Fiske y Taylor “son dos de las más influyentes psicólogas sociales en activo” cuyas “sorprendentes aportaciones” ayudan a entender el papel de los atajos cognitivos en la configuración de las interacciones sociales. Estos atajos en los procesos mentales intervienen en la formación de juicios de valor sobre otras personas y situaciones sociales.
El jurado reconoce también el trabajo independiente de cada una de ellas. Taylor, Distinguished Research Professor de la Universidad de California en Los Ángeles (EE. UU.), es una de las principales impulsoras de la investigación sobre “cómo el estrés afecta a la salud, y cómo los factores sociales pueden mitigar dicho impacto”, señala el acta. Además, postuló el papel de las llamadas “ilusiones positivas”, “la tendencia humana -bastante útil- de ver el futuro de manera más positiva de lo que probablemente será”. Es autora igualmente de innovadores trabajos en neurociencia social, empleando técnicas de neuroimagen.
Fiske, catedrática de Psicología en la Universidad de Princeton (EE. UU.), ha investigado en particular acerca de la formación de estereotipos, prejuicios y actitudes de discriminación y cómo todos ellos pueden ser estimulados o, alternativamente, desincentivados por propiedades de las relaciones sociales como la cooperación, la competición y las relaciones de poder.
Los nominadores de Fiske y Taylor han sido José María Peiró, catedrático de Psicología Social y de las Organizaciones de la Universidad de Valencia; Alicia Salvador, catedrática de Psicobiología en la misma universidad, y José Muñiz-Fernández, catedrático de Psicometría en la Universidad de Oviedo
Las galardonadas se conocieron siendo profesora -Taylor- y alumna -Fiske- en la Universidad de Harvard, a principios de los años setenta. Taylor ya había investigado la teoría de la atribución, que aborda la cuestión de a qué atribuyen las personas su comportamiento y el de los demás, y juntas desarrollaron el área. Su trabajo contribuyó, junto con el de otros grupos investigando sobre la misma cuestión, a la integración a principios de los años ochenta de los enfoques de dos campos hasta entonces distantes entre sí: la psicología social y la psicología cognitiva.
Fiske y Taylor emprendieron “una revolución atrevida y arriesgada”, afirman los nominadores José María Peiró y Alicia Salvador. “Los psicólogos cognitivos estaban muy centrados en el procesado de la información, en la atención, la memoria, el aprendizaje… pero no estaban muy interesados en los problemas sociales, quizá por su complejidad”. Con su trabajo, las galardonadas lograron, según los nominadores, “hibridar y transfertilizar” los dos campos. “Fue un importante hito para entender cómo las personas procesamos información y al mismo tiempo comprobar que al interpretar esa realidad la transformamos, influimos sobre ella y a la inversa, cómo el contexto nos influye”, explica Peiró.
Ambas publicaron en 1984 Cognición Social, una obra de referencia en esa área de la Psicología. Este libro “puso realmente la cognición social en el mapa”, señala el acta. Después de cuatro ediciones, la última en 2012, con el revelador título Social Cognition. From Brains to Culture “se ha convertido en un clásico moderno, inspirando e inyectando energía en incontables investigadores a lo largo de tres décadas”. Fiske confirma que ya preparan la quinta edición.
En esta obra las galardonadas proponían un “modelo rompedor”, basado en dos velocidades de procesamiento de la información: una rápida, relativamente superficial y que se fijaría en características que se aplican a todo un grupo (estereotipos), y una segunda (de velocidad más lenta) más cuidadosa y centrada en la información individualizada. En la primera velocidad, “las personas a menudo forman un juicio acerca de la vida social basado en lo que su atención capta en ese momento, en lugar de hacer un análisis sistemático de toda la información disponible”, explica el acta.
Al conocer la noticia del galardón, Taylor ha rememorado en conversación telefónica el inicio de su colaboración con Fiske: “Susan era alumna en su último año de licenciatura. Un día alguien tocó en mi puerta y era ella preguntándome si podía colaborar conmigo. Desde entonces, en 1972, nunca hemos dejado de colaborar. Han sido muchas décadas de una colaboración tan fructífera como gratificante”.
Lo primero que ambas estudiaron fue el fenómeno de la saliencia: “Cualquier información que sea saliente, que se destaque, será a lo que se le atribuya la causa de lo que ocurre en esa situación. Si una persona es saliente, incluso al hacer algo muy sencillo –como colocarla delante en vez de a un lado–, se le atribuirá un papel más importante en la conversación, marcando la agenda e introduciendo temas, sencillamente por el hecho de que sobresale en el campo visual”.
Fiske y Taylor definieron varios tipos de pensador social, y en concreto acuñaron el concepto de avaro cognitivo, un tipo de sesgo que inclina la percepción hacia la información que confirma las propias creencias, reduciendo así el esfuerzo mental de procesarla. Si bien este mecanismo fomenta una interpretación parcial de la realidad, también es lo que permite gestionar en una fracción de segundo la ingente cantidad de información presente en cualquier interacción social.
El modelo de las galardonadas, “también detalla en qué condiciones la toma de decisiones se fundamenta en procesos cognitivos más elaborados y sistemáticos”, se señala en el acta.
El avaro cognitivo es un sesgo que se basa y a la vez refuerza los estereotipos. Para Peiró y Salvador, “es necesario entender cuándo puede ser útil, y cuándo peligroso. Lo ideal sería una combinación del pensamiento rápido con el lento o individualizado, que presta más atención a lo más idiosincrático de las personas, un análisis más riguroso, más concienzudo y con más autocrítica”. Para el también nominador José Muñiz-Fernández, Fiske y Taylor “abren el campo de la cognición social y le dan una gran relevancia también en la sociología, la economía, la política, la salud. Su gran aportación es que cambian el pensamiento clásico de que formamos los juicios de manera analítica, racional, para mostrar que lo hacemos con atajos, con automatismos que no son perfectos, pero sí útiles”.
Prejuicios innatos pero modulables
Como explica Fiske, “el mundo social es intrínsecamente complicado y nuestras mentes son limitadas, así que tomamos atajos. No podríamos caminar por la calle si intentáramos formar una impresión individualizada de cada persona con las que nos cruzamos. Tenemos que decidir rápidamente si son inofensivas o peligrosas, y para esto tomamos atajos que la mayor parte de las veces nos sirven para sobrevivir, pero a veces son perjudiciales, por ejemplo los prejuicios o estereotipos raciales o de clase”.
Respecto a si se puede actuar sobre estos sesgos, Taylor responde: “Creo que buena parte de la cognición social es innata, en el sentido de que, por ejemplo, en cualquier situación social fijamos nuestra atención en los rostros de las personas; son la fuente más importante de información en la mayoría de las situaciones. Todo eso probablemente es innato, es difícil imaginar cómo hubiéramos sobrevivido como especie si no lo fuera. Pero más allá de eso, la mayor parte de lo que pensamos sobre las personas, y sobre todo personas concretas, lo adquirimos por nuestras experiencias, y por tanto las categorías o dimensiones que usamos para pensar sobre ellas son modificables a lo largo de la vida”.
Fiske está de acuerdo: “Forma parte de la naturaleza humana sentirse incómodo ante personas diferentes a ti. Te has criado en un entorno familiar, y si te encuentras con gente diferente no eres capaz de predecir cómo van a actuar. Pero hemos comprobado que si no surge ningún conflicto significativo, y no aparece un líder que explota la desconfianza entre ellos, las personas de ambos grupos acaban acostumbrándose las unas a las otras. Si conviven durante un tiempo, los estereotipos se acaban diluyendo”.
Psicología de la salud
Taylor es además una de las creadoras del área de psicología de la salud, en especial por sus aportaciones sobre cómo afecta el estrés a la salud, y cómo los factores sociales tienen la capacidad de amortiguar ese efecto. “Cuando empecé en este campo apenas había interés en la relación entre la mente y el cuerpo, o la psicología y la salud”, ha señalado. Pero a partir de su trabajo “cada vez más investigadores empezaron a interesarse, el campo no ha parado de crecer y ahora es una subárea fundamental de la psicología”.
Taylor entró en el área inspirada por una amiga con cáncer de mama; se preguntaba qué principios de la psicología social podían ayudar a mejorar la vivencia de tener un cáncer. Inicialmente escéptica, su investigación la llevó a descubrir que la reducción del estrés, logrado a través de las percepciones positivas y el apoyo social, tiene una relación más estrecha con el bienestar físico de lo que se creía entonces; de hecho, en las enfermedades crónicas es uno de los elementos que contribuyen a la mejora de la salud.
Sus resultados condujeron al crecimiento de un campo actualmente en auge. También abrieron nuevas líneas en la propia carrera investigadora de Taylor, relacionadas –de nuevo– con el papel de las interacciones sociales y los sesgos cognitivos. Taylor puso de manifiesto que el apoyo social, y sobre todo la percepción de que se disfruta de ese apoyo, mitiga el efecto del estrés en enfermedades como síndrome metabólico, hipertensión o diabetes. “El apoyo social es un elemento fundamental porque las personas no tendríamos viabilidad sin la sociedad”, apuntan Peiró y Salvador.
La investigación en psicología de la salud la llevó también al hallazgo de las ilusiones positivas. Este concepto se refiere a que las personas aplican un sesgo perceptivo optimista, que las sitúa en una situación mejor de aquella en la que están realmente, o les ayuda a atribuirse más capacidad de control y de superación. Taylor mostró que este sesgo contribuye a la mejora de la salud.
Así lo explica la propia galardonada: “Cuando Susan y yo investigábamos cómo piensan las personas sobre sí mismas y sobre otros, me daba la impresión de que tenían una imagen mucho más favorable acerca de sí mismas, y de su futuro, de lo que la realidad podían sostener. Esto empezó a fascinarme. Me pregunté cómo era posible que mantuvieran estos sesgos positivos a lo largo del tiempo, y su posible valor. Creo que estos sesgos son útiles, tanto desde una perspectiva emocional como cognitiva; sirven a las personas para verse a sí mismas como personas activas, respetadas por los demás, con mucho talento… Con frecuencia son ilusorios, pero tienen un claro valor adaptativo”.
El poder fortalece los estereotipos
El jurado también ha destacado la investigación de Fiske sobre cómo las relaciones sociales modulan la formación de estereotipos y prejuicios. La galardonada parte de la premisa de que las personas clasificamos rápidamente a los demás en categorías, basándonos en características obvias como la raza, el género y la edad. Ir más allá, señala Fiske, “requiere motivación”, y esta motivación procede por ejemplo de las relaciones sociales como la cooperación, la competencia y el poder.
En concreto, Fiske concluye que frente a una persona que tiene poder sobre nosotros, recurrimos a una vía lenta e individualizada de buscar información; en ese proceso se aplica menos el estereotipo. En cambio, cuando se está en una posición de poder, importa mucho menos conocer en detalle a sus subordinados, y resulta mucho más fácil asignar las características del grupo, los estereotipos.
“He dedicado la mayor parte de mi carrera a estudiar cómo intentar superar los estereotipos dañinos”, dice Fiske. “Hemos comprobado, por ejemplo, que cuando pones a las personas a trabajar en equipo, cuando son interdependientes y se necesitan las unas a las otras, entonces se preocupan mucho más de individualizar sus impresiones e ir más allá de los estereotipos raciales, de clase u otros tipos de sesgos discriminatorios. Si pones a trabajar a personas de diferentes grupos o categorías, y les dices que su bonus depende de que consigan un objetivo juntos, ¡es impresionante lo rápido que superan estos estereotipos!”.
Preguntadas sobre la posible aplicación de sus investigaciones a la actual situación de confinamiento provocada por el coronavirus, Taylor afirma que las ilusiones positivas pueden ser una forma de adaptarse y amortiguar el estrés que nos provoca el distanciamiento social, y destaca la importancia de mantener el soporte social recurriendo a las aplicaciones tecnológicas. También Fiske recuerda que como seres sociales es fundamental que nos mantengamos conectados, aunque sea telemáticamente.