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En la tercera edición de 2010

Fallece Edward O. Wilson, Premio Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación

Edward O. Wilson, galardonado con el Premio Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación en su tercera edición (2010), ha fallecido a los 92 años,  según ha informado en un comunicado la fundación que lleva su nombre. El profesor Wilson, que fue catedrático emérito de la Universidad de Harvard (EE UU) y del Museo de Zoología Comparada de Harvard, era “uno de los pensadores más influyentes de nuestro tiempo, un excepcional biólogo y un sobresaliente experto en historia natural”, según señaló el acta del jurado del Premio Fronteras

 

27 diciembre, 2021

Perfil

Edward O. Wilson

Wilson “acuñó y popularizó el término biodiversidad y ha contribuido extraordinariamente a concienciar a la sociedad de su valor”, resaltó también el jurado del Premio Fronteras, explicando que sus grandes contribuciones científicas derivaban de algo tan concreto como el estudio de las hormigas: “Partiendo de una fascinación por la biología de las hormigas que le ha acompañado durante toda su vida, su carrera científica ha ido ampliándose hasta impregnar todo el ámbito de la Ecología y Biología de la Conservación”.

“Yo acuñé el término biodiversidad en una conferencia en 1986 para poner una etiqueta a un campo de estudio que empezaba”, recordaba Wilson en una entrevista realizada tras la concesión del Premio Fronteras del Conocimiento. “Durante siglos hemos estado estudiando la clasificación y la diversidad de organismos, pero por primera vez en los años ochenta declaramos claramente que existen muchas dimensiones en el estudio de la biodiversidad. En esa conferencia unimos lo que eran esas dimensiones y yo añadí el nombre de biodiversidad”.

Uno de los sobrenombres de Wilson era el señor de las hormigas. Su fascinación por estos insectos le llevó a hacer aportaciones fundamentales no sólo en el ámbito de la biología, sino también en las ciencias sociales. Así, Wilson –presentado habitualmente como naturalista y humanista– era el fundador de la Sociobiología, un campo que investiga las bases biológicas del comportamiento humano, y obtuvo el premio Pulitzer en dos ocasiones: en 1979 por La naturaleza humana y en 1991 por Las hormigas.

Como entomólogo, fue el primero en describir el comportamiento social de las hormigas y de otros insectos sociales. También logró desentrañar el lenguaje químico mediante el que estos insectos construyen sus rutas y se comunican, y en demostrar la acción de las feromonas. Estos trabajos inspiraron su teoría de la Biogeografía de Islas, desarrollada a mediados de los años sesenta con Robert MacArthur y considerada una obra fundamental para diseñar estrategias de conservación.

“Las hormigas están por todas partes, cuando más sepamos de ellas más cerca estaremos de construir una ecología mejor”,  explicaba Wilson. “Pero hay otra razón para estudiarlas: además de los humanos, son los seres más avanzados socialmente de este planeta. No debería resultar extraño que estudiemos su organización social, la manera en que se comunican y su impacto en el medio. Estos estudios son útiles para ser aplicados al estudio de la biología humana y para el bienestar humano”.

En cuanto a las aportaciones fuera del ámbito estrictamente biológico, el jurado destacó cómo sus obras unieron “la cultura humanística con la Ecología Evolutiva”. En concreto, sus obras Sociobiología y Consilience’ “sentaron una base sólida para una nueva disciplina, la Psicología Evolucionista, que en la actualidad está revolucionando campos tan dispares como la Antropología, la Lingüística y la Historia”. El concepto de consilience se basa en la idea de que las ciencias, las humanidades y las artes no son ramas aisladas del conocimiento, sino que juntas transmiten el mensaje de que “el mundo está ordenado y puede ser explicado por un pequeño número de leyes naturales”, explicaba el propio Wilson.

La “culminación de una carrera”

“Este premio representa la culminación de mi carrera”, afirmó Wilson tras conocer la concesión del Premio Fronteras. “Es un galardón muy valioso, por la categoría de su jurado y por su alcance internacional. Pero también porque reconoce los avances del conocimiento en su sentido más amplio. En esta era lo más importante es la síntesis, la capacidad de aunar los avances en diversas áreas y crear un cuerpo común de conocimiento. Esto es lo que reconoce la Fundación BBVA”.

“Tenemos gran necesidad de descubrir lo que hay en este planeta que tan poco conocemos”, recalcó Wilson. “Es muy posible que incluyendo a microorganismos, insectos y otros pequeños invertebrados, lleguemos a conocer menos del 10% de todas las especies del planeta. Y nos preguntamos cómo construir entornos sostenibles en la Tierra cuando no conocemos casi nada de los seres que viven en ella. Espero que este premio llame la atención del público, de los responsables políticos y de otros intelectuales”.

Wilson se mostró satisfecho de que “la idea de la biodiversidad esté ahora en todas partes”, pero reclamó acciones mucho más efectivas para conservarla: “Debo decir que el público y los dirigentes políticos no son aún lo suficientemente conscientes de la importancia de la biodiversidad”.

Biografía

“La mayoría de los niños pasan por una etapa de [fascinación con los] bichos; creo que yo no he superado la mía”, escribió Wilson en su obra El naturalista. Su afición a la entomología empezó efectivamente en la niñez. A los nueve años emprendía sus primeras expediciones exploratorias en el parque natural Rock Creek de Washington, y a los trece, en Alabama, descubrió su primera colonia de hormigas de fuego. A los 18 años decidió convertirse en entomólogo.

Tras doctorarse en Biología por la Universidad de Harvard en 1955, al año siguiente se incorporó a esta institución como profesor agregado y en 1994 ocupó la cátedra de Investigación Pellegrino en Entomología. En Harvard siguió siendo catedrático emérito desde 2002 hasta su fallecimiento.

Autor de 433 artículos técnicos y 24 libros, así como editor de otros 7, obtuvo el premio Pulitzer en dos ocasiones: en 1979 por La naturaleza humana y en 1991 por Las hormigas. Otras obras de éxito fueron su autobiografía El Naturalista, Sociobiología, La diversidad de la vida, Consilience. La unidad del conocimiento y El futuro de la vida. Los libros  La conquista social de la Tierra (2012), Cartas a un joven científico (2013) y El sentido de la existencia humana (2014) le situaron en las listas de los más vendidos desde su publicación.

Fue doctor honoris causa por 40 universidades y recibió la Medalla Nacional de la Ciencia (Estados Unidos), el Premio Internacional de Biología (Japón) y el Premio Crafoord de la Real Academia Sueca de Ciencias, entre otros 130 reconocimientos a su trayectoria.