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Su contribución a la música contemporánea fue "extraordinaria en su individualidad, amplitud y alcance”, según el jurado que le concedió el galardón

Fallece la compositora Kaija Saariaho, galardonada con el X Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera

La compositora finlandesa Kaija Saariaho, Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera en su X edición, falleció este pasado viernes, 2 de junio, a los 70 años. Al otorgarle el galardón de la Fundación BBVA en 2018, un jurado presidido por el profesor, Nicholas Cook, catedrático emérito de Música en la Universidad de Cambridge (Reino Unido), definió su obra como “un entrelazado perfecto entre los mundos de la música acústica y la tecnología” y calificó su contribución a la música contemporánea como “extraordinaria en su individualidad, amplitud y alcance”.

5 junio, 2023

Perfil

Kaija Saariaho

Poco después de recibir el Premio Fronteras del Conocimiento, la propia Saariaho aseguró que la fusión de la acústica y la tecnología tan característica de su obra le llegó de una manera muy natural: durante sus primeros años de estudio, en la Academia Sibelius de Helsinki, estaba descontenta con la acústica de los lugares a los que acudía a escuchar música en vivo. De ese modo, se comenzó a preguntar si podría modificar características como el volumen de los instrumentos, lo que le llevó a grabarlos, procesarlos y, posteriormente, reproducirlos.

En 1982 se trasladó a París para continuar su formación y eligió para ello el Instituto de Investigación y Coordinación Acústica y Musical (IRCAM por sus siglas en francés), donde conoció a los principales compositores del espectralismo. Sus técnicas de descomposición del sonido dejaron una clara y reconocible impronta en las composiciones de Saariaho, en forma de arreglos electrónicos y sonidos generados por ordenador. La combinación entre elementos sonoros sintéticos, instrumentación clásica y determinados fenómenos de la naturaleza dieron lugar a algunas de sus primeras obras, como es el caso de Lichtbogen (1986), cuya fuente de inspiración es la aurora boreal.

“Sin duda mis orígenes en Finlandia me han hecho muy sensible a la naturaleza”, explicaba Saariaho, “y esto tiene mucho que ver con la acústica: cuando vas a un bosque después de que llueva, la acústica es muy diferente porque las hojas están mojadas, y esto crea muchas reverberaciones, hasta el punto de que el bosque es como una iglesia. Lo mismo ocurre con la nieve, que crea un silencio muy particular. Todas estas experiencias de mi infancia sin duda han inspirado mi música”.

Saariaho también reconocía la influencia de la tecnología y la electrónica en su obra en la medida en que le permitió avanzar en la dirección que le interesaba, pero no como el elemento principal: “Mi objetivo”, decía, “es siempre que no se perciba la frontera del componente electrónico en mi música, sino que sencillamente forme parte de la orquestación y se integre en ella. Cuando hay un sonido que no puedo lograr con los instrumentos naturales, entonces recurro al ordenador para completar mi idea musical con tecnología”.

La música de Saariaho, según el jurado que le concedió el Premio Fronteras del Conocimiento, también tiene “una calidad única que es casi tan visual como sonora”, en la que la imaginación juega un papel primordial. Tal y como ella misma relataba, “amo la música desde siempre, desde que tengo memoria. Mi madre me contó que por las noches, cuando me acostaba, empezaba a imaginar que escuchaba música hasta el punto de que no me podía dormir, y por eso yo le pedía que ‘apagara la almohada’. La música siempre ha estado en mi mente y mi imaginación”.

Éxito mundial de su primera ópera

En un principio, Saariaho consideró que su música no era lo suficientemente dramática como para componer ópera, pero la idea empezó a surgir en su mente. Una representación de San Francisco de Asís, de Olivier Messiaen, producida por Peter Sellars en el Festival de Salzburgo, le animó definitivamente y fue “el impulso” para iniciarse en el género operístico. “Fue un proceso muy largo –recordaba Saariaho– que tardó ocho años en total. Yo no sabía inicialmente quién podría estar interesado en mi ópera ni si podría realizarse. Pero finalmente sentí esa necesidad, quería escribir mi propia ópera. Y poco a poco fueron llegando todos los medios para hacerla posible”.

En el año 2000, el mismo Festival de Salzburgo fue testigo del estreno mundial de su primera ópera, L’Amour de loin –con libreto del escritor libanés Amin Maalouf– que obtuvo un éxito que situó a Saariaho en la vanguardia de un mundo en el que tradicionalmente las mujeres habían estado muy poco representadas. “Sin duda –aseguraba al preguntarle si ser mujer le supuso un esfuerzo superior– fue un obstáculo cuando era una joven mujer empezando a intentar formarme como compositora, y lo sigue siendo para muchas jóvenes hoy. Pero ahora, una vez que he conseguido que mi música tenga éxito, ya no creo que sea un problema”.

Tras L’Amour de loin estrenó cuatro óperas más, Adriana Mater (2006), Émilie (2010), Only the Sound Remains (2015) e Innocence (2021). En todas ellas abordó temas que consideraba “importantes” para todos los seres humanos. “El amor es uno de ellos -resaltaba- y también la muerte. Ambos son grandes misterios que forman parte de nuestras vidas”.

Saariaho destacó por su versatilidad y capacidad para cambiar de género: escribió música para solista, de cámara, obras orquestales, óperas, oratorios, música vocal, música incidental y música electroacústica.

El director de orquesta Ernest Martínez Izquierdo, que colaboró con Saaariaho durante más de 25 años, destacó tras la concesión del Premio Fronteras a la compositora finlandesa la dificultad de interpretar su música, “pero no porque la partitura sea muy compleja como puede ocurrir en compositores como Boulez, sino porque exige comprender su poética musical. Su música, por encima de las notas, es color y para interpretarla hay que saber sacar ese color de los sonidos. Trata a la orquesta desde la electrónica, y le arranca efectos y sonidos propios de ella, y lo fusiona con la electrónica propiamente dicha. El resultado es que ambos sonidos se funden de tal forma que es difícil distinguirlos”.

Sin embargo, añadía que a la hora de componer ella siempre pensaba en el intérprete y era muy fiel a los intérpretes con los que trabajaba, dejándoles unos grados de libertad poco habituales y permitiéndoles participar del proceso creativo. Quizá esa libertad esté relacionada con la importancia que Saariaho le daba a la creatividad, el elemento que, a su juicio, unía la ciencia y la cultura: “Todas las grandes invenciones – decía – nacen de mentes creativas, así que está claro que hay muchos puntos de encuentro entre ambos mundos. Por eso yo sigo con mucha atención los avances científicos, y por supuesto, en mi caso tengo un especial interés en la acústica”.