Philip Kitcher, XVII Premio Fronteras del Conocimiento en Humanidades
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Premio Fronteras del Conocimiento a Philip Kitcher, un “intelectual humanista” cuya obra filosófica ha abordado un amplio espectro de los temas centrales de nuestro tiempo

El titular emérito de la cátedra John Dewey de la Universidad de Columbia ha realizado contribuciones fundamentales de gran impacto en la filosofía de la ciencia –en particular de la biología y la investigación genética–, “demostrando la relevancia de las ciencias de la vida para las humanidades, y viceversa”, según destaca el acta del jurado.

8 abril, 2025

Perfil

Philip Kitcher

El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Humanidades ha sido concedido en su XVII edición al filósofo británico-estadounidense Philip Kitcher, por su impacto como “intelectual humanista” a través de una obra que ha abordado un amplio espectro de los temas centrales de nuestro tiempo, según ha destacado el acta del jurado que le ha concedido el galardón.

El titular emérito de la cátedra John Dewey de la Universidad de Columbia ha realizado contribuciones fundamentales de gran impacto a la filosofía de la ciencia, y en particular a la filosofía de la biología, “demostrando –continúa el acta– la relevancia de las ciencias de la vida para las humanidades, y viceversa”.

A lo largo de una trayectoria académica de más de cuatro décadas, el profesor Kitcher ha publicado obras de referencia sobre una gran diversidad de temas, desde la filosofía de las matemáticas y los orígenes de la ética hasta el papel de la ciencia en las sociedades democráticas, la importancia crucial de la educación para transformar a los niños en ciudadanos y el reto de la crisis ambiental global, a través de una colección de diálogos socráticos que reflexionan sobre el cambio climático, presentándolo como el mayor desafío al que se enfrenta hoy la humanidad.

Su curiosidad intelectual, tal y como ha destacado el jurado, le ha llevado incluso a diseccionar las enseñanzas éticas y filosóficas que encierran las obras de grandes figuras de la literatura como James Joyce y Thomas Mann, así como la música de Richard Wagner.

“Lo que distingue la obra de Kitcher es su inmensa amplitud, abarcando e interrelacionando la filosofía de la ciencia con la ética, la política, la educación, la literatura y las artes, siempre con el objetivo de mejorar la sociedad e impulsar su progreso”, afirma John Dupré, catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y presidente del jurado.

“Su libro El avance de la ciencia (1993), publicado hace poco más de 30 años, es una obra pionera que defiende la importancia de la racionalidad en la ciencia. Es, además, antesala de otro de sus libros más famosos, Ciencia, Verdad y Democracia (2001), donde el profesor Kitcher profundiza en el papel que el quehacer científico tiene en una sociedad democrática, y articula un concepto filosófico clave, el de ‘ciencia al servicio del bien común’. Esto es, la propuesta de que la actividad científica no sólo es cuestión de los investigadores que la hacen, ni menos de los intereses económicos de las instituciones que financian esta ciencia, sino que la agenda científica debe surgir de un proceso de deliberación racional pública entre ciudadanos informados que buscan un bien común. El progreso científico debe dictarse por principios de justicia y equidad social, así como de responsabilidad ética”, resalta por su parte Atocha Aliseda, catedrática de Filosofía en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (México) y secretaria del jurado.

“No es un filósofo de la ciencia especializado, pero considero que su aportación fundamental ha sido ampliar los intereses de la filosofía de la ciencia hacia cuestiones que antes no se atendían o incluso se consideraban perniciosas. Nos ha hecho ver a los filósofos de la ciencia que debemos salir de nuestra torre de marfil y del virtuosismo técnico para fijarnos en los problemas centrales que preocupan a la sociedad respecto a las implicaciones del avance científico y tecnológico”, señala Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y nominador del profesor Kitcher. “En su trabajo pone énfasis en la gobernanza democrática de la ciencia –la ciencia bien ordenada–, que implica que la agenda de los investigadores se decida por procedimientos democráticos, teniendo en cuenta también los intereses de los más desfavorecidos. Esto aplicado a biomedicina supone, por ejemplo, que no se investiguen solo las enfermedades frecuentes en los países ricos, como las cardiovasculares, que implican negocio, sino también otras como la malaria”.

El propio galardonado define la filosofía como un proyecto intelectual de síntesis, cuyo objetivo es “integrar el conocimiento disperso de todas las disciplinas científicas y humanísticas, uniendo muchas cosas aparentemente desconectadas para forjar un todo coherente” que nos permita “progresar moralmente y mejorar el mundo”.

De las matemáticas a la filosofía de la ciencia

El camino de Philip Kitcher hacia la filosofía comenzó en la Universidad de Cambridge, donde estudiaba Matemáticas, pero –gracias a la sugerencia de un profesor– acabó decantándose por la historia y la filosofía de la ciencia. Sus primeras investigaciones durante el doctorado en la Universidad de Princeton se centraron en la historia y la filosofía de las matemáticas, hasta que, motivado por las preguntas de sus estudiantes, se interesó por la biología. Pasó un año formándose en la Universidad de Harvard, en el Museo de Zoología Comparada, y posteriormente propuso argumentos en contra de la teoría de la sociobiología que, según el galardonado, se basaba en el comportamiento social de insectos como las hormigas y lo extrapolaba a los humanos. Kitcher postuló que “en humanos hay que tener en cuenta que su entorno es mucho más complejo y las fuerzas culturales tienen un efecto sobre la evolución humana”.

También en el campo de la filosofía de la ciencia destaca su libro The Advancement of Science, en el que Kitcher propuso –en palabras de su nominador Antonio Diéguez– “desmitificar la leyenda sobre la ciencia, que la considera desde una visión ingenua y carente de crítica como una acumulación progresiva de verdades logradas mediante la aplicación de cánones metodológicos estrictos. Aunque la crítica al cientificismo no era nueva, antes se hizo desde planteamientos más radicales, relativistas y constructivistas, y él va del realismo al pragmatismo para hacer una defensa de la objetividad de la ciencia, a la vez que desmonta tópicos demasiado racionalistas o positivistas acerca del progreso científico”. Esta obra –en la que Kitcher presentó un nuevo modelo de la explicación científica, basado en la habilidad de unificar fenómenos dispares– se ha convertido en una referencia en los manuales contemporáneos de filosofía de la ciencia.

La ética como expansión de la capacidad biológica para ayudar a los demás

Kitcher también ha explorado las lecciones que puede aportar la biología a la hora de explicar la ética humana. “La característica central de nuestra vida ética es la habilidad de ver que otra persona necesita algo y de ayudarle a conseguirlo”, resume. El primatólogo y catedrático de Psicología de la Universidad de Emory, Atlanta (Estados Unidos), Frans de Waal (1948-2024) demostró que los chimpancés y los bonobos son capaces de detectar cuándo un colega persigue un objetivo concreto, y de realizar acciones bastante complejas para ayudarle a conseguirlo. En su libro The Ethical Project (2011), el filósofo galardonado sostiene que los humanos también tenemos esta capacidad de respuesta desde tiempos ancestrales, aunque originalmente estaba bastante limitada. “La vida ética surge como manera de amplificar la capacidad de respuesta. Nos permite ser más cooperativos y vivir en sociedades mucho más grandes”, argumenta, desde grupos de 40 personas hace decenas de miles de años, hasta las primeras ciudades hace 8.000 o 10.000 años. “Para amplificar esta capacidad de respuesta, tenemos que entender muy bien quién es el otro, y tratar de encontrar soluciones para los problemas que nos dividen. Por eso la negociación, la cooperación y el entendimiento mutuo son partes centrales de la ética”.

En este sentido, el galardonado propone tres ejemplos que muestran el progreso moral de la sociedad, obtenido gracias a este entendimiento mutuo que sirve de base para el debate público, y que permiten ampliar el círculo de personas afines para incorporar a otras que antes veíamos como limitadas o, incluso, no del todo humanas: la abolición de la esclavitud, la expansión de las oportunidades para las mujeres y el reconocimiento del amor romántico entre personas del mismo sexo. “Todos estos hitos comenzaron por grupos de personas aquí y allá que comenzaron a entender las vidas de otros de maneras que no habían considerado hasta entonces, y ese entendimiento se amplió hasta que se produjo un cambio en las normas sociales y, después, en la ley”, explica Kitcher. “Lo que complica la vida ética —matiza— es la dificultad de conseguir una base de cooperación más amplia en un mundo en el que muchísima gente sufre y tiene necesidades muy diversas”.

Del Proyecto Genoma Humano al papel de la ciencia en las sociedades democráticas

A mediados de los años 1990, Kitcher analizó las implicaciones éticas del Proyecto Genoma Humano en un informe para Biblioteca del Congreso estadounidense, que acabó convirtiendo en el libro The Lives to Come (1996). Hablando con asesores de los congresistas, se dio cuenta de que la motivación política para embarcarse en el Proyecto Genoma Humano era muy diferente de la que tenía la comunidad científica: lejos de la ambición de curar, o al menos diagnosticar, todo tipo de enfermedades, el objetivo del Congreso era obtener una ventaja científica competitiva respecto a Japón, que destacaba en el ámbito tecnológico.

Esta disparidad llevó al filósofo a plantearse cómo es, y cómo debería ser, la relación entre la ciencia y las sociedades que la financian y en las que esta ciencia se aplica. Reflejó sus conclusiones en el libro Science, Truth, and Democracy, en el que “sin desmerecer el valor de la ciencia básica, que considero importantísima, sostengo que la importancia de la investigación fundamental radica en que, con el tiempo, proporciona un conocimiento que permite que las personas logren avances para mejorar las vidas de los seres humanos”, expresa. “El objetivo último de la ciencia es beneficiar a la humanidad”.

Este objetivo, a su vez, ha llevado a Kitcher a preguntarse sobre la manera de establecer el papel que juega la ciencia en las sociedades y, a partir de ahí, a desarrollar una visión de la democracia “que va más allá de que la gente vote de vez en cuando sobre diversos asuntos, y más allá incluso de las constituciones. La democracia requiere que las personas trabajen juntas para entender qué problemas necesitan resolverse y cómo adaptar el conocimiento que obtenemos de la investigación científica para abordar esos problemas”. En este sentido, el galardonado ve que el progreso de las ciencias y de los sistemas éticos y políticos pueden formar una “espiral virtuosa”: a medida que aprendemos más sobre el mundo, podemos tomar mejores decisiones éticas que, a su vez, nos permiten saber más sobre qué programas y proyectos científicos son los más importantes.

Educar: dotar de recursos a los niños para que se conviertan en ciudadanos

Esta interconexión entre los objetos de análisis presentes en la obra filosófica de Kitcher aflora también en otro de sus grandes temas de estudio, la educación. Kitcher considera que The Main Enterprise of the World: Rethinking Education, libro que publicó en el año 2021, es uno de sus escritos más importantes. En él, vuelve a destacar la idea de la cooperación como un elemento fundamental para el avance de la sociedad y resume en tres puntos la importancia que la educación tiene para ésta: permitir que los niños hagan cosas productivas que les ayuden a mantenerse (con el fin último de mantener sus propias vidas, no de contribuir a la riqueza global), facilitar que se conviertan en ciudadanos que puedan cooperar con otras personas en la construcción de una sociedad; y darles la oportunidad de comprender lo que les importa y elegir la forma de sus propias vidas.

“Estoy profundamente en deuda con John Stuart Mill –profundiza Kitcher– quien dijo que ‘la única libertad digna de ese nombre es la de elegir y perseguir nuestro propio bien a nuestra manera’. Con eso, creo que quiso deshacerse de la idea de que la vida de las personas viene prescrita por el hecho de pertenecer a una raza, casta, clase o sexo en particular. Que la vida de las personas, tal y como son, debe ser moldeada por ellas mismas. Y para hacerlo, hay que darles los recursos para que se comprendan a sí mismos y comprendan sus opciones lo suficientemente bien como para que puedan encontrar su propio camino y seguirlo con algunas posibilidades de éxito. Así que mi libro de educación es realmente un libro sobre estos tres objetivos y cómo se pueden unir”, resume.

El acta del jurado también destaca los trabajos del profesor Kitcher sobre el cambio climático, que articuló en forma de conferencias magistrales y en un libro. En estas investigaciones hace un repaso de los que considera son los principales problemas del desafío climático y aporta, como datos verificables, sus principales magnitudes, para concluir, de nuevo que, sin una profunda cooperación, en este caso entre países, el desafío climático no tiene fácil solución: “La crisis climática es un problema ético y político”, afirma. Aunque, añade que él no se considera la persona adecuada para proponer las soluciones: “Yo soy un diagnosticador que puede exponer lo que está pasando de una manera clara y convincente. Tal vez otros que tengan más talento para el trabajo político y social puedan tomarlo y usarlo para construir algo mejor”, argumenta.

La filosofía como una ‘superdisciplina’ para integrar el conocimiento de todos los campos

Para Kitcher, la “inmensa importancia” de las humanidades radica en que “son cruciales para nuestra comprensión de nosotros mismos. No queremos conformarnos con descripciones caricaturescas y simplistas basadas en la idea de que la ciencia nos dice todo lo que necesitamos saber. La tradición humanista en la literatura, en la historia, en la filosofía, en ciertos tipos de antropología, es tremendamente importante para nuestra comprensión de lo que realmente son los seres humanos y de lo que pueden ser”.

Pero dentro de las humanidades, concluye el premiado, “la filosofía desempeña un papel especial. Es una superdisciplina que trata de tomar lo que aprendemos sobre ciencia, política, religión, historia, las ideas que nos da la literatura, y trata de hacer que todo encaje, para intentar averiguar cómo todo se relaciona entre sí. Esa es la tarea de la filosofía”.

El papel de la literatura en nuestra comprensión ética de otras personas

La amplitud de los objetos de análisis y estudio de Kitcher, algo que destaca el acta del jurado, llega hasta las cuestiones que le interesan en su tiempo de ocio: músico aficionado y apasionado de la literatura, ha desgranado las ideas filosóficas que se encierran en la tetralogía del Anillo del nibelungo de Richard Wagner o de obras universales de James Joyce como el Ulises –de la que ahora se encuentra escribiendo una detallada guía de lectura– y Finnegans Wake.

Con estos trabajos, Kitcher ha descubierto “cuánto se relacionan mis intereses personales con mis puntos de vista éticos y con mi filosofía social y política general. Hay temas, al menos en mis interpretaciones de las obras literarias y musicales sobre las que escribo, que reflejan los enfoques que adopto en la vida ética y política. Y, de hecho, tengo otro proyecto en marcha, lejos de estar terminado, que trata sobre la literatura y la imaginación moral, la forma en que la literatura desempeña un papel en el despertar de nuestra comprensión ética de los demás”.

Nominadores

En esta edición se recibieron 28 nominaciones. El premiado ha sido nominado por Antonio Diéguez Lucena, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia, Universidad de Málaga (España), en nombre del Departamento de Filosofía de esta institución; Daniel Gamper, director del departamento de Filosofía, Universitat Autònoma de Barcelona (España); Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia en España; Thomas Sturm, profesor de Investigación, Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA); y Mauricio Suárez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia, Universidad Complutense de Madrid (España).

Jurado y Comité Técnico de Humanidades

El jurado de esta categoría ha estado presidido por John Dupré, catedrático de Filosofía de la Ciencia y director asesor del Centre for the Study of Life Sciences (Egenis) en la Universidad de Exeter (Reino Unido); y ha contado con Atocha Aliseda, catedrática de Filosofía en el Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México (México), como secretaria.

Los vocales han sido Ignacio Bosque, catedrático de Lengua Española en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Española (España); Isabel Burdiel, catedrática de Historia Contemporánea en la Universitat de València (España); y José Manuel Sánchez Ron, catedrático emérito de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia Española (España).

En cuanto al Comité Técnico de Apoyo, ha estado coordinado por la Dra. Elena Cartea, vicepresidenta adjunta de Áreas Científico-Técnicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y por el Dr. Lorenzo Delgado Gómez-Escalonilla, investigador científico en el Instituto de Historia (IH-CCHS, CSIC); e integrado por el Prof. Jon Arrizabalaga Valbuena, profesor de investigación en la Institució Milá i Fontanals (IMF, CSIC); la Dra. Esther Hernández Hernández, investigadora científica en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA-CCHS, CSIC); la Prof.ª Concepción Roldán Panadero, profesora de investigación en el Instituto de Filosofía (IFS-CCHS, CSIC); y el Dr. Daniel Riaño Rufilanchas, científico titular en el Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo (ILC-CCHS, CSIC).