales, científicos, ingenieros y musicólogos. De otro lado está el nacimiento del Ensemble Intercontemporain, donde se encuentran representadas todas las sonoridades de la orquesta y una sección de cuerda reducida a solistas.
Boulez definió este paradigma como de geometría variable, un grupo capaz de adaptarse a cualquier combinación sonora, dado su carácter de solistas de altísimo nivel. El modelo se hizo estándar convirtiéndose en la base sonora de la música de los últimos cuarenta años. Ya en los noventa fue asesor en la creación de la Cité de la Musique de París, donde se dan la mano el Conservatorio Superior, el Auditorio modular (sede del Ensemble Intercontemporain), el Museo de la Música, el Centro de Documentación de la Música Contemporánea (CDMC) y otras instalaciones.
Boulez aseguraba que accedió a la dirección de orquesta por necesidad, ya que en la época del Domaine Musical eran escasísimos los directores capaces de enfrentarse al repertorio contemporáneo. Lo cierto es que se convirtió en un director de resonancia mundial, haciéndose cargo de agrupaciones musicales como la de la BBC o la New York Philharmonic. Fue una figura discográfica y en referencia de un repertorio que va desde las obras actuales hasta Wagner, con especial incidencia en Mahler, Bartók, la Escuela de Viena al completo, Stravinsky, Messiaen y un selecto etcétera.
Intransigente en su visión de las partituras, siempre cuidadosamente analizadas y escuchadas, así como en su técnica de dirección, la renuncia a la batuta constituyó su rasgo más popular. La composición fue su faceta principal, la que movió toda su actividad y guió sus objetivos, que no eran otros que los de situar la música de creación en el lugar que merecía. Le cupo el mérito de haber situado la técnica del serialismo generalizado en el centro de la reflexión musical de posguerra. Son años de pasión y de intenso trabajo; también de compañerismo con sus colegas Stockhausen, Nono, Maderna, Berio, así como de diálogo con su maestro Messiaen. Llegaría enseguida la preocupación por la forma abierta (que él concebía desde un control que le alejaría de sus primeras amistades con John Cage y, hasta cierto punto, de su apasionado colega Karlheinz Stockhausen).
Posteriormente, reflexionó sobre el espacio como referente sonoro; fueron los años del primer IRCAM. Gradualmente tomó conciencia del carácter generativo de la técnica de escritura musical desarrollada a lo largo de esos años y pasó a contemplar toda su producción como un vasto campo de experiencias en las que el concepto de work in progress se adueña de todo. Su aportación al serialismo en su segunda versión, cuando el control de una serie que se cierra sin repetición de elementos termina extrapolándose a todos los parámetros, fue capital. El posterior descubrimiento del ADN proporcionaría un paralelismo científico definitivo a esta visión.
El serialismo generalizado surgió de la intuición de Messiaen en su corta pieza Modo de valores e intensidades. Pero Boulez y sus camaradas convirtieron este pensamiento en una necesidad imperiosa de homogeneizar el total sonoro. Además, Boulez lo consiguió sin renunciar a un lirismo y a una poesía sonora que alcanzó su cénit en Marteau sans maître, alabada por el viejo Stravinsky como obra fundamental para los nuevos tiempos y de la que elogió su ductilidad rítmica y su coherencia temporal.
Agotada la energía de esta búsqueda, Boulez se aplicó en dotar de homogeneidad a los incipientes impulsos a favor de la aleatoriedad. Su apuesta fue la de un equilibrio entre apertura y control que dotó a sus obras de esta época de una plasticidad inigualable, como es el caso de su Tercera sonata para piano. Su siguiente logro fue doble: definir la función de la electroacústica como un instrumento más que dialoga sin excluir a los convencionales (con la ayuda de la naciente pero ya impetuosa aparición de la informática musical) y encontrar modos de racionalizar la espacialización sonora, o cómo enfrentarse a la identidad de una obra que puede ser escuchada de forma diversa según el punto del espacio en que se encuentre el auditor. La obra clave de este periodo fue Répons.
A partir de ahí, Boulez atacó la revisión de toda su producción entendida ya como un inmenso friso de posibilidades sonoras capaces de proporcionar tarea para toda una vida de fértil creatividad, y que dejó como legado una música fascinante a la escucha y un infinito mapa de posibilidades a modo de retrato inigualado de su tiempo.