Syukuro Manabe (Ehime, Japón; 1931) obtuvo su doctorado en Meteorología por la Universidad de Tokio en 1958. Fue profesor visitante en las Universidades de Nagoya y Tokio, en Japón, y trabajó para la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) de EE.UU. Entre 1997 y 2002, regresó a Japón para dirigir el Programa para la Investigación del Calentamiento Global del Frontier Research Center for Global Change.
Posteriormente, regresó a EE.UU. para vincularse a la Universidad de Princeton. Obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1975. Manabe ha sido pionero en el estudio del sistema del clima terrestre desde el enfoque de la física fundamental, así como en la creación de sus primeros modelos numéricos y computacionales, tecnologías que afianzó como herramientas indispensables para profundizar en los mecanismos fundamentales de la variabilidad climática. Este novedoso enfoque ofreció las primeras evidencias científicas modernas del aumento de las emisiones de CO2 y su impacto sobre el cambio climático global.
Además, Manabe intervino en la audiencia ante el Comité sobre Energía y Recursos Naturales del Senado de EE.UU. que, en 1988, contribuyó a crear la concienciación política y social sobre el calentamiento global. Es miembro honorario de la Sociedad Meteorológica Americana, la Sociedad Meteorológica Japonesa y la Royal Meteorological Society (Reino Unido), y fellow de la American Geophysical Union y la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias (AAAS). También forma parte de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., la Academia Europaea, la Royal Society of Canada y la Academia de Japón. Ha recibido numerosos premios y reconocimientos, entre los que se encuentran la Medalla Benjamin Franklin del Instituto Franklin (2015). Tras recibir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento (2016), obtuvo el Premio Nobel de Física junto a Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi (2021).
Discurso
Cambio Climático IX edición
Microentrevista
“Algunos escépticos se basan en lo que quieren creer y no en lo que realmente ocurre”
El primer modelo de clima de circulación global fue programado en un ordenador que ocupaba una estancia entera y tenía solo medio megabyte de memoria. Ocurrió en 1969. El programa trabajó durante cincuenta días en el Laboratorio de Dinámica de Fluidos Geofísicos de la NOAA (Agencia Estadounidense del Océano y la Atmósfera) para finalmente depositar su resultado en manos del investigador Syukuro Manabe. Se considera un hito: la primera simulación matemática que recreó correctamente los procesos físicos y químicos globales que dan lugar al clima.
Manabe ha recibido, junto con el también climatólogo James E. Hansen, el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático. Ambos investigadores, trabajando de manera independiente, crearon los primeros modelos computacionales que integraban todos los factores importantes del clima y además predijeron cuánto subiría la temperatura de la Tierra por el aumento del CO2 en la atmósfera.
La importancia del aumento del CO2
Syukuro Manabe fue el primero en aplicar al área del clima la potencia de cálculo de los ordenadores. Su intención inicial no era otra que mejorar la predicción meteorológica, porque por entonces el problema del cambio climático no existía para la ciencia —el químico sueco Svante Arrhenius había predicho a finales del siglo XIX que la quema de combustibles fósiles calentaría el planeta, aunque nadie había recogido su testigo—.
Manabe se había doctorado en Meteorología por la Universidad de Tokio en 1958. Poco después, ante la falta de trabajo en plena posguerra en su país, había viajado a Estados Unidos para colaborar con un investigador del U.S. Weather Bureau que trabajaba en su mismo campo: la predicción de lluvias.
En 1963 se incorporó al Laboratorio de Dinámica de Fluidos Geofísicos de la NOAA. El uso de ordenadores permitió a Manabe introducir en los modelos los elementos importantes para el clima, como el vapor de agua, los vientos o el transporte del calor en la atmósfera. Simular este último punto, no obstante, exigía introducir también el efecto de los gases de efecto invernadero, y por esa razón Manabe acabó fijándose en el CO2.
Así, a finales de los años sesenta el modelo de Manabe ya predijo que si la concentración de CO2 se duplicaba, la temperatura media del planeta subiría 2°C.
Por entonces James E. Hansen (Denison, Iowa, Estados Unidos; 1941) acababa de doctorarse en Física. Había sido becario en la agencia espacial NASA y visitado el Departamento de Astronomía de la Universidad de Tokio, donde estudió trabajos de Manabe. En 1967 se incorporó al Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA con el fin de investigar la atmósfera de Venus. Venus no es el planeta más próximo al Sol, pero sí el más cálido —hasta 500 °C—, y Hansen contribuyó a demostrar que esas altas temperaturas se deben a un efecto invernadero exacerbado.
Ese hallazgo hizo dar un viraje a la carrera científica de Hansen. Justo en esos años se empezaba a constatar el aumento del CO2 en la atmósfera, y los científicos se preguntaban qué efectos tendría el fenómeno. Hansen pensó que era más importante estudiar la Tierra que otros planetas dadas las “grandes consecuencias, para muchas personas, de cualquier cambio en el clima”, explica. Desarrolló entonces un modelo que predijo un aumento de hasta 4,5 °C en el siglo XXI.
El trabajo, publicado en 1981, incluía dos novedades: por primera vez se tenía en cuenta datos de temperatura de todo el planeta —el propio Hansen había desarrollado un método para extraer esa información de las estaciones meteorológicas disponibles— y además se predecía el efecto del calentamiento sobre otros procesos, como la circulación oceánica, la disminución del hielo en el Ártico o las sequías y las inundaciones.
No podemos asegurar que no será peligroso el calentamiento por debajo de los 2ºC. Lo que sí sabemos es que debemos hacer todo lo posible para minimizar el cambio climático
TUITEAR
Los modelos de Manabe y Hansen son los ancestros de las decenas de modelos climáticos que se usan en la actualidad, y cuya fiabilidad no plantea dudas a los científicos. “Basándonos en cómo ha cambiado el clima en las últimas décadas y en cómo los modelos han reproducido esos cambios, estamos bastante seguros de sus predicciones para el futuro”, dice Manabe, que desde 2005 es meteorólogo senior del Programa de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Princeton (Estados Unidos). Y advierte: “Es muy difícil decir a partir de qué temperatura es peligroso el cambio; lo que podemos asegurar es que si el calentamiento supera los 2 °C será más peligroso, y que cuanto menos cambie el clima, mejor. Así que debemos hacer todo lo posible por minimizar el cambio climático”.
James Hansen, director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales entre 1981 y 2013, y actualmente profesor en el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, subraya la «primera gran conclusión» de su trabajo: que el clima es muy sensible a la acción humana.
Las grandes variaciones en la extensión de los casquetes polares entre las distintas eras glaciares se deben a cambios pequeños en la órbita terrestre; la perturbación que provoca en el clima la quema de combustibles fósiles, expone Hansen, es aún más potente. «Los cambios ya han comenzado, y habrá más», advierte. “La última vez que el planeta estuvo un grado más caliente fue en el periodo interglaciar, hace unos 120.000 años, y el nivel del mar era entre 6 y 9 metros superior al actual. Si dejamos que eso ocurra de nuevo, perderemos todas las ciudades costeras”.