EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
El presidente de la Fundación BBVA, Carlos Torres Vila, entrega el Premio Fronteras del Conocimiento a Noam Chomsky en Arizona
El presidente de la Fundación BBVA, Carlos Torres Vila, ha entregado el Premio Fronteras del Conocimiento en Humanidades y Ciencias Sociales a Noam Chomsky, en su casa de Tucson (Arizona, EEUU). Por motivos de salud, el lingüista estadounidense no pudo acudir a la ceremonia de entrega de los galardones que tuvo lugar en Bilbao el pasado mes de junio.
30 octubre, 2019
“Este premio reconoce la gran contribución de Noam Chomsky a la comprensión del lenguaje humano. Es un honor que una persona y una figura tan central en la historia de las humanidades haya sido receptora del Premio Fronteras del Conocimiento”, ha destacado el presidente de la Fundación BBVA. Por su parte, el profesor Chomsky ha agradecido la entrega del premio:“Muchas gracias, es un maravilloso honor. Estoy muy agradecido”.
En su undécima edición (2018), los Premios Fronteras del Conocimiento –los galardones de la Fundación BBVA que reconocen la excelencia de la investigación científica y la creación cultural a escala global– incluyeron por primera vez una categoría de Humanidades y Ciencias Sociales, que cada año se alternará entre esos dominios y en la primera edición estuvo dedicado a las Humanidades. El pasado 16 de abril, el jurado decidió conceder el galardón a Noam Chomsky “por sus contribuciones sin parangón al estudio del lenguaje humano”, según afirmó el acta.
Cuando se celebró la entrega de premios en junio, que por primera vez tuvo lugar en Bilbao, el lingüista no pudo asistir a la ceremonia por motivos de salud, y solo pudo agradecer el reconocimiento a través de un vídeo. Por ello, el presidente de la Fundación BBVA, Carlos Torres Vila, ha viajado hasta su casa de Tucson (Arizona) para hacerle entrega personalmente del premio.
Una facultad innata de la mente humana
Según explicó el acta del jurado que le concedió el Premio Fronteras, Chomsky ha situado la investigación de la mente humana y sus productos “en una nueva y fructífera vía que abarca la lingüística teórica, la psicolingüística, las ciencias cognitivas, las filosofías del lenguaje y de la mente y la psicología cognitiva”.
Con su visión del lenguaje como el producto de una facultad innata de la mente humana que lo genera con estructuras predefinidas, Chomsky hizo posible el estudio “tanto desde el punto de vista científico como humanístico” del que podría ser considerado “el producto cognitivo más distintivo de la humanidad”, prosiguió el acta. El lenguaje pasa a ser no solo un instrumento de comunicación, sino un objeto cognitivo-biológico emanado de la mente humana, y por tanto en sí mismo una ventana al funcionamiento del cerebro.
Chomsky considera que de la misma manera que nacemos con “el sistema visual de los mamíferos y no el de los insectos”, también nacemos con “una predisposición genética” a adquirir un idioma humano basado en los principios de la “gramática generativa” que comparten todas las lenguas de nuestra especie. En palabras de Ignacio Bosque, catedrático de Lengua Española de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Española, para Chomsky “la facultad del lenguaje es una especie de horma o de plantilla en la que puede encajar cualquier idioma”.
Chomsky es actualmente catedrático emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y catedrático (laureate profesor) de la Universidad de Arizona. Su primer libro, Estructuras sintácticas, es un tratado técnico sobre lingüística elaborado con notas de sus clases. Fue publicado en 1957, y en esta obra Chomsky –que tenía apenas 29 años– introduce el concepto de gramática generativa: la idea de que las reglas gramaticales de todas las lenguas son generadas por una gramática universal que el cerebro humano posee de manera innata.
La gramática universal
Uno de los problemas a los que la teoría de Chomsky responde mejor que las teorías precedentes es el de la rapidez con que se adquiere el lenguaje. Se estima que, entre los dos y los ocho años, los niños aprenden un término nuevo cada hora que están despiertos. Durante la primera mitad del siglo XX, la teoría conductista explicaba este aprendizaje como un proceso de ensayo y error: expuestos al lenguaje, los niños responden imitando lo que escuchan y corrigiendo los fallos.
Para Chomsky, en cambio, la mera respuesta a estímulos no explica la capacidad de los niños para crear oraciones del todo nuevas. La habilidad de producir un número infinito de estructuras –las oraciones– a partir de un número finito de elementos –las palabras– implica que el cerebro humano nace programado con las reglas de la gramática universal que subyace a todas las lenguas, y que por tanto la adquisición del lenguaje no depende únicamente de aprender e imitar lo que otros hablantes le enseñan al niño.
Es un hecho notable”, explica el lingüista galardonado, “que un niño pequeño ya es capaz de lograr una gran comprensión de las propiedades del lenguaje, para las que no tiene evidencia alguna. En el momento que te das cuenta de ese problema, reconoces de inmediato que debe haber algo interno en el individuo que dirige el curso del desarrollo y el crecimiento de esta increíble capacidad, y es común a todos los seres humanos”.
La arquitectura cerebral del lenguaje
Chomsky ha desarrollado el conjunto de sus propuestas lingüísticas y de la relación entre el lenguaje y el funcionamiento del cerebro –lo que el jurado del premio denominó su “programa científico”– en algunas de las obras más citadas del área de las Humanidades en términos absolutos. Entre ellas están Aspectos de la teoría de la sintaxis (1965), Estudios sobre la rección y el ligamiento (1981) y El programa minimalista (1992).
“Se ha comprobado cada vez más”, afirma Chomsky, “que idiomas muy diferentes en apariencia resultan ser básicamente idénticos con respecto a sus propiedades fundamentales. Lo que se ve en la superficie cuando no entiendes el sistema parece algo aleatorio y caótico, pero cuando entiendes el funcionamiento interno, descubres principios uniformes, fijos y profundos”.
En definitiva, la visión pionera del lingüista galardonado con el Premio Fronteras ha revelado cómo la apabullante diversidad de lenguas simbolizada por el mito bíblico de la Torre de Babel es solo aparente, ya que en realidad todo el edificio del lenguaje humano se sostiene sobre un pilar de estructuras gramaticales comunes. Esta prodigiosa arquitectura cerebral es, en sus propias palabras, el “producto de la evolución biológica” que nos diferencia como especie de todas las demás criaturas de la Tierra: “No hay nada comparable a esto, ni siquiera remotamente análogo, en otras partes del mundo biológico”, afirma, y esta es la clave fundamental para comprender “nuestros logros creativos”