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Premio Fronteras del Conocimiento a Partha Dasgupta por definir el campo de la economía medioambiental al incorporar y cuantificar el valor social de la naturaleza
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas ha sido concedido en su XVI edición a Partha Dasgupta (Universidad de Cambridge) por sentar las bases de la economía medioambiental, al realizar trabajos pioneros “en la interacción entre la vida económica y el entorno natural, incluida la biodiversidad”, según el acta del jurado. Sus investigaciones, que comenzaron en la década de los setenta del siglo XX, construyeron “una base para analizar cómo las sociedades que tienen una cantidad fija de recursos no renovables deben repartir esos recursos a lo largo del tiempo e invertir en tecnologías alternativas” para facilitar la conservación de los mismos.
28 febrero, 2024
Dasgupta sentó las bases “para definir y medir el desarrollo sostenible”, recogiendo como una variable determinante “el valor social de la naturaleza. A diferencia de las medidas de bienestar basadas en los flujos como el PIB, Dasgupta propuso medir el desarrollo sostenible como el cambio en el valor contable de la riqueza total”, incluyendo en ese indicador el capital natural, destaca el jurado. “Estas ideas –concluye el acta– han aportado un marco para la contabilidad verde que ahora está ampliamente aceptado para medir el desarrollo sostenible”.
Para Lucrezia Reichlin, catedrática de Economía en la London Business School y miembro del jurado, la clave del enfoque de Dasgupta reside en dos cuestiones que él defiende: la primera es “que lo importante para medir correctamente el desarrollo sostenible es la riqueza a lo largo del tiempo, y no en un momento puntual como muestran los indicadores de flujos como el PIB”; y la segunda, “que esa medición de la riqueza debe incorporar el valor de los recursos naturales, pero no medidos por precios de mercado, ya que éstos tienen externalidades que los infravaloran, sino a través del valor social del capital natural”.
El trabajo de Dasgupta y sus propuestas para medir el bienestar económico “son fundamentales en la actualidad”, según Eric Maskin, presidente del jurado y Premio Nobel de Economía: “Es el economista de nuestro tiempo que más ha subrayado la importante interacción entre la vida económica y el entorno natural. En sus trabajos enfatiza que toda actividad económica tiene implicaciones para nuestro medio ambiente, casi siempre negativas (la degradación del entorno natural), y que esas implicaciones deben tenerse en cuenta para formular y llevar a cabo una política económica que realmente tenga sentido no sólo para las personas del mundo actual, sino también para las generaciones futuras”.
De la economía de los recursos a la economía de los procesos
En sus primeras investigaciones en la década de los setenta, Partha Dasgupta se preguntaba: ¿Se pueden sustituir los recursos agotables, limitados, por otros bienes? En su artículo junto a Geoffrey Heal de 1974 ‘The Optimal Depletion of Exhaustible Resources’, publicado en Review of Economic Studies, llegaron a la conclusión de que esa sustitución no era posible y que una economía debería conservar y repartir los recursos naturales a lo largo del tiempo, ya que el capital generado por la explotación de los bienes naturales no podía reponer el stock ni siquiera en términos contables, mucho menos en términos materiales (el beneficio empresarial no puede reponer, por ejemplo, los árboles talados para el proceso de creación del papel).
“La mayoría de los economistas que investigan los recursos naturales –explica Dasgupta en una entrevista concedida poco después de conocer la noticia del premio– piensa que la naturaleza proporciona ciertos tipos de bienes, como alimentos, agua potable, madera, fibras, productos farmacéuticos y artículos médicos. Estos son bienes. Son objetos que puedes cosechar de la naturaleza y transformar, con el ingenio humano, en otro producto final, como la ropa que llevamos, los cuadros de la habitación en la que estás sentado, y así sucesivamente. Estas son las cosas que hacemos con estos bienes que nos brinda la naturaleza”.
Tal y como señala el premiado, la clave en este pensamiento económico, el tradicional, es la sustitución de un bien, cuando comienza a escasear, por otro que permita obtener los mismos o similares resultados. Pero con el tiempo, y a través de sus trabajos, Dasgupta llegó a la conclusión de que la naturaleza provee de algo que es mucho más importante e insustituible que los bienes: los procesos (o en términos más económicos, los servicios). “Mi propia comprensión de la economía –explica– se ha alejado de los bienes para acercarse a los procesos. Esas son las cuestiones fundamentales en las que los economistas deberíamos fijarnos. Claro que nos importan los bienes de la naturaleza, porque sin ellos no estaríamos aquí: agua, comida, ropa, etc. Pero nada de esto existiría sin los procesos subyacentes en la naturaleza”.
La regulación del clima es un ejemplo de servicio, o proceso, que cita Dasgupta: la luz del sol llega y se refleja en el espacio, el agua se evapora, cae en forma de lluvia. “Tienes el ciclo del agua y luego bebes el agua de él. Y además, lo que no se consume no desaparece, simplemente se evapora o se convierte en parte del océano, a través del sistema fluvial y así sucesivamente. Ahora bien, si trastornas demasiado el clima, también estarás alterando el ciclo del agua, que quedará debilitado… Si se deforesta demasiado, si se elimina la biodiversidad del Amazonas, se va a exacerbar el sistema climático. Mi trabajo se ha centrado en incorporar estas cuestiones a la economía”.
Dasgupta considera que la economía se ha dejado influir demasiado por la idea de que se puede resolver la escasez sustituyendo un bien por otro: “Y en la producción industrial, por supuesto, esta idea de la sustituibilidad ha sido un gran éxito. Pensemos en todos los materiales que se producen en los departamentos de ingeniería y ciencia de materiales. Pero esto tiene sus límites, cuando alteras los procesos. Pensemos en el caso del cuerpo humano: el proceso del metabolismo te mantiene en un estado saludable, por lo que es absurdo pensar que puedes sustituir un proceso por otro. Sería como decir: quiero tener menos capacidad digestiva y más capacidad para correr, o algo así. Sería una estupidez, porque estas dos cosas van juntas”. El problema al que actualmente nos enfrentamos es que algunos de esos procesos de la naturaleza están amenazados por el cambio climático o la reducción de la biodiversidad derivados de la acción humana.
Una medición más precisa de la riqueza
Todas esas nociones que Dasgupta ha desarrollado a lo largo de más de cuatro décadas de investigación tienen implicaciones en el sistema de precios, las políticas económicas y regulatorias o la medición del bienestar y la riqueza, aspecto en el que él ha hecho especial hincapié. Su propuesta es que los indicadores tradicionales como el PIB no son capaces de dar una medida real del valor que tiene una economía, en primer lugar, porque son indicadores de flujos, es decir, miden los bienes producidos o servicios prestados en esa economía en un periodo de tiempo determinado (en el caso del PIB, la convención lo fija en un año): “El problema con un flujo es que no te dice nada sobre lo que puede pasar mañana –desarrolla Dasgupta–. Para eso se necesitan stocks”.
Por tanto, su propuesta es realizar esas mediciones de riqueza y bienestar tomando en consideración la evolución de la acumulación del capital, las variaciones que presenta a lo largo del tiempo, en todos sus bienes y servicios: “Del mismo modo que las empresas tienen balances, además de la contabilidad de pérdidas y ganancias, deberíamos tener balances que incluyeran la evolución de la naturaleza, del capital natural, no sólo las fábricas, las personas formadas, las máquinas, etc., que ya figuran en las estadísticas nacionales, sino también la naturaleza”.
La segunda razón que esgrime Dasgupta para desechar el PIB como un indicador válido es que no incluye la depreciación del capital (al ser Producto Interior Bruto, bruto significa que la depreciación no se resta), lo que significa que se podrían estar dando (y de hecho es muy probable que eso esté ocurriendo actualmente) altas tasas de crecimiento del PIB mientras en realidad se está degradando la naturaleza. “Y eso es muy peligroso porque puedes encontrar dificultades, como ahora con el cambio climático. El cambio climático es un problema, pero el PIB no lo refleja porque la concentración de carbono no forma parte del cálculo de ese indicador. Por lo tanto, en las mediciones sobre la riqueza se debe incluir la naturaleza como parte de esa riqueza, es decir, los ecosistemas que se están utilizando. Así que el desarrollo sostenible debería significar idealmente que esta noción inclusiva de riqueza aumenta con el tiempo, no disminuye. Eso es el desarrollo sostenible”.
Dasgupta destaca que en países como el Reino Unido ya se están creando nuevas fórmulas para contabilizar la riqueza que contemplan esas nociones, así como la Oficina de Estadística de las Naciones Unidas, que lleva tiempo intentando estimar los stocks, o China, que también lo está haciendo. “Estas cifras van a ser en poco refinadas –advierte el premiado–, porque nadie ha comprobado todavía su fiabilidad. Llevará tiempo hacerlo, pero como la teoría es tan sólida, nadie cuestiona su conveniencia. Es una cuestión de hacerlo bien más que de preguntarnos si debemos hacerlo. Hay que hacerlo, de eso no hay duda. Es imprescindible hacer un seguimiento de los stocks a medida que una economía avanza”.
En esa línea, el programa de investigación socioeconómica que desarrollan la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie) ha elaborado recientemente estimaciones del capital natural para España, con la metodología que utiliza Naciones Unidas, inspirada en Dasgupta. El director de investigación del Ivie, Francisco Pérez, opina que la advertencia del premiado sobre la necesidad de disponer de métricas adecuadas para valorar cómo están evolucionando las economías nacionales y el mundo es muy pertinente. “Las estimaciones del capital natural realizadas para España indican que el avance del PIB y de la población en las últimas décadas no se acompasa con el mantenimiento de las dotaciones de capital natural por habitante. Atender a este tipo de evidencia al valorar el desarrollo es un ejemplo de lo que el profesor Dasgupta señala: necesitamos medidas adecuadas para poder interpretar la realidad correctamente, para valorar si avanzamos o retrocedemos y para “definir bien las políticas”.
La economía, un fenómeno de la naturaleza
Esta íntima interrelación entre las esferas de la economía y la naturaleza es una constante en la investigación de Dasgupta, menos explícita en sus primeros trabajos, pero absolutamente central en la última década: “La contribución que considero más importante es reconocer que la economía humana no es algo separado de la naturaleza, sino que forma parte de ella, está completamente integrada en la naturaleza. Y esta distinción entre ser algo externo a la naturaleza y estar entretejido en ella es absolutamente fundamental”. Desde esta óptica, ha reescrito y reconstruido la macroeconomía, la economía del desarrollo y la economía de la pobreza.
“De lo que más orgulloso estoy –reconoce– es de reconciliar la economía con la ecología. Creo que los dos campos están profundamente entrelazados. Mi intuición era que la ecología era importante, pero tuve que aprender sobre el tema”. En ese proceso de aprendizaje desempeñó el cargo de presidente de la junta del Consejo Asesor Científico del Beijer Institute of Ecological Economics en Estocolmo, lo que le permitió conocer a algunos de los grandes ecólogos del mundo, “entre ellos varios de los que han ganado el Premio Fronteras del Conocimiento en Ecología: Edward Wilson, Paul Ehrlich, Simon Levin, Tom Lovejoy, Jane Lubchenco… Todos ellos se hicieron muy amigos míos, y aprendí y sigo aprendiendo mucho de ellos. Al mismo tiempo, por supuesto tengo que decir que yo también les he enseñado economía. Mantenemos un diálogo constante desde hace 30 años”.
Economía y ecología tienen la misma raíz etimológica, oikos, «hogar» en griego clásico, algo sobre lo que Dasgupta también ha reflexionado: “hogar puede referirse no solo a la casa familiar, sino al pueblo, comunidad o nación, colectividades cuyos miembros tienen relaciones complejas entre ellas. Al igual que las poblaciones de especies, como las aves, también cooperan o se pelean, como también lo hacen los humanos. Así que me di cuenta de que hay mucho que los economistas pueden aprender de los ecólogos, al analizar estos sistemas complejos como hogares o comunidades con relaciones complejas entre sus miembros”.
Esta interdisciplinariedad va incluso más allá de la estrecha relación entre economía y ecología. Durante tres años Dasgupta dirigió el programa de Ética y Sociedad de la Universidad de Stanford, y a lo largo de su trayectoria, ha interactuado no solo con ecólogos y biólogos, sino con otras disciplinas, como la filosofía, con el objetivo de buscar respuestas adecuadas a los objetos de su investigación.
El Informe Dasgupta sobre la ‘economía de la biodiversidad’
Pero la faceta de investigador no es la única en la que Dasgupta ha despuntado, tal y como remarca Lucrezia Reichlin, vocal del jurado. “Además de un teórico que estableció los fundamentos de la economía ambiental, también es un defensor del mundo natural. Y estas dos facetas se muestran en el conocido como Informe Dasgupta –que él lideró– donde sus trabajos, tanto teóricos como de medición, se unen para analizar la biodiversidad, en un estudio encargado por el Tesoro del Reino Unido que se publicó en 2021 y que está teniendo un gran impacto en el debate sobre cómo debemos pensar el crecimiento en relación con el medio ambiente”.
El propio Dasgupta se refiere a ese informe cuando es preguntado acerca de qué medidas se pueden tomar para poner en práctica sus postulados teóricos: tiene ejemplos desde el nivel micro, de gestión propia de los gobiernos locales o nacionales, hasta la esfera internacional. Para este ámbito aboga por crear una institución supranacional.
El problema, explica el premiado en base a lo que le han transmitido algunos de los principales líderes políticos, es que el mundo no está preparado para que una organización internacional asuma esta responsabilidad. “Así que mi respuesta solía ser, y sigue siendo, que al final de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba completamente de rodillas, el Lejano Oriente también, la economía mundial estaba destrozada, y en tres años creamos las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el FMI. Todas estas organizaciones internacionales se crearon en un periodo de entre cinco y diez años. ¿Por qué lo hicimos? Porque necesitábamos estos bienes públicos. Necesitábamos paz. Eso es un bien público. Necesitábamos desarrollo, eso es un bien público. La estabilidad financiera del Banco Mundial, eso es un bien público. Ahora aquí hay una situación en la que realmente estamos teniendo dificultades con otro bien público: la naturaleza. El problema no es la lógica de la propuesta, sino la complejidad de su implementación política”, concluye.
Nominador
En esta edición se recibieron 59 nominaciones. El investigador premiado fue nominado por Leonardo Felli, Decano de la Facultad de Economía en la Universidad de Cambridge (Reino Unido).
Jurado y Comité Técnico de Economía, Finanzas y Gestión de Empresas
El jurado de esta categoría ha estado presidido por Eric Maskin, Adams University Professor en el Departamento de Economía de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y premio Nobel de Economía; y ha contado como secretario con Manuel Arellano, catedrático de Economía en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros (CEMFI) del Banco de España. Los vocales han sido Antonio Ciccone, catedrático de Economía en la Universidad de Mannheim (Alemania); Pinelopi Koujianou Goldberg, titular de la Cátedra Elihu de Economía y Asuntos Globales en la Universidad de Yale (Estados Unidos); Andreu Mas–Colell, catedrático emérito de Economía en la Universitat Pompeu Fabra y en la Barcelona School of Economics (España); Lucrezia Reichlin, catedrática de Economía en la London Business School (Reino Unido); y Fabrizio Zilibotti, titular de la Cátedra Tuntex de Economía Internacional y del Desarrollo en la Universidad de Yale (Estados Unidos).
En cuanto al Comité Técnico de Apoyo, ha estado coordinado por Hugo Rodríguez Mendizábal, científico titular en el Instituto de Análisis Económico (IAE, CSIC), e integrado por Laura Mayoral Santamaría, investigadora científica en el Instituto de Análisis Económico (IAE, CSIC); Socorro Puy Segura, catedrática en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Málaga (UMA); Xavier Ramos Morillas, profesor titular en el Departamento de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB); y Virginia Sánchez Marcos, catedrática de Fundamentos del Análisis Económico en el Departamento de Economía de la Universidad de Cantabria (UNICAN).
Sobre los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento
La Fundación BBVA tiene como foco de su actividad el fomento de la investigación científica y la creación cultural de excelencia, así como el reconocimiento del talento.
Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, dotados con 400.000 euros en cada una de sus ocho categorías, reconocen e incentivan contribuciones de singular impacto en la ciencia, la tecnología, las humanidades y la música, en especial aquellas que amplían significativamente el ámbito de lo conocido en una disciplina, hacen emerger nuevos campos o tienden puentes entre diversas áreas disciplinares. El objetivo de los galardones, desde su creación en 2008, es celebrar y promover el valor del conocimiento como un bien público sin fronteras, que beneficia a toda la humanidad porque es la mejor herramienta de la que disponemos para afrontar los grandes desafíos globales de nuestro tiempo y ampliar la visión del mundo de cada individuo. Sus ocho categorías atienden al mapa del conocimiento del siglo XXI, desde el conocimiento básico hasta los campos dedicados a entender e interaccionar el entorno natural, pasando por ámbitos en estrecha conexión, como la Biología y la Medicina o la Economía, las tecnologías de la información, las ciencias sociales y las humanidades, y un área universal del arte como la música.
En esta familia de premios la Fundación BBVA cuenta con la colaboración de la principal organización pública española de investigación, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que designa Comités Técnicos de Apoyo, integrados por destacados especialistas del correspondiente ámbito de conocimiento, que llevan a cabo la primera valoración de las candidaturas, elevando al jurado una propuesta razonada de finalistas. El CSIC designa, además, la presidencia de cada uno de los ocho jurados en las ocho categorías de los premios y colabora en la designación de todos sus integrantes, contribuyendo así a garantizar la objetividad en el reconocimiento de la innovación y excelencia científica.