Salvatore Sciarrino (Palermo, Italia; 1947) compuso su primera obra a los doce años y a los quince estrenó su primer concierto. Aunque recibió clases de Antonio Titone y Turi Belfiore y en 1969 se mudó a Roma para participar en el curso de música electrónica que Franco Evangelisti impartía en la Academia de Santa Cecilia, la formación de Sciarrino es básicamente autodidacta.
Entre 1974 y 1996 ejerció la enseñanza en conservatorios de Milán, Florencia y Perugia, así como en abundantes clases magistrales y cursos internacionales. A partir de 1982, decidió concentrarse en el trabajo creativo y se instaló en Città di Castello, en la región de Umbría, donde dedica la mayor parte del tiempo a la composición. No obstante, allí ha impartido (1979-2000) cursos de especialización y máster en los que se han formado compositores como Francesco Filidei, Lucia Roncheti, Fabrizio de Rossi Rei y Maurizio Pisati.
Su prolífica trayectoria se ha traducido en más de 180 composiciones recogidas en 70 discos. Su catálogo es excepcionalmente amplio y variado, incluyendo desde piezas a solo hasta grandes obras sinfónicas y música teatral. Ha compuesto para la Orquesta Sinfónica de Londres, el Teatro de la Ópera de Frankfurt, el Teatro La Fenice de Venecia o el Tokyo Suntory Hall, así como para los principales festivales de música contemporánea: Salzburgo, Nueva York, Viena, el Berliner Festspiele Musik, el Festival d’Automne (Paris) y Ultima (Oslo), entre otros muchos.
Entre 1978 y 1980 fue director del Teatro Comunale di Bologna. Es, además, académico de Santa Cecilia (Roma) y miembro de la Academia de Bellas Artes de Bavaria y la Academia de las Artes de Berlín.
Discurso
Música Contemporánea, IV edición
El compositor italiano Salvatore Sciarrino está desarrollando una carrera creativa de excepcional impacto, y su obra es unánimemente reconocida como una de las más trascendentales aportaciones a la música en los decenios finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI. Recién cumplidos los 65 años de edad, el maestro Sciarrino lleva ya cincuenta de trayectoria profesional, pues el primer concierto en el que presentó en público su música fue ofrecido en la Semana de Nueva Música de Palermo en 1962.
Sin embargo, el catálogo de obras en las que Sciarrino se reconoce como autor no comienza hasta 1966: sus trabajos anteriores a esta fecha hay que considerarlos como meros ejercicios de aprendizaje autodidacta. Porque, en efecto, como compositor, Sciarrino es decididamente un autodidacta. Mientras abundaba en Palermo en su formación intelectual y musical básica, el adolescente Salvatore Sciarrino se sintió compositor y se lanzó a adquirir el oficio por el procedimiento de practicarlo. Ideas no le faltaban y, al canalizarlas sobre el pentagrama, fue encontrando técnicas y recursos que, al paso de los años, llegarían a conformar uno de los más personales, finos y depurados oficios compositivos que hoy puedan admirarse.
No sintió la necesidad de acudir a los foros europeos –italianos y foráneos– por los que solían y suelen pasar los aspirantes a engrosar el circuito de la creación musical contemporánea con el fin de recibir orientaciones, conocer maneras, contrastar técnicas y procedimientos y, de paso, hacer currículum, e incluso quién sabe si para empezar a darse a conocer bajo el ala de algún maestro prestigiado.
Completados sus estudios en Palermo, Sciarrino viajó a Roma en 1969 para trabajar, de la mano de Franco Evangelisti, en algo que difícilmente se podía conocer en casa: la electroacústica. Y, al poco, nuestro músico era ya requerido como maestro: entre 1974 y 1983 enseñó en el Conservatorio Giuseppe Verdi de Milán; durante dos temporadas (1978-1980) fue director del Teatro Comunale de Bolonia entre 1983 y 1987 enseñó en Perugia y, a continuación, en Florencia durante nueve cursos –hasta 1996–, fecha en la que abandonó la dedicación docente estable, aunque ha seguido ejerciendo magisterio a través de cursos especiales y master classes en los más distantes foros musicales. En 1983 fijó su residencia principal en Città di Castello (Umbría).
Salvatore Sciarrino es miembro de las academias de Bellas Artes de Roma, Múnich y Berlín. El jurado internacional presidido por el profesor Jürg Stenzl ha decidido de forma unánime galardonarle con el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento 2011 en Música Contemporánea destacando, entre tantos méritos reconocidos en Sciarrino, que “Ha desarrollado una sintaxis nueva y única” y que “en el corazón de sus creaciones encuentra su modo de combinar síntesis extrema con riqueza de detalles”, lo que le ha llevado a “renovar las posibilidades de la música vocal e instrumental”.
Ha desarrollado una sintaxis nueva y única y que en el corazón de sus creaciones encuentra su modo de combinar síntesis extrema con riqueza de detalles, lo que le ha llevado a renovar las posibilidades de la música vocal e instrumental.
TUITEAR
El mundo estético del maestro Sciarrino, aun siendo radicalmente personal, nuevo y distinto, así como representativo del presente más vivo, se nutre del conocimiento y la reflexión acerca de culturas varias –occidentales y no occidentales–, del ayer más remoto o de la tradición próxima, y ello se refleja continuamente en sus pentagramas, en los que laten tanto referencias a Heráclito, Confucio o a mitos del antiguo Egipto, como suenan geniales reelaboraciones de páginas de Gesualdo, Bach, los Scarlatti, Mozart, Boccherini, Mendelssohn, Ravel… y hasta los Beatles.
También la literatura forma parte esencial del pensamiento de Sciarrino, quien declara no solo que la necesita como estímulo, sino que considera que los lenguajes literario y musical tienen mucho en común. De ahí que, a menudo, la palabra –el habla, el recitado, el canto– esté presente en la música de Sciarrino, en textos en ocasiones escritos por él mismo –incluidos libretos de óperas– y que, en cualquier caso, son tratados en la partitura con delicadeza y profundidad insólitas.
La música vocal de Sciarrino se pliega y se hermana con la poesía a la que sirve, pero, yendo más allá, también es poesía –poesía sonora– buena parte de su música instrumental, a lo que coadyuva en gran medida su exquisito sentido del timbre. Sciarrino atiende al sonido, materia primigenia, considerándolo desde todos sus elementos constitutivos, y lo maneja en diálogo e interacción permanente con el movimiento y con el silencio. ¡El silencio! He aquí uno de los conceptos fundamentales para captar y entender lo que para el maestro Sciarrino es el hecho musical.
Sus obras deambulan frecuentemente cerca de la frontera entre lo audible y lo inaudible. Su música abunda no solo en pianísimos, sino también en susurros, murmullos, delicadas insinuaciones de sonidos, silencios y gestos vacíos que nos sitúan ante la nada sonora, creando un ambiente a la vez intimista y tenso, evanescente y potente; mágico en definitiva.
Tan personal y nuevo lenguaje sonoro implica una personal y nueva sintaxis musical que otorgue coherencia al todo artístico y, desde luego, el resultado final es música que exige una nueva y distinta manera de ser oída. El oyente comprueba pronto que, frente al discurso musical de Sciarrino, es insuficiente (o inadecuado) un seguimiento convencional atendiendo a alturas, timbres, intervalos, líneas melódicas, armonías, ritmos… Además, hay que tomar conciencia de la realidad que circunda al sonido –realidad en la que está inmerso el propio oyente–, pero no menos del sonido en sí mismo, en cuya íntima complejidad ha penetrado el compositor para tratar de explotar toda su potencialidad sensorial y expresiva. Salvatore Sciarrino transita por las fronteras del conocimiento y su talento le capacita para contarnos lo que por allí encuentra.