“Steven Pinker” –detalla el jurado– “ha compaginado logros muy destacados en psicología cognitiva evolucionista con análisis sumamente perspicaces de las condiciones del progreso humano. Su visión de este progreso ofrece una perspectiva optimista anclada en la razón, la ciencia y el humanismo”.
José Muñiz, catedrático de Psicometría, rector de la Universidad Nebrija y nominador de Pinker, considera que “su gran éxito ha sido, partiendo de un trabajo académico robusto y desde sus publicaciones más técnicas sobre el lenguaje, ampliar sus temas de análisis a cuestiones trascendentes y transversales en sus libros más influyentes referidos a la racionalidad y la Ilustración, y explicarlo de una forma accesible con la que ha llegado a públicos amplios”.
“El premiado”, señala Muñiz, “se enmarca en la psicología evolucionista, en la que lo humano se ha ido modulando en función de las exigencias de la evolución, y en esa historia la racionalidad no siempre ha estado presente. Pero Pinker ha explicado muy bien que es precisamente la racionalidad la que nos ha hecho progresar como especie y afrontar retos buscando las soluciones en el conocimiento científico”.
“La racionalidad apoyada por el conocimiento científico, tal y como nos lo explica Pinker, es el arma más poderosa para buscar la veracidad y evitar caer en la avaricia cognitiva y los sesgos inconscientes que estudiaron Susan Fiske y Shelley Taylor (ganadoras del Premio Fronteras del Conocimiento en Ciencias Sociales en 2020). Pinker encaja perfectamente en este premio porque es un humanista capaz de unir ciencia y cultura y que en un artículo reciente hacía esta advertencia: ‘humanistas, no os equivoquéis de enemigo. La ciencia no es vuestro enemigo’”.
De las noticias a los datos, el poder de la racionalidad
La mayoría de las personas, advierte Steven Pinker, construyen su imagen de la realidad a partir de las noticias – generalmente una sucesión de crímenes, conflictos y catástrofes terribles – con las que les inundan todos los días a través de los medios de comunicación. Sin embargo, el catedrático de Psicología de Harvard ha dedicado buena parte de su obra a demostrar hasta qué punto esto distorsiona nuestra percepción del mundo y de las capacidades del ser humano.
“Las noticias nos engañan sistemáticamente”, afirma, “porque son un sondeo aleatorio de las peores cosas que han ocurrido en el planeta Tierra en un día cualquiera. Esto alimenta nuestro sesgo de disponibilidad, es decir, lo que es fácilmente accesible a nuestra mente es lo que pensamos que es más común o recurrente, y por ello al leer continuamente sobre ataques terroristas, hambrunas y guerras, pensamos que se están incrementando. Pero si cambias tu percepción del mundo pasando de las noticias a los datos, descubres que en realidad la situación del mundo es mucho mejor de lo que creías”.
Frente a la visión catastrofista que, según su visión, predomina, no solo en los medios sino también en muchos círculos del mundo académico, Pinker ha defendido – y documentado – a lo largo de su trayectoria el poder de la racionalidad como principal fuerza impulsora del progreso material y moral de la sociedad.
“Las cosas buenas”, explica, “suelen lograrse gradualmente, como que cada día 137.000 personas se liberan de la pobreza extrema. Al mismo tiempo, hay muchas cosas que no ocurren, como por ejemplo todas las regiones del planeta donde no hay una guerra en estos momentos, que no están recogidas en las noticias, pero sí pueden visibilizarse con datos”.
Una insólita naturaleza compatible con el progreso
Pinker inició su carrera investigadora en psicología cognitiva experimental, analizando cómo los niños adquieren el lenguaje, la capacidad más distintiva del ser humano. Inspirado en parte por Noam Chomsky, galardonado en 2019 con el Premio Fronteras del Conocimiento en Humanidades, defendió en su libro El instinto del lenguaje (1994) que “esta capacidad es un producto de la selección natural, una adaptación darwiniana para la comunicación y la sociabilidad”.
Posteriormente – frente a la tendencia de muchos investigadores en el campo de las humanidades y las ciencias sociales a negar la existencia de la naturaleza humana, con el argumento de que la mente es como una hoja en blanco, infinitamente moldeable por la sociedad y la cultura –, Pinker argumentó en La tabla rasa (2002) que sí nacemos con una programación biológica, una herencia genética que condiciona, al menos en parte, nuestro comportamiento y nos predispone a actuar de determinadas maneras. No obstante, sin negar u obviar el lado oscuro de la naturaleza humana, Pinker también puso el foco sobre las insólitas capacidades biológicas que poseemos para impulsar el progreso, empezando por el lenguaje y la racionalidad, así como nuestra amplia capacidad para la empatía, no solo con nuestros familiares, sino también con individuos con los que no tenemos parentesco alguno.
“La gente cree equivocadamente que si somos tablas rasas, existe más margen para la mejora de la sociedad, porque si no heredamos las motivaciones agresivas o egoístas de la evolución, podemos programar a la gente para ser cooperativa y pacífica a través de la educación”, explica. “Argumento contra esa visión que la naturaleza humana es compleja y tiene otros componentes que son compatibles con el progreso”.
Pinker admite que tenemos “algunas motivaciones desagradables programadas por la selección natural: la tendencia a la dominación, la venganza o la capacidad para la crueldad o el sadismo”. Al mismo tiempo, sin embargo, poseemos “una capacidad para la racionalidad”, aunque “lo que nos ha proporcionado la naturaleza son los rudimentos, las semillas” que deben cultivarse. Por ello, para Pinker lo que impulsa el progreso es el desarrollo de los ideales, valores e instituciones que “potencian nuestra racionalidad” y nos proporcionan “la capacidad para inhibir y reprimir nuestros instintos más oscuros”.
Un alegato en defensa de los ideales, valores e instituciones de la Ilustración
En sus últimos tres libros – todos ellos grandes éxitos editoriales a escala internacional – Pinker ha presentado un potente alegato en defensa de la racionalidad humana como motor del progreso, documentando los avances que se han logrado a lo largo de los últimos siglos en todos los principales indicadores de bienestar.
El galardonado señala que “siempre hemos tenido capacidades para la empatía, la paz y la cooperación, así como la violencia, la explotación y la crueldad”. Sin embargo, los ideales, valores e instituciones de la Ilustración, que Pinker define como “la aplicación de la racionalidad a la prosperidad humana, a través del conocimiento validado por la ciencia”, han hecho aflorar “los ángeles más benévolos de nuestra naturaleza”, una expresión de Abraham Lincoln con la que tituló su libro de 2017, en el que documentó la notable reducción de guerras, asesinatos y muertes por otras formas de violencia en todo el planeta, a lo largo de la historia.
Cuando Pinker habla de las “instituciones ilustradas” que hacen aflorar lo mejor de la naturaleza humana, se refiere a los gobiernos democráticos con separación de poderes, el estado de derecho, las universidades, hospitales, centros de investigación y sociedades científicas que generan y difunden el conocimiento validado, la prensa libre que vigila los abusos de poder, así como las instituciones políticas internacionales, como la ONU y la Unión Europea, que promueven la cooperación internacional a escala global. “Estas son las instituciones que nos hacen colectivamente más inteligentes que cualquiera de nosotros de manera individual, y al mismo tiempo incentivan nuestra cooperación, con cada uno de nosotros haciendo pequeños sacrificios para aumentar el beneficio colectivo de todos”.
El progreso, un fenómeno “real y medible”
Un año después de lograr un gran eco internacional con Los ángeles que llevamos dentro: El declive de la violencia y sus implicaciones (el título de la edición española), Pinker publicó En defensa de la Ilustración: Por la razón, la ciencia, el humanismo y el progreso (2018), una obra en la que expandió su análisis sobre la reducción de la violencia a todos los demás indicadores principales de bienestar a escala global: desde la disminución de la mortalidad infantil y la prolongación de la esperanza de vida, hasta la reducción de muertes por hambrunas, desastres naturales o accidentes laborales, el descenso de la pobreza extrema, el incremento de la alfabetización, y el aumento de países con gobiernos democráticos, entre otros.
“Aunque muchos me llaman optimista, en realidad el progreso no es solo una aspiración, no es una cuestión de optimismo, de ver el vaso medio lleno. De hecho, el temperamento de un investigador nunca es un buen motivo para creer nada de lo que dice. Lo que he pretendido demostrar es que el progreso es un fenómeno real, medible, que claramente se refleja en los datos sobre las principales tendencias históricas sobre la condición humana a escala mundial”, explica Pinker. “Pero el progreso no es una fuerza de la naturaleza, sino que se puede atribuir al impacto de los ideales fundamentales de la Ilustración: podemos usar el conocimiento para mejorar el bienestar humano a través de la ciencia”.
Finalmente, en su último libro, Racionalidad: Qué es, por qué escasea y cómo promoverla (2021), Pinker ha expuesto “las herramientas principales de la racionalidad con las que no nacemos, sino que más bien tenemos que aprender y cultivar”, y que “toda persona educada debería conocer, pero ningún libro había recopilado hasta ahora para el público general”, como la lógica y la teoría de la probabilidad.
La racionalidad, para el psicólogo galardonado, importa no sólo “porque nos ayuda a tomar las mejores decisiones en nuestra vida personal”, sino que además importa “para la sociedad en su conjunto porque impulsa el progreso moral”, reflejado en mejoras como la abolición de la esclavitud y avances en los derechos de las mujeres y los homosexuales. Una conclusión que Pinker comparte plenamente con su co-galardonado, Peter Singer: “Creo que mi trabajo complementa su concepto del ‘círculo en expansión’, que fue una gran inspiración para mí. Los datos que he presentado en mis libros muestran que nuestra preocupación por los demás se ha expandido a toda la humanidad, y estoy plenamente de acuerdo en que también debería continuar extendiéndose a todos los seres sintientes”.
Pinker admite que hoy nos enfrentamos a crisis monumentales a escala global, como el cambio climático y las nuevas tensiones geopolíticas desencadenadas por la invasión rusa de Ucrania, pero para él estos desafíos no son motivos para dudar del progreso, sino para continuar aplicando con confianza los ideales, valores e instituciones de la Ilustración: “¿Es inevitable el progreso? Por supuesto que no. El progreso no implica que todo se vuelve mejor para todos, en todas partes, todo el tiempo. Eso sería un milagro, y el progreso no es un milagro, sino resolver problemas. Los problemas son inevitables y las soluciones crean nuevos problemas que a su vez deberán ser resueltos. Los problemas sin resolver a los que el mundo se enfrenta hoy son gigantescos, pero debemos verlos como problemas a resolver, no como apocalipsis en espera. Cuando la racionalidad se pone al servicio de maximizar el bienestar humano, eso es lo que puede impulsar el progreso humano y eso es lo que de hecho ha impulsado el progreso humano”.