Steven Holl (Bremerton, Washington, Estados Unidos; 1947) estudió arquitectura en la Universidad de Washington en Seattle (Estados Unidos), en Roma (Italia) y en la Architectural Association de Londres (Reino Unido). Posteriormente, se instaló en Nueva York, desde donde empezó a destacar por su trabajo con viviendas familiares y a nivel experimental, tanto a pequeña como a gran escala. Es profesor en la Universidad de Columbia desde 1981.
Cuenta con dos estudios situados en Nueva York y en Pekín. Ha trabajado en Estados Unidos, Europa y Asia, especialmente en Japón. Entre sus diseños más importantes, que destacan por su respeto al entorno histórico-cultural del edificio, destacan las residencias universitarias Simmons Hall en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, el Museo de Arte Nelson-Atkins en Kansas, la Capilla de San Ignacio en la Universidad de Seattle y la ampliación del Instituto de Ciencias Cranbrook en Michigan (todas en Estados Unidos), el Museo de Arte Contemporáneo de Helsinki (Finlandia), el complejo residencial Makuhari (Japón) el proyecto ‘Linked Hybrid’ en Pekín (China), el Museo del Océano y el Surf de Biarritz (Francia) y el Reid Building the la Escuela de Arte de Glasgow, en Escocia.
Holl ha recibido los galardones de arquitectura más prestigiosos, así como el RIBA Jencks Award (2010), la Medalla de Oro del Instituto Americano de Arquitectos, AIA (2012) el Praemium Imperiale International Arts Award for Architecture (2014). Es doctor honoris causa por las universidades de Seattle y Moholy-Nagy de Budapest (Hungría).
“Estoy muy orgulloso de que sea un arquitecto quien reciba un premio que se dirige también a otras artes.” Así se pronunciaba Steven Holl tras conocer que era el ganador del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Artes.
“Unir las distintas artes significa mucho para mí. Estos premios las vinculan, y yo entiendo la arquitectura como la que, por excelencia, fusiona al resto de las artes”, afirmó emocionado. El galardón reconoce contribuciones destacadas en cuatro de los ámbitos que más influyen y modelan la cultura y sensibilidad de una época: la música, la pintura, la escultura y la arquitectura.
Aunque recibió su título de arquitecto en la Universidad de Washington, fue en la ciudad de Roma, a la que se trasladó después para completar sus estudios, donde se forjó su vocación de humanista. Desde 1981 la desarrolla impartiendo clases en la Universidad de Columbia con la máxima de acercar a sus alumnos de Arquitectura al resto de las artes. Ese espíritu renacentista que ha impregnado su obra y su labor docente le han convertido, a juicio de algunos expertos, en el más europeo de los arquitectos norteamericanos. Otro valor, el del equilibrio, se suma a la genealogía clásica de su enfoque.
En efecto, el jurado del premio destaca el equilibrio de su obra, que conjuga un espíritu de vanguardia con las necesidades sociales y del entorno. Pero se trata de una vanguardia con los pies en la tierra, con un sentido social atento al medio que no reniega de la libertad de pintar a la prima, a la manera de un acuarelista (pues también como acuarelista le gusta ser conocido, en un guiño más a su pasión por el polifacetismo clásico). De hecho, los primeros bocetos de sus proyectos suelen estar realizados con esta técnica.
Es el caso de los estudios previos de su ampliación del Museo de Arte Nelson-Atkins de Kansas City
Unos edificios blancos, suerte de contenedores de luz, que no solo sirven para aumentar la capacidad del edificio original con su cuadrangular factura neoclásica, sino para dotarlo de un paisaje. Al tiempo, ofrece un escenario extendido al público asistente, respetando siempre la función y el lugar del primer edificio. El resultado se concreta en cinco edificios como cinco lentes de vidrio que dialogan con el bloque central de piedra.
“Pretendemos que estas salas sean silenciosas, pero no estáticas. Se diferencian entre sí gracias a su irregularidad”
TUITEAR
Holl maneja el equilibrio y la limpieza de las formas sin caer en la rigidez. Una de sus obras más celebrada (lo que equivale a decir también que más polémica) es el conjunto de residencias universitarias Simmons Hall en el Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT). El edificio se despliega horizontalmente en forma de bloque enorme que, no obstante, con una cierta apariencia de esponja, deja permear el paisaje de su entorno. Una vuelta de tuerca que consigue hacer que una estructura tan rotunda “se mueva”. Porque el movimiento está presente en su concepción de la obra: “Pretendemos que estas salas sean silenciosas, pero no estáticas. Se diferencian entre sí gracias a su irregularidad”. Holl se refiere así a su edificio más querido en Europa, el Museo de Arte Contemporáneo de Kiasma, en Helsinki. Y da muestra de su respeto por las artes –las artes, de nuevo– que alberga: “Al concebirlo intentamos anticiparnos a las necesidades de una variedad de artistas, incluyendo aquellos cuyas obras dependen de una atmósfera silenciosa para arrojar toda su intensidad”, explica en la presentación de su proyecto.
A diferencia de tantos otros colegas de profesión, no resulta posible caracterizar a Steven Holl por el uso maestro (o repetido) de un material específico, ni por una preferencia por una forma geométrica concreta; tampoco por una tipología de construcción reiterada. Sus encargos abarcan desde edificios de uso residencial y de pequeño formato hasta extensas intervenciones a escala urbana.
Así que, para intentar atinar en el rasgo característico de Holl hace falta recurrir a una abstracción. Dejar de lado referencias concretas para hablar de su lenguaje, que “ha sabido salvaguardar el paso del tiempo lejos de contaminaciones formales o estilísticas”. Así lo define el jurado del premio. Y si lo clásico es lo digno de imitar, aquello que permanece, quizá se encuentre en estas palabras otra justificación de lo apropiado que resulta aplicar el adjetivo a Holl.
Ya que nos referimos a manifestaciones concretas de su filosofía, es bien probable que en su complejo ‘Linked Hybrid’, en Pekín, se halle una demostración palpable de su manera de defender los valores humanísticos. Holl abre en el corazón de la megalópolis oriental un espacio público para compartir y crea una ciudad dentro de la ciudad, un ágora clásico occidental erigido junto a la vieja muralla de Pekín. ‘Linked Hybrid’ se constituye como un conjunto residencial de setecientos apartamentos que juega con todas las posibilidades de interrelación de los edificios y los planos que lo forman –es pertinente usar la comparación con una escena de un corro de danza dibujado por Matisse– en la que se entrelazan los edificios formando un círculo que deja que el entorno entre en su interior.
El entorno es protagonista de todas las construcciones de Holl. Sea tan denso y urbano como el de Pekín o tan desértico e inhóspito como el de Nuevo México. Allí, su ‘Turbulence House’, una pequeña residencia elevada sobre una meseta, resiste los azotes del viento. Pero ¿cómo se puede conciliar, sin la licencia de la extravagancia, su respeto por el paisaje con la obligación obvia de hacer que una casa sea, ante todo, habitable? Holl resuelve la cuestión creando un edificio con apariencia escultórica que deja que los vientos lo atraviesen en su parte central, sin alterar la calidad de vida de los habitantes.
Una de las características de su arquitectura es precisamente “esa relación tan directa con el lugar, y el hecho de que atiende las exigencias y las características de cada situación particular”. Esto alude también a las necesidades medioambientales. “Trabajamos codo con codo con ingenieros que nos permiten conocer en toda su expresión el entorno sobre el que nos encontramos”, señala el arquitecto premiado.
Si cabe atribuir el primer origen de la crisis económica mundial al sector inmobiliario, Holl se rebela con una declaración chocante: “Creo que la crisis va a suponer un nuevo acercamiento de la arquitectura al medio ambiente, así que, independientemente de los problemas económicos que surjan, la crisis la afectará positivamente”. En la ecología y el medio ambiente encuentra Holl la posible respuesta a uno de los retos que, en su opinión, enfrenta la arquitectura del siglo XXI: cómo recuperar el espacio público. Y para otro de ellos, la recuperación de los valores espirituales y humanísticos, apuesta por intentar que la arquitectura, “como el resto de las bellas artes”, consiga “emocionarnos, inspirar como la música”.