Sofia Gubaidulina ceremonia
IX Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera

Fallece la compositora Sofia Gubaidulina, galardonada con el IX Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera

La compositora rusa Sofia Gubaidulina, Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera en su IX edición, ha fallecido este jueves 13 de marzo, a los 93 años. Al otorgarle el galardón de la Fundación BBVA en 2017, el jurado destacó “la cualidad espiritual y la dimensión transformadora de su música”.

13 marzo, 2025

Perfil

Sofia Gubaidulina

Poco después de recibir el Premio Fronteras del Conocimiento, la propia Gubaidulina admitió que el galardón se ajustaba como un guante a sus inquietudes vitales y a la pulsión con la que creaba su obra: “Desde que era niña, mi objetivo ha sido ampliar el conocimiento, universalizarme, abarcar todo el mundo en su integridad”.
El excepcional rango y calidad de su creación musical, que construyó innovando a partir de una rica diversidad de tradiciones e instrumentos, logrando una música dotada de una cualidad espiritual altamente personal y distintiva, son algunos de los rasgos característicos de la obra de Sofia Gubaidulina que el jurado destacó en el acta de concesión del premio. El director y compositor Santiago Serrate, director de la Temporada de Música de la Fundación BBVA, ha ensalzado su música, que ha calificado “de gran profundidad y calado emocional a la par que trascendente”.

Sofia Gubaidulina nació en Chistopol, en la República Tártara de la Unión Soviética, en 1931. Tras estudiar piano en el conservatorio de Kazan, a orillas del Volga, se trasladó a Moscú para estudiar composición con maestros como Nikolai Peiko –asistente de Shostakovich- y Vissarion Shebalin.

En 1975 formó, junto a sus colegas Viktor Suslin y Vyacheslav Artyomov, el Ensemble ‘Astreia’, que se especializó en la exploración del folclore del Asia Central, algunos de cuyos instrumentos incorporó en sus composiciones. Su reconocimiento internacional se produjo en la década de 1980, especialmente gracias al decidido apoyo de músicos como el violinista Gidon Kremer, al que dedicó su magnífico concierto para violín Offertorium (1980, revisado en 1986), la obra que proyectó el nombre de la autora más allá de las fronteras de la Unión Soviética y que empezó a cimentar su prestigio internacional.

La fuerte impronta espiritual y religiosa de la obra de Gubaidulina le acarreó más de un contratiempo con las autoridades soviéticas, hasta el punto de ser incluida en 1979 en una lista negra de compositores sospechosos para el régimen. En 1985 salió por primera vez de la URSS y su aceptación fue inmediata, también en Estados Unidos, país que visitó por primera vez en 1987 y donde obtuvo el encargo y estreno mundial de un buen número de obras.

Gubaidulina permaneció en Rusia hasta 1992, y desde entonces residió en Appen, un pequeño pueblo cerca de Hamburgo, en Alemania. En los últimos años, sus obras se interpretaron con asiduidad en el Festival de Salzburgo, el Neue-Musik-Festival Wien Modern, el Wiener Festwochen y el Osterfestspiele Salzburg.

Considerada una de los más grandes compositores de su época, Sofia Gubaidulina recibió encargos de los más importantes solistas, conjuntos y orquestas del mundo, y sus obras fueron estrenadas por nombres de la talla de Simon Rattle, Anne-Sophie Mutter, Gustavo Dudamel, Kent Nagano o el Kronos Quartet. Su discografía asimismo es inmensa y Gubaidulina no dejó de componer desde su primera obra, hace casi 70 años (Phacelia, 1956).  Su catálogo es amplísimo y abarca la práctica totalidad de los géneros musicales, con una notable excepción: la ópera, a la que renunció llegada a la edad madura, al considerar que había “demasiados elementos materiales y exteriores”, y a ella le interesaba más lo interior.

La vida y la obra de Sofia Gubaidulina estuvieron gobernadas por esta pulsión de comprender y reunificar el universo. Concebía la música (y el arte en general) como una escalera de Jacob que apoya uno de sus extremos en la tierra y el otro en el cielo. Su estética era neutra: los procedimientos compositivos le eran irrelevantes salvo por su efectividad como vehículo místico.

El uso creativo del silencio y sus alrededores es uno de los rasgos principales del estilo de su obra. Otros son el tratamiento del ritmo como elemento estructural, el uso de la proporción áurea y la serie de Fibonacci, la economía de los medios y las dualidades de valor simbólico, como la oposición trascendente entre el mundo terrenal (abundante, discontinuo, dramático) y el divino (despojado, continuo, calmado), representada por los pares sonido/silencio, tonalidad/microtonalidad, actividad/estatismo y otros de ese tenor.