NOTICIA PREMIOS FRONTERAS DEL CONOCIMIENTO

Susan Solomon, Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento por establecer las conexiones entre atmósfera, clima y actividad humana

El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoría de Cambio Climático ha sido concedido en su quinta edición a la estadounidense Susan Solomon por ayudar a comprender cómo la actividad humana afecta a la composición de la atmósfera, y cómo estos cambios repercuten a su vez en el clima.  El acta del jurado destaca que Solomon “ha contribuido, a través de sus investigaciones y su liderazgo, a salvaguardar nuestro planeta”.

10 enero, 2013

Perfil

Susan Solomon

Entrevista

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Rueda de prensa

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El trabajo de Solomon durante más de 30 años ha permitido integrar y establecer las conexiones entre tres variables clave en el cambio climático: la acción humana; una comprensión integral y profunda del comportamiento de los gases atmosféricos  y la alteración de los patrones del clima a escala global. Susan Solomon es catedrática del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). El jurado destaca que “sus primeras investigaciones fueron fundamentales para entender la composición química de la atmósfera y contribuyeron a reforzar el Protocolo de Montreal, cuyo objetivo era  frenar el uso de gases que destruían la capa de ozono”. En los últimos años, añade el acta, “sus contribuciones y su liderazgo en el IPCC y otros foros son un ejemplo del uso de la ciencia para el bien común”.

Como ha explicado Carlos Duarte, director de la UWA Oceans Institute de la Universidad de Western Australia (Australia) y secretario del jurado, durante el acto de comunicación del fallo, Solomon “ha formulado una teoría general  de la respuesta del sistema climático a las perturbaciones en la composición de la atmósfera”. Al recibir la noticia ayer por la noche, Solomon declaró estar muy “emocionada”: “Es un premio fantástico y un gran honor unirme a quienes ya lo han recibido en ediciones anteriores. Admiro mucho a todos esos premiados. Nunca imaginé que yo podría formar parte de esa lista”.

Una científica precoz y un descubrimiento clave

Susan Solomon (Chicago, 1956) fue una científica precoz. Su interés por la ciencia comenzó viendo en la televisión programas de naturaleza, como el de Jacques Cousteau. Su pasión por la química atmosférica se puso de manifiesto ya en el instituto, donde un proyecto suyo para medir concentración de oxígeno fue premiado en un concurso estudiantil. Tras doctorarse en la Universidad de California en Berkeley, con una investigación sobre química atmosférica con el futuro premio Nobel Paul Crutzen, Solomon empezó a trabajar en el NOAA (Agencia Estadounidense de la Atmósfera y el Océano).

Por entonces se acababa de detectar, en 1983, una drástica reducción en los niveles de ozono sobre la Antártida. Y pese a que ya se conocía la capacidad destructora de los clorofluorocarbonos -CFCs, gases usados como refrigerantes y en aerosoles- sobre el ozono, comprender qué generaba el agujero en la capa de ozono antártica  se convirtió en uno de los principales retos científicos del momento.

¿Por qué en la Antártida, tan lejos de donde se usan los CFCs? Y ¿por qué tan rápido? Solomon resolvió el enigma explicando las reacciones químicas que tienen lugar en la superficie de los cristales de hielo presentes en la estratosfera, sobre ambos polos. Pero, además de formular un modelo explicativo, Susan Solomon quiso comprobar personalmente su validez empírica. En 1986 y 1987 Solomon dirigió dos expediciones durante el invierno antártico –cuando la temperatura llega a caer por debajo de los 50ºC bajo cero y la noche es casi permanente- para tomar datos de la composición atmosférica mientras el agujero se formaba. La evidencia conseguida confirmó su hipótesis.

Entonces ya se sabía que la falta de ozono provocaba el aumento de la radiación ultravioleta que llega a la Tierra, pero investigaciones posteriores de Solomon demostraron que esta alteración en la composición de la estratosfera tenía también consecuencias en el clima. En concreto, el agujero de ozono tiene un claro efecto sobre el patrón de vientos y lluvias del hemisferio Sur.

Fue la primera vez que se probó la relación entre el agujero en la capa de ozono y el clima. Como explica ella misma, “el agujero en la capa de ozono es una perturbación increíble en toda la atmósfera, simplemente afecta a todo el planeta”. La investigación de Solomon se ha traducido en consecuencias tan palpables como la prohibición del uso de los gases CFC en el Protocolo de Montreal, firmado en 1987. “Lo alentador sobre la historia del agujero en la capa de ozono es que demuestra que la gente entiende que nuestras acciones pueden alterar el medio ambiente a escala global, pero que se pueden tomar decisiones para evitarlo.

¿No es increíble que prácticamente todos los países hayan firmado el Protocolo de Montreal?”, se pregunta la premiada. Otro de los hallazgos de Solomon tiene que ver con la lentitud de la atmósfera para recuperarse. “Hay ya muchos avances técnicos en la búsqueda de formas alternativas de energía y de estrategias para conseguir eliminar el carbono de la atmósfera. Soy una firme defensora de la tecnología, creo que está habiendo  grandes y esperanzadores cambios en este sentido”.

En el año 2002 pasó a formar parte del Grupo Intergubernamental de Expertos en el Cambio Climático (IPCC), donde codirigió el trabajo del llamado Grupo Uno, encargado de redactar el informe sobre el clima que fue publicado en 2007.

Jurado internacional

El jurado de esta categoría ha contado como presidente con Bjorn Stevens, director del Instituto Max Planck de Meteorología (Alemania) y como secretario con Carlos M. Duarte, director del UWA Oceans Institutede la Universidad de Australia Occidental (Australia).

Han formado también parte del jurado Sandrine Bony-Lena, investigadora principal del Laboratorio de Meteorología Dinámica- Centro Nacional de Investigación Científica-Universidad Pierre y Marie Curie (Francia); Miquel Canals, director del Departamento de Estratigrafía, Paleontología y Geociencias Marinas de la Universitat de Barcelona; Kirsten Halsnaes, directora del Programa del Clima en la Universidad Técnica de Dinamarca y Edward Rubin, catedrático de Ingeniería y Política Pública en la Universidad Carnegie Mellon.