El galardón ha sido concedido al climatólogo indio Veerabhadran Ramanathan por descubrir que hay otros gases y contaminantes, además del CO2, afectados por la actividad humana con un enorme poder para alterar el clima de la Tierra.
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático, en su octava edición, ha sido concedido a Veerabhadran Ramanathan por cuantificar cómo las actividades humanas afectan al balance energético de la Tierra y causan el cambio climático.
La profunda comprensión del profesor Ramanathan del proceso de transferencia de energía radiante ha demostrado la contribución sustancial de los gases traza (distintos al CO2) producidos por la actividad humana en el efecto invernadero de la Tierra, y cómo las partículas en suspensión en la atmósfera modulan la cantidad de radiación solar absorbida por el planeta.
El profesor Ramanathan ha liderado el desarrollo de nuevas aproximaciones para la observación y exploración del impacto de las partículas en suspensión sobre los sistemas de circulación atmosférica, como los monzones, y sobre la capacidad de la Tierra para reflejar la radiación solar. Su investigación le ha servido de inspiración para proponer y evaluar acciones prácticas para mitigar el cambio climático y mejorar, a la vez, la calidad del aire y la salud humana, especialmente en las regiones más desfavorecidas del planeta.
La visión y dedicación del profesor Ramanathan para comunicar los riesgos que suponen el cambio climático y la contaminación atmosférica han concitado la atención de los líderes mundiales y ha contribuido a crear opinión pública en torno a estos problemas. La capacidad cuantitativa que aporta su investigación es fundamental para cuantificar las estrategias que se propongan con el fin de alcanzar los objetivos del Acuerdo de París para limitar el calentamiento global provocado por las actividades humanas.
BIOGRAFÍA
Veerabhadran Ramanathan (Mudarai, India; 1944) se lincenció en 1965 en la Universidad Annamalai (India), y se doctoró en Estados Unidos en 1974 en la Universidad Estatal de Nueva York, en Stony Brook, bajo la dirección de Robert Cess. A principios de los setenta se incorporó a la Universidad Estatal de Nueva York, donde empezó a estudiar el efecto invernadero en las atmósferas de Venus y Marte.
Esa investigación le granjeó un puesto de investigación posdoctoral en la NASA, donde investigó cómo el ozono atmosférico influye en el clima de la superficie terrestre. Así fue cómo llegó a descubrir y calcular el efecto invernadero de los CFCs. Desde 1990 es Victor C. Alderson Professor y Distinguished Professor de Ciencias Climáticas y Atmosféricas en la Scripps Institution of Oceonagraphy en la Universidad de California en San Diego (UCSD). También dirige el Centro sobre Nubes, Química y Clima de la UCSD.
Ha dirigido importantes proyectos de investigación internacionales como el Indian Ocean Experiment y el Atmosferic Brown Cloud Project. Forma parte de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. y de la Academia Pontificia de las Ciencias, entre otras instituciones. Además, formó parte de la delegación del Vaticano presente en la Cumbre de París sobre cambio climático.
CONTRIBUCIÓN
Discurso
Cambio Climático VIII edición
Rueda de prensa
Contaminantes de corta duración, y España como posible potencia en energía solar
El climatólogo indio Veerabhadran Ramanathan decidió estudiar el cambio climático cuando tomó conciencia de hasta qué punto la actividad humana altera la composición de la atmósfera. Fue a mediados de los años setenta, al descubrir que el CO2 no es el único gas atmosférico de efecto invernadero: hay otros gases llamados traza menos abundantes que el CO2 pero que atrapan mil veces más calor, y su concentración en la atmósfera también va en aumento.
El hallazgo de Ramanathan contribuyó a abrir los ojos a la comunidad internacional sobre lo grave y lo urgente del problema del cambio climático. Dos décadas después Ramanathan obtendría otro resultado con implicaciones igualmente preocupantes. Recurriendo por primera vez a pequeños aviones no tripulados, lo que ahora conocemos como drones, descubrió sobre el Pacífico una inmensa nube oscura, extensa como un continente. Su tamaño le impresionó tanto como su composición: hollín, el contaminante que ennegrece el humo. Los países desarrollados lograron hace ya décadas reducir —que no eliminar— este contaminante, pero en los países pobres se siguen quemando grandes cantidades del tipo de combustible que lo produce.
El dato importante es que el hollín es tóxico y produce la muerte de millones de personas al año en todo el mundo. No solo eso. Ramanathan descubrió además que este contaminante ejerce un potente efecto invernadero. La gigante nube oscura sobre el Pacífico vincula estrechamente cambio climático, pobreza, contaminación y enfermedad. Ramanathan recordó una escena cotidiana de su infancia en la India: su abuela tosiendo mientras cocinaba en una lumbre donde ardían excrementos de vaca.
Se diría que los principales hallazgos de Ramanathan, catedrático de la Scripps Institution of Oceanography (San Diego, Estados Unidos), han sido fuente de malas noticias. Sin embargo, el ganador de la octava edición del Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático ha partido de sus propios descubrimientos para proponer nuevas estrategias de lucha contra el calentamiento global. Estima, por ejemplo, que si además de reducir las emisiones de CO2 se limitan los gases traza y el hollín, en 2030 habrá disminuido a la mitad el calentamiento previsto para los próximos treinta y cinco años.
Por ello el jurado ha reconocido, junto a la ciencia de Ramanathan, sus propuestas “para mitigar el cambio climático y mejorar la calidad del aire y la salud, especialmente en las regiones más desfavorecidas”. Ha destacado además la labor del climatólogo como asesor de líderes políticos y religiosos, como el Papa Francisco y el Dalai Lama, y su capacidad de “comunicar los riesgos que suponen el cambio climático y la contaminación”. Veerabhadran Ramanathan se formó como ingeniero y pronto empezó a trabajar en una fábrica de frigoríficos, tratando con los mismos gases sobre los que años después se centraría su primer descubrimiento. Pero la experiencia laboral no le gustó. Volvió a la universidad a completar su formación y decidió hacer el doctorado en Estados Unidos.
Durante su viaje, el jefe de su grupo de acogida en la Universidad Estatal de Nueva York cambió de línea de trabajo y Ramanathan se encontró con que en lugar de estudiar la combustión debía investigar el efecto invernadero en Venus y Marte. Se adaptó tan bien al cambio que acabó investigando para la NASA la influencia del ozono atmosférico sobre el clima de la Tierra. Así fue como en 1975 Ramanathan descubrió que los clorofluorocarbonos (CFC), un tipo de gases hasta entonces solo asociados a la destrucción de la capa de ozono —y empleados en frigoríficos como los de la fábrica donde él mismo había trabajado—, son ade-más potentísimos gases de efecto invernadero.
Una tonelada de CFC atrapa tanto calor en la atmósfera como 10.000 toneladas de CO2. La reacción inicial de la comunidad científica fue de escepticismo: ¿cómo podían esos gases tan poco abundantes alterar tanto la atmósfera? Los cálculos, sin embargo, eran correctos. Poco después se descubrieron más de estos gases traza con potente efecto invernadero, como el metano y los HFC (los refrigerantes que sustituyeron a los CFC porque no dañan al ozono). Hoy se sabe que la mitad del efecto invernadero atribuible a la acción del hombre se debe a los gases traza.
Pero hay una buena noticia: el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos, mientras que los gases traza y el hollín desaparecen en relativamente poco tiempo. Por eso Ramanathan defiende que hay que reducir no solo las emisiones de CO2, sino también las de estos contaminantes de vida corta: “Esto tendría un efecto rápido contra el calentamiento, retrasaría los desastres ambientales y nos daría un tiempo que necesitamos desesperadamente para cambiar nuestra dieta energética”. Ramanathan insiste en que el cambio climático es un problema causado por la parte rica de la humanidad pero que padece sobre todo la más pobre: “Tres mil millones de personas que no tienen con qué protegerse, y que no podemos dejar atrás”.
Con ese argumento, y con el deseo de combatir la sensación de “gran fracaso personal” que sentía después de treinta años siendo “una fuente constante de malas noticias”, Ramanathan creó en 2004 la ONG Proyecto Surya, que aspira a reemplazar las cocinas tradicionales en la India —alimentadas con los combustibles que ennegrecen la atmósfera y el futuro— por cocinas eléctricas con energía solar.
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